Los líderes de las dos Coreas se dieron la mano por primera vez desde 2007, en un encuentro meticulosamente planificada que estuvo rodeado de una gran expectativa a nivel mundial. Aunque esta cumbre histórica fue recibida con optimismo por la comunidad internaiconal, analistas opinan que el éxito de la reunión se verá recién dentro de 10 años. 

La jornada arrancó a las 9.30 hora local surcoreana (21.30 en Argentina), cuando el líder norcoreano, Kim Jong-un, cruzó a pie la línea de demarcación militar que divide las dos Coreas, un gesto trascendental, puesto que se trata del primer miembro de la dinastía Kim que técnicamente pisa suelo del Sur desde el final de la Guerra de Corea (1950-1953). 

Arrancó así una cumbre coreografiada hasta el más mínimo detalle en la que, además de tratar la mejora de lazos entre los dos países -técnicamente aún en guerra- y el establecimiento de algún tipo de tratado de paz, ambas partes se habían comprometido a buscar un acuerdo sobre la posible desnuclearización del régimen del Norte. 

El estudiado y consensuado programa de la cumbre, la primera entre las dos Coreas en 11 años, estaba destinado a seguir impulsando al máximo la distensión entre los vecinos. Entre las sesiones matutina y vespertina, Kim y Moon plantaron un árbol junto a un camino que en su día utilizó el fundador del grupo Hyundai, Chung Ju-yong (norcoreano de nacimiento), para visitar su pueblo natal y donar mil vacas a Corea del Norte cuando el país trataba de superar la durísima hambruna de los noventa.  La tierra empleada para abonar el pino procede de los volcanes Halla y Paektu, los picos más altos -y venerados- en Sur y Norte, y el agua usada para regarlo procederá del Han y el Taedong, los ríos que bañan respectivamente Seúl y Pyongyang. 

Del mismo modo, desde los platos del banquete que compartieron los mandatarios hasta los cuadros elegidos para decorar el Peace House (edificio donde tuvo lugar la cumbre), cada elemento fue una estudiada referencia a los principales símbolos comunes o personajes que han jugado un papel histórico en el acercamiento intercoreano. 

El resultado de este histórico encuentro supone en gran medida el punto de partida del previsto encuentro de Kim con el presidente estadounidense, Donald Trump, a principios de junio. Muchos analistas, en consulta preeliminar a la cumbre eran optimistas, aunque también consideraban improbable que se alcanzasen resultados muy concretos a corto plazo y destacaban que se trata sólo de un primer paso en el proceso de diálogo con Pyongyang. 

"Hace un año solo se hablaba de una posible guerra en la península, y ahora estamos ante una cumbre para tratar la desnuclearización y la paz permanente", destacó el investigador Cho Seong-ryoul, del Instituto surcoreano de Estrategia de Seguridad, quien confiaba en que la cumbre sea el inicio de una serie de reuniones regulares entre Kim y Moon. El profesor de Estudios Coreanos de la Universidad de Kookmin en Seúl, Andrei Lankov, adhirió al pensamiento de Cho: "El año pasado fue uno de los más peligrosos de las últimas décadas. Mucha gente subestima lo cerca que estuvo de estallar una guerra en Corea".

Los observadores coincidían en que este cambio radical ha sido posible por una conjunción de factores que incluyó la voluntad de supervivencia del régimen norcoreano y los papeles complementarios que han desempeñado los líderes del Norte y del Sur, así como el presidente estadounidense, Donald Trump.

A la hora de evaluar los resultados de esta primera cumbre, el punto clave es cómo clarificar el compromiso para la completa desnuclearización del Norte, destacó Kim Taehwan, profesor en la Academia Nacional de Diplomacia de Seúl. El también académico y asesor del presidente surcoreano Kim Joon-hyung sostuvo, sin embargo, que los pasos y compromisos concretos deben detallarse más adelante, y que en la cumbre de anoche lo esencial era enviar un fuerte mensaje conjunto en esa dirección. "Ahora no es el momento para hablar de una desnuclearización completa, verificable e irreversible, como reclama la línea más dura de la Administración Trump, sino de que se trata de mantener el movimiento iniciado para lograr esa meta a largo plazo", dijo este profesor de la Universidad de Handong. 

Lankov, por su parte, se mostró mucho más escéptico y calificó de milagro que el régimen decidiera abandonar sus armas nucleares, puesto que son, según dijo el profesor, la única garantía de su supervivencia. A su juicio, es más creíble que Corea del Norte aspire a reducir su arsenal y ralentizar o detener temporalmente su programa nuclear, dijo el académico, y así se trataría de una situación que permitiría mantener la distensión y con la que el mundo podría vivir. 

Otros analistas creen que Corea del Norte sí que estaría dispuesta a deshacerse definitivamente de sus armas nucleares siempre que se reconozca de forma internacional al régimen estalinista y se le den garantías de cara a su supervivencia. "Sería necesario que su sistema político fuera reconocido de forma internacional, y para ello tendrían que aprobarlo en sus parlamentos nacionales tanto Corea del Sur como Estados Unidos, así como Naciones Unidas a través de una declaración", afirmó Kim Yong-hyun, profesor de la Universidad de Dongguk. "Sólo entonces el Norte tendría la confianza suficiente para abordar esta discusión", subrayó este investigador especializado en la historia de las relaciones intercoreanas. 

Entre las concesiones que Pyongyang podría obtener a cambio figuran una relajación de las sanciones internacionales que pesan sobre el régimen, la reanudación de la cooperación económica con el Sur o una reducción de las maniobras militares de Seúl y Washington, destacan los analistas, que no obstante discrepan sobre si es lícito compensar al Norte. 

"Habrá que esperar cinco o diez años para ver si esta cumbre ha tenido verdaderamente éxito", sentenció finalmente Lankov, quien recordó las grandes expectativas que se crearon con los acuerdos alcanzados en las cumbres intercoreanas de 2000 y 20007, y posteriormente rotos.