(ATENCION: esta columna contiene abundantes SPOILERS sobre Avengers – Infinity War)

Las multitudes que estallaron las salas de Infinity War en el fin de semana extra large –y no es una expresión figurada: según las primeras cifras, el film superó largamente la barrera del millón de entradas— salían del cine con una serratiana sensación de vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta. La solidez del universo construido en los diez años transcurridos desde Iron Man permitió que los directores Joe y Anthony Russo y el megaproductor Kevin Feige le dieran forma a una de esas cosas que solo algunos se pueden atrever a hacer sin pagar el precio: una película de superhéroes que termina mal. Con todos su poderes y recursos, los Avengers y los Guardianes de la Galaxia no dan la talla frente a Thanos. Los buenos pierden. Hay que tener cojones para desafiar al público de esa manera.

No es la primera vez que sucede algo así en el género, claro. El Batman de Christopher Nolan ha tenido victorias amargas, bastante parecidas a derrotas; en 1980, quienes salían de ver El Imperio Contraataca no podían creer lo que acababan de ver, aun cuando el título ya venía avisando. Pero en esta era de guiones determinados por el marketing y el concepto de crowd pleaser, la movida de Marvel / Disney tiene su audacia. Por supuesto que hay una red de contención en los indicios de que, de un modo u otro, todo terminará reordenándose; la escena postítulos, aunque de paso liquida a otros dos personajes, abre la puerta a Captain Marvel, la superheroína más poderosa del MCU que terminará encargándose de Thanos y haciendo volver a los caídos. Pero eso será el año próximo, en una nueva entrega de Avengers aún sin título. Por el momento, al cabo de las ambiciosas dos horas cuarenta de Infinity War cayeron casi todos los Guardianes y una parte importante de los Avengers, ante la incredulidad de una audiencia que ve llegar los títulos y, como cuando se alejaba la nave de Boba Fett con Han Solo en carbonita, se pregunta cómo puede ser que todo termine así. Lo único que retiene el exaltado grito de “devuélvanme el dinero” es que acaba de ver otra fabulosa expresión de lo que puede el género fantástico en el cine del siglo XXI.

Porque más allá de su amargo final, Infinity War es otro festín marca Marvel. Es ocioso habilitar el debate de cuánto hay de “cine” en las producciones de puro FX. Tratándose de un sello dedicado el entretenimiento, aquí lo que importa es si el asunto entretiene. El pecado no es por momentos parecer un videojuego sino aburrir o volverse mecánico. Y el film número 19 en el Universo Marvel cruza a su abundante galería de personas con criterio y gracia, propiciando pullas entre Stark y Dr.  Strange, bravuconadas llenas de testosterona entre Quill y Thor, demorados reencuentros de Banner / Hulk con sus viejos camaradas (“¿¿Ahora tenemos un hombre hormiga y un hombre araña??”). Demora el nuevo cara a cara entre Stark y Capitán América tras la grieta de Civil War. Hace ingresar a los Guardianes a toda orquesta, cantando en su nave el “Rubberband Man” de The Spinners. Dosifica sacrificios previos al final como los de Gamora, Heimdall y Loki (“No es la primera vez que muere, pero me parece que esta vez no va a resucitar”, comenta Thor). Tiene a estrellas como Vin Diesel y Bradley Cooper dándole su voz a Groot –convengamos que en ese caso no supuso mucho trabajo-- y Rocket. Y como si nada, hace volver a la Pepper Potts de Gwyneth Paltrow (casi un cameo, pero un regreso al fin) e incluye a Peter “Tyrion” Dinklage como un enano enorme, buena alegoría sobre la condición del actor en Hollywood.

Y, sin dudas, tiene a un Josh Brolin brillante. Si el cine fantástico a veces abruma con sus villanos—porque—sí (¡soy poderoso y dominaré el mundo!), Thanos es muy claro en aquello que lo impulsa. Lo suyo es pura y aterradora ecuación matemática: si elimina a la mitad de la población, la otra mitad vivirá mejor. Eso se llama genocidio, apunta Dr. Strange en una escena casi shakespereana entre las ruinas de Titán, y Thanos lo admite pero señala que es un genocidio “igualitario”, randomizado, en el que no hay distinción entre los que caen. Como bien sugiere el afiche de Infinity War, Thanos es el verdadero protagonista de esta nueva entrega del universo superheroico. El dueño de la (ante)última escena, con un gesto satisfecho al sentarse a contemplar su obra. El responsable de que, en mayo del año próximo, la incredulidad por semejante derrota se traduzca en una nueva multitud en las salas. Otro carnaval superpoderoso: ¿el pochoclismo por antonomasia? Sí. Y a mucha honra.