"Comprendí de pronto que uno vive en un pedacito de mundo y que todo lo demás es sombra". Así reflexiona el narrador del cuarto de los cuentos que integran El taco de ébano, de Jorge Riestra (foto), un libro que da cuenta retrospectivamente de las cuatro estaciones de una vida. Jorge Riestra (1925 ‑ 2016) ha narrado como nadie la cultura nocturna y bohemia de la ciudad de Rosario; su obra es moderna y universal. En 1962, en Buenos Aires, El taco de ébano fue el volumen 102 de la colección "Los libros del mirasol" de Fabril Editora. Homo Sapiens lo reeditó en Rosario en 1997 y Ediciones del Viento en La Coruña, España, con éxito de crítica, veinte años después en 2007.

En 2016, como parte de la Biblioteca digital del Proyecto Territorio, Espacio Santafesino subió una edición electrónica que rinde homenaje a la austera tapa geométrica de la primera edición, e incluyó el cuento que da título al libro en la edición impresa de la antología Ciudades, campos, pueblos, islas. En 2017, la colección Confingere de UNR Editora reeditó el libro con un grabado alegórico del prestigioso artista Sergio Sergi (Trieste, 1896 ‑ Mendoza, 1973).

Queda así al alcance de nuevas generaciones de lectores la que sin duda es una obra maestra de la literatura. El cuento "El taco de ébano" introduce en un realismo documentalista un elemento mítico: un objeto de poder que transfiere su triunfo y su maldición a través de un linaje de billaristas. El "nosotros" que narra va construyendo un emisor complejo, al reportar las voces en que se astilla una informal comunidad urbana de adultos "ociosos" a la que el progreso desbanda.

El "progreso" individual entendido como rendición del hombre a los mandatos de su clase es el adversario de un íntimo "nosotros" de cuatro en el siguiente cuento: el impecable e implacable "Los años". En ambos relatos, la ciudad como espacio establece una alianza nefasta con el paso del tiempo, en el segundo caso para arrebatarle lo mejor de un joven a esas humildes deidades tutelares que son sus amigos. La inexorable traición de Carlos a sus afectos es contada en una prosa de oraciones cortas, como si el narrador se fuera quedando sin aliento a causa del dolor que le produce recordarla; dolor que el pudor acalla.

Los dos siguientes cuentos atemperan las tragedias de destino de los dos anteriores. "El último verano" sitúa en el ámbito rural un relato de educación sentimental púber que no cede al sentimentalismo; "Los viejos lugares" revisita la infancia en un viaje al pasado como arqueología de uno mismo. Allí Riestra pone en boca de uno de los personajes, Marcial, una máxima ("No basta con tener recuerdos. Además, hay que ser fiel a esos recuerdos") que rige toda su obra.