Dandy y poeta uruguayo, Roberto de las Carreras escribió Amor libre en el 1902, en pleno auge del anarquismo en el Río de la Plata, con el ojo puesto en la degenerada Paris y la lengua en el francés como idioma oficial de las perversiones más deliciosas. Nacido en 1873 y precoz participante del Modernismo y la Generación del 900, supo dar cauce a los típicos ademanes decadentistas del movimiento y su lenguaje barroco, con invocaciones a musas de la antigüedad (Safo y Afrodita incluidas), pero con una finalidad particular: acabar con una sociedad conservadora, dominada por el catolicismo (“una aberración idealista que se extendió por el mundo como la lepra”), machista, sexista y opresora de la mujer. 

Cuentan las buenas lenguas que en una ocasión Roberto encontró a su esposa Berta (con quien se había casado para salvarla de su reclusión en un convento) con otro hombre en la cama. La ley uruguaya habilitaba al marido a asesinar a la pareja adúltera, pero Roberto optó por la opción menos esperada para el macho de aquél entonces: celebró el adulterio, maldijo el matrimonio, felicitó a su mujer y se dedicó, con la pluma afilada que refleja el libro, a militar activamente por la liberación femenina y el sexo libre para denunciar el fraude de la monogamia y el primitivismo de los celos, invocando fiestas orgiásticas para todos y todas, la aniquilación del macho y de la masculinidad burguesa, el rechazo a la maternidad obligatoria y del cuerpo femenino como propiedad privada del hombre, elevando una proclama de la libertad irrestricta de todo deseo porque “la Moral Anárquica, pura como el Éter, nada puede imponer”.

El vanguardismo de Amor libre se presenta ya en su formato: una serie de tres entrevistas imaginarias, que Roberto bautizó como “interviews voluptuosos”, en la que declama desaforado, entre el erotismo y la excitación, admirar “a la rebelada, que, con un valor de impulsiva, hace saltar las cadenas de su sexo y sueña, volviendo femenino el ideal de Nietzsche, con ser ‘¡una carnívora voluptuosa errando libremente!’”. Autoproclamado feminista, Roberto le dio a Berta el protagonismo de un anarcofeminismo salvaje que soñaba con cambiar el mundo o, al menos, a la conservadora sociedad montevideana, hasta el punto de reproducir en sus palabras sus fantasías de fluidez de género o un harem de hombres desnudos de quienes disponer cual dominatrix, no sin dejar entrever por momentos, en esa desmedida exaltación dantesca de sí mismo, ciertos ademanes patriarcales propios de la época que, paradójica y justamente, Roberto deseaba destruir. 

En una carta a su mejor amigo y escritor Julio Herrera y Reissig se definió como “la quintaesencia del anarquismo, dinamita de rebelión, paradoja contra los imbéciles”. Más como postura estética que política, el anarquismo de Roberto de las Carreras y sus desenfrenos libertarios fueron injustamente olvidados poco tiempo después, probablemente por el destino trágico que ocupó sus últimos 50 años: la reclusión permanente en un manicomio, esos que el Estado puso tan de moda durante el siglo XX. En una cuidada edición acompañada por el trazo gordo y firme de las ilustraciones de Carolina Ocampo, esta nueva publicación de Amor libre representa un llamado a revitalizar el espíritu revolucionario, desbordado e incorregible.l

Presentación: lunes 7 de mayo a las 18.30 en el Stand de Montevideo de la Feria Internacional del Libro, Av. Sarmiento 2704