En 2016, buena parte de las cosas más interesantes de la historieta argentina sucedieron en Rosario. Más todavía: casi todo eso que pasó o se hizo allí tuvo como protagonistas a figuras emergentes de la tinta, editores jóvenes o autores nóveles. Basta un pequeño listado para entender la extensión de la movida:

  • El festival Crack Bang Boom siguió bancando los trapos y, en un año jodido para los eventos (capotó Comicópolis), se las arregló para crecer un cachito más.
  • Se armó el colectivo editorial Asedio, que reúne a tres sellos de la ciudad (Rabdomantes, Fog of War y Ouroboros) y se suma a otras experiencias colaborativas como Nueva Historieta Argentina o Big Sur (que ya tiene otros emprendimientos rosarinos, Szama Ediciones y Términus).
  • Todos esos sellos tuvieron saltos importantes en su producción, en cantidad o calidad. Algunos pasaron de hacer sólo revistas a publicar libros y otros que eran proyectos incipientes armaron ya un catálogo copado.
  • La Editorial Municipal de Rosario lanzó un concurso y a sus ganadores les publicaron cuatro fanzines; con ISBN, distribución y toda la bola, pero fanzines al fin.
  • En un año en el que el Estado colaboró bastante menos con el universo comiquero, los subsidios culturales Espacio Santafesino, que hace dos años ayudaron en la aparición de Szama y éste empujaron la conversión de revista Términus en Términus Libros y del Festival Furioso de Dibujo (que a veces queda planteado como contrafestival de CBB) en la Editorial Furiosa (que aún no publicó historieta, aunque sus responsables prometen que el año que viene).
  • Toda esta movida resultó en que Rosario tenga su propia distribuidora especializada para llevar los libros más allá de los límites de la ciudad: Multiversal, del periodista y agitador cultural Mariano Abrach.

Todo eso pasó en 2016. Y lo que no empezó este año, se consolidó o creció exponencialmente. Algo hicieron bien.