¿Cómo le va lector, cómo anda lectora? ¿Festejando los aumentos tarifarios? ¿Ah, no? ¡Pero qué pena! Se ve que ustedes no entienden, ya no el mensaje de la Revolución de la Alegría que nos gobierna, ni aquel rezo de “Bienaventurados los pobres”, ni el mensaje de otro hombre, que también intentó cambiar el mundo, y que nació un día igual al de hoy, pero hace justo, justo, 200 años. O sea solamente 100 años más de los que nos endeudó nuestro Ministro de Evasienda.

Hablemos de ese hombre: Karl Heinrich Marx

El origen de la familia

Karl era descendiente de varias generaciones de rabinos.  Y él mismo, era judío. Fue bautizado como luterano, para eludir el antisemitismo. Sin sentido. La historia nos muestra que cuando los antisemitas persiguen a los judíos, persiguen a todos por igual. No discriminan entre los judíos judíos, los judíos católicos, los judíos ateos, los judíos luteranos los judíos psicoanalistas o los judíos humoristas.

Karl Marx nació el 5 de Mayo de 1818, o sea, solamente un día (y 38 años) antes de Sigmund Freud. Le corresponde por lo tanto  (a Marx, y también a Freud) el signo zodiacal de Tauro, el Toro, Quizás eso explique, como contradicción dialéctica, su predilección por las banderas rojas.

En el horóscopo chino, es Tigre. Esto se contrapone obviamente con el “Toro” zodiacal, lo que explica las diferentes interpretaciones del marxismo entre los chinos y occidente.

Cuando nació Karl, los Marx ya tenían un hijo llamado Moritz. Al parecer, no existía ninguna consigna que dijera “hasta que todos no tengan un hijo, nadie tendrá derecho a tener dos”. Luego vinieron Sophie, Hermann, Henriette, Louise, Emille y Karoline. Las 5 niñas eran muy unidas, y  fueron conocidas como “las hermanas Marx. Dicen que Karl a la hora de dormir  les contaba cuentos de terror, que siempre empezaban con la frase “Un fantasma recorre Europa…!”

Podemos imaginar a su padre, Reb Hirschel, (devenido Herr Heinrich al convertirse al luteranismo)  proyectando alguna clase de futuro para el pequeño Karl. Sin duda, lo más parecido a un rabino, pero sin ser religioso, a lo que podía aspirar un joven judío luterano, era a ser abogado (aún no existía el psicoanálisis).

El pequeño Karl tomó la idea de su padre como una de sus posibilidades (tesis), la refutó a partir de sus propias ganas de ser filósofo (antitesis), de lo que salió la tercera opción: la de ser un niño con inquietudes (síntesis).

También podemos imaginarnos a Henriette, madre judía al fin, sobreprotegiendo a su hijito, alimentándolo como si fuera una multitud, dándole mucha más comida de la que realmente él necesitaba. Y es posible que el pequeño Marx, frente a una cantidad desmesurada de pescado, dijera “No me des pescado, enséñame a pescar”  y/o: “Por favor mamá, no me des tanta comida, a cada uno hay que darle de acuerdo a sus necesidades.”

Es posible que Henriette le haya dicho: “Come, Karl, come, que hay muchos niños hambrientos sobre la tierra que quisieran tener el alimento que tienes en tu plato y estas despreciando.”

Es improbable, pero para nada imposible, que de estas experiencias infantiles se haya nutrido el pequeño Marx, ya no de comida, pero sí de ideas acerca de cómo una pequeña cantidad de hombres se come el alimento del resto.

No deja de resultarnos extraña la imagen de la burguesía reclamándole al proletariado que se ponga un saquito por si refresca. Pero ya sabemos como es lo inconsciente.

¿Existen las clases sociales, o son los padres?

Podemos imaginarnos al pequeño Karl haciéndoles esa pregunta a sus progenitores un cinco de enero a la tarde. Nos preguntamos, por otra parte, si antes de Marx existían las clases sociales. Creemos que no, sobre todo en lo que se refiere a los pobres, que no eran vistos como posible mercado, Al no tener poder adquisitivo alguno,  la única forma que tenían de participar en el mercado era como mera mercancía. Nadie fabricaba cosas para venderles a los pobres, y si alguien lo hubiera hecho, se hubiera fundido rápidamente.

El hombre nuevo

Karl Marx nació en Treveris, Alemania, en mayo de 1818, o sea que se perdió la Revolución francesa por casi 40 años, y al mayo del 68 llegó unos 150 años temprano. A la Revolución Soviética llego solamente unos 100 años antes, y por otra parte, aun si hubiera vivido en esos tiempos, Marx no hubiera estado allí,  ya que el predijo que la Revolución Soviética ocurriría en Inglaterra o en Alemania, países más aptos para una revolución obrera, por el mero hecho de tener obreros.

Rusia tenía solamente campesinos y le hubiera costado muchísimo dinero importar la cantidad de obreros necesaria para que pudieran hacer una revolución. Además el gobierno Zarista prefirió invertir esas sumas en su propio placer aristocrático, postergando la revolución hasta que los campesinos fueran convencidos por el Partido de disfrazarse de obreros. O  que simplemente la hicieran vestidos normalmente

Parece que, al revés de lo que predijo Marx, allí tenían primero que “Hacer la revolución” y recién después convertirse de “campesinos explotados” en “obreros explotados”.

Quizás el lector se pregunte para qué querría un campesino explotado convertirse en obrero explotado. La pregunta no deja de ser interesante, pero evidentemente está descontextualizada. Así como Karl Marx llegó un siglo adelantado a la revolución, nosotros llegamos en 2018, o sea un siglo después, por lo que no podemos entender fácilmente el contexto de aquellos tiempos

Quiero decir que cuando a fines del siglo XIX y principios del XX se les decía a los oprimidos que “no tenían nada que perder, excepto sus cadenas”, la respuesta popular solía ser un gran signo de pregunta, ya que la mayoría de ellos no tenía el poder adquisitivo suficiente para acceder, no digamos a una cadena, ni siquiera a un anillo de modo que si lo único que tenían que perder eran las cadenas, no tenían realmente nada de nada.

Distinta era la situación un siglo antes, en 1818  cuando nació Karl Marx. Muchos obreros si lucían cadenas, pero no eran de su propiedad. Las alquilaban, y como eran  caras, entre varios trabajadores alquilaban una, a la que permanecían todos engarzados. Entre todos, por otra parte, pagaban el alquiler de las cadenas trabajando día y noche para el dueño de la cadena.

Cada trabajador era entonces un “eslabón” de la cadena, y se los conocía como “eslabos” pero para que no se los confunda con los “eslavos” (habitantes de Eslavia, unidos o no con cadena de acuerdo a la clase de cada uno) se le agregó una “c” ( inicial de cadena) y se los llamo “ esclavos”.

Los trabajadores de ese tiempo se dividían en dos grandes grupos, los que eran esclavos, y los que también, pero no lo sabían

Por eso en ese tiempo hubiera sido difícil entender el concepto “Trabajadores del mundo, uníos” dado que muchos de ellos ya estaban unidos, grilletes mediante.

¡Por Dios! (que no existe)

Sabemos que Karl Marx era ateo, pero ¿En qué Dios no creía?, ¿En el de los judíos, o en el de los luteranos? Heinrich Marx, al volverse luterano, no solamente salvó a sus hijos de las persecuciones antisemitas, sino también de las circuncisiones semitas. Para Marx el prepucio nunca fue un medio de producción cuya propiedad estuviera en disputa. Jamás se le ocurrió pensar que la circuncisión pudiera ser un medio de dominación, de alienación, usado contra los proletarios.  No pensó que podía ser un claro mensaje de los poderosos hacia los débiles ¿qué más débil que un niño de 7 días de vida?, diciéndoles, incluso a nivel inconsciente: “Ahora te sacamos solamente un pedacito, pero si te rebelas contra nuestras reglas, si intentas algo que conspire contra el orden establecido, te vamos a quitar el resto.”

Conclusión

Pasaron 200 años y el mensaje de Marx sigue tan vigente como siempre. El materialismo dialéctico  ha sido estudiado minuciosamente, y aplicado tanto por quienes se embanderaban con la hoz y el martillo, como quienes lo hacen en “el globo amarillo”. En el caso de los primeros, cantaban la Internacional, y proponían la lucha de clases. Los segundos, cantan La Multinacional, y también dividen a las clases, ellos se quedan con el materialismo, y les dejan a los humildes la dialéctica, o la posverdad, que no tiene nada que ver, pero van y los votan igual

Hasta la victoria, o hasta la próxima columna, lectores y lectoras del mundo.

@humoristarudy