Corto, contundente. Como un sopapo en plena calle de faroles rotos por un piedrazo. Así es Ahora y siempre, el flamante disco de la Fernández Fierro (ya sin el “Orquesta Típica” en su nombre, gesto más que simbólico en una época en que para el tango proliferan las típicas de distintas corrientes), disponible en plataformas digitales y por moverse en formato físico por estos días. Ahora y siempre es un retrato de estos tiempos intensos, llenos de broncas y angustias. Pero no es un disco derrotista. En todo caso, se propone como un tango de resistencia. Cuando Julieta Laso canta “Miedo es todo lo que hay / miedo es todo lo que tengo” en la canción que da nombre a la placa y que entronca la actividad del grupo con la consigna del Nunca Más y los hilos que unen lo más nefasto de la historia argentina, no está hablando de parálisis. Está recordando que se viene el momento de plantar banderas. Si los cuervos del pasado volvieron, Laso le pone voz al pedido de recordar a los ausentes y honrar su memoria a toda máquina.

Por momentos, la cantante de la orquesta parece recitar más que cantar. Sucede desde “Subrealidad”, que abre la placa, y el yeite se reitera a lo largo del disco. Ese gesto le impone una gravedad aún mayor a las letras –de los compositores del grupo y de compañeros de generación como Lele Angeli, Cintia Trigo, Lucas Ferrara o Santiago Bottirolli–, sobre la base densa que alternan bandoneones y cuerdas. Ese cantar recitado en algunos temas se convierte en enumeración, como planteando un estado de cosas o presentando una declaración de principios. Pero si “Ahora y siempre” nomina al disco y permite decodificar el planteo coyuntural e histórico del grupo, es “Demolición” el que sintetiza el espíritu combativo de la propuesta: “De ahora en más no hablará el corazón / gritará la violencia / su lenguaje de oscuro rencor / sus heridas abiertas”.

Suele decirse que el tango era una manera de caminar Buenos Aires. Si eso es cierto, escuchar a la Fernández Fierro corrobora que las calles porteñas ya no se recorren con el andar de un dandy empilchado y con zapatos de baile (notable curiosidad que una orquesta con el tempo fijo tan claro se piense a sí misma y su producción tan divorciada de la pista milonguera). Tampoco con traje de fin de semana ni alpargatas. Ahora hay borcegos con tachas pateando baldosas flojas y puteando contra las mezquindades, la lluvia y el humo de los autos. Ahora hay frenazos intempestivos y violencia policial por denunciar. Así, la banda expresa esto llevando la yumba pugliesiana al extremo, lo que emparenta sus acentos con el más gutural headbanging rockero.

Del rock surgen las otras claves para entender musicalmente la propuesta de la Fernández Fierro. Por un lado, porque es más fácil entender sus melodías no como tales, sino como riffs. Por otro lado, porque Ahora y siempre profundiza aún más la búsqueda sonora de la orquesta y lo explora por el lado de la distorsión (ahondada en Estudios Ion con la muñeca de Walter Chacón), con los sonidos de las cuerdas cortos, como rabiosos, y los bandoneones empujando. Es que, según detalló el ingeniero de sonido, hasta la voz de Laso tiene una pequeña distorsión. Algo que Yuri Venturín, director musical del grupo, explica que se desarrolló a lo largo de los años arriba del escenario y metiendo mano a la amplificación de los instrumentos, que inevitablemente altera el sonido.

Además de “Ahora y siempre” y “Demolición” (ambas composiciones de Venturín y Flavio “el Ministro” Reggiani), del disco conviene destacar “6.25” (C. Trigo), “Astiya” (L. Ferrara) y “Otoño” (L. Angeli). El primero es un enérgico rechazo a la rutina alienante de la oficina que no necesita ponerse beatnik para dar ganas de mandar todo al cuerno. Los otros pertenecen a sendos integrantes del Cuarteto La Púa. “Astiya” tiene una energía difícil de aprehender, pero que inunda en la escucha (y ese estribillo sencillo, “Araca corazón / astiya / la suerte” es entrador como pocos). “Otoño” se resignifica potentemente con su “quiere ser niña y no mujer” cantado por Laso. Y finalmente, “Brujos y científicos” opera como un cierre más arriba, celebratorio de los artistas contestatarios y por fuera del mainstream.