A los integrantes de Las Armas Bs. As., el término “prolijidad” les provoca una leve reacción alérgica. Sentados a la mesa de un bar de diagonal 74, esa arteria vital que atraviesa a La Plata de un extremo al otro de la cuadrícula, hablan del flamante El camino no elegido. Y el adjetivo surge mientras ensayan descripciones del proceso de grabación. “El desafío en este segundo disco era profundizar el sonido de la banda desde otro nivel de producción. El primer disco era más sanguíneo, en este se pierde un poco esa cuestión. Pero fuimos más concretos, más directos: tiene un poco más de aire y también menos texturas. El desafío era seguir siendo Las Armas, pero no sonar igual”, dice el guitarrista y cantante Ramiro García Morete, alias Míster. “Si hay algo que se modificó es que queríamos ser más fidedignos con lo que grabamos. ‘Prolijos’ es una palabra con una carga simbólica no muy generosa, pero ser fidedignos era lo más experimental que podíamos hacer”, completa.

El trío había registrado su álbum debut “de un modo casi inenarrable”, con una notebook obtenida gracias al plan Conectar Igualdad y una serie de plug-ins gratuitos bajados de Internet. Así y todo, el Vol. I cosechó buenas críticas más allá de los límites de la comarca. Esa colección inaugural de blues, soul y rock había surgido en condiciones precarias, pero generaba un nuevo magnetismo. Lo probado, pasado: esta vez decidieron modificar las reglas. “Ahora fue transgresor ocuparnos de la preproducción, tocar con clic, hacer una misma toma tres veces”, explica García Morete. “El oído estaba puesto en cosas que antes se habían salteado un poco, quizás por su búsqueda estética. Yo quería profundizar en eso, porque entendía que iba a jugar a favor de lo artístico”, completa el productor Lucas Gregorini, que se terminó convirtiendo en el cuarto integrante de la banda, que completan el baterista Joaquín Inza y el bajista Ezequiel Gómez Santa María.

El resultado se puede escuchar como una evolución musical que encuentra en la potencia y el nivel de detalle sus atributos principales. “Hay un principio básico de cualquier construcción narrativa o de cualquier acto físico, que dice que la potencia es intensidad sostenida. Y este disco funciona como un relato en el que, esencialmente, hay eso: intensidad sostenida”, define García Morete. “Cuando llegamos al mastering no hubo mucho debate: sonaba limpio y poderoso”, apunta Gregorini. “En vez de ‘Sucio y desprolijo’...”, bromea el cantante. “Parece la propaganda de un producto de limpieza. ¡Limpio y poderoso!”, completa Inza. La influencia de Pappo’s Blues también dice presente a la hora de los chistes. El álbum, cuentan, podría haber seguido la escuela del legendario trío del Carpo y titularse Vol. II. “El Vol. I giraba en torno al número uno, al único, al universo. Y este es más binario, dialéctico”, lo describe el violero y vocalista.

Otro de los cambios operados por el grupo bautizado en honor a un reconocible pueblo bonaerense se podría ubicar a nivel geográfico. “Hay ciertas modificaciones con respecto a las líricas, aunque no fue algo cavilado porque nada de lo que hacemos lo es. Somos una banda de rocanrol, no pensamos demasiado”, afirma García Morete. “En el disco está presente la ruta, pero bajamos un poco los decibeles porque empezamos a entrar en el conurbano”, ilustra. “En el Vol. I estaban más presentes la ruta y el campo. Y ahora empezamos a entrar en la autopista, en la ciudad”, coincide Inza. “La oscuridad pasa por otro lado, es mucho más concreta. Ya no es la noche inmensa, el silencio y el hombre solo”, continúa García Morete. “Hablamos de las relaciones, del camino elegido: a veces con orgullo, como pasa en “Blues del Gato”, mientras que en otras, como “Blues de la Calchaquí”, se escucha a alguien bastante decepcionado con la dirección que tomó.

Lanzado “no por casualidad” un 1ro de mayo, con un foto de tapa que sugiere de manera sutil la figura del Gauchito Gil, el álbum remite desde el título al poema “The Road Not Taken” de Robert Frost, uno de los maestros de la poesía estadounidense. “En realidad tiene dos traducciones, porque una sería ‘El camino no tomado’ y la otra ‘El camino menos elegido’. El poema original también plantea la elección o el dilema. Y nosotros jugamos con las dos ideas: el camino que tomamos y el que no. Una interpretación acotada sería que celebramos que seguimos el camino difícil. Y aunque hay algo de eso, no es una cuestión cerrada: no decimos que es la única que va”, tira el cantante. “El tema ‘La Policía Emocional’ es un elogio a aquello que decía Artaud de la vida con signos de pregunta. Lo que cantamos lo escribe una voz narrativa. Las canciones están llenas de ficciones que, obviamente, tienen una parte nuestra, pero no damos respuestas: somos una banda de rocanrol”, insiste.

“El Blues de la Calchaquí” introduce un paisaje característico del conurbano bonaerense, equidistante entre los paisajes platenses y porteños. “Las Armas nace como una forma de decir incluso desde el nombre, que tiene varios sentidos”, explica García Morete. “El rock no puede ser nunca hegemónico, es periférico por definición. Y a la vez, dentro del ‘rock platense’ o de la idea que se tiene desde afuera, nos sentimos parte en cuanto a lo afectivo, pero no en cuanto a lo estético. Son bandas amigas, son circuitos que también transitamos. Pero el rock platense no es sólo el que pertenece a las universidades, también tiene que ver con otros sectores, otros barrios”. Y al toque aclara que “cualquier construcción artística tiene un imaginario del que se sirve, pero en realidad se refiere a tópicos universales como el amor o la muerte. Yo no sé si David Bowie tendría que haber transitado Marte para escribir sus canciones: estaba hablando de otra cosa”.

El disco cierra con “El Futuro es una Mujer Negra”, un prisión blues que contiene una doble cita implícita: “Woman Is the Nigger of the World” de Lennon y “Cantata de puentes amarillos” de Spinetta. “Mañana es mujer”, canta y resume García Morete. “No somos una banda que esquive ni los grandes tópicos ni los grandes referentes. Nuestras canciones están llenas de citas musicales y líricas. Porque uno es fatalmente uno. Lo mejor que pasa en el rock es ese accidente que ocurre entre lo que uno quiere hacer y lo que termina saliendo”, dice. “No tratamos de ser originales o vanguardistas. Pertenecemos a la tradición de la música popular. Y es genial, porque siempre está viva: aunque quieras, nunca va a ser igual. Así que todas nuestras ideas son, en parte, de otros. Pero nadie las interpreta como nosotros”.