“Sean realistas, pidan lo imposible”, “La imaginación al poder”, “Hagan el amor y no la guerra”, decían los carteles en las calles del Barrio Latino de París. Esas frases pertenecían a los estudiantes que en mayo de 1968 cuestionaron la ausencia de libertades individuales, el consumo, la rigidez del poder, entre muchos otros reclamos y que, junto a los obreros, transformaron la historia de Francia. Tres de los líderes del levantamiento estudiantil mantuvieron sus convicciones, no sin contradicciones, canalizando la rebeldía dentro de los márgenes del sistema. Dos de las caras juveniles más visibles asumieron cargos políticos. Daniel Cohn-Bendit, entonces jefe de las filas de los estudiantes de la Universidad de Nanterre se desempeñó como diputado ecologista en el Parlamento Europeo (de 1994 a 2014); Alain Geismar, ex secretario general de los profesores, fue inspector de enseñanza en el gobierno socialista de Lionel Jospin a fines de los noventa. El tercero, Serge July, se dedicó al periodismo: junto a Jean-Paul Sartre fundó el diario Libération, del que fue empujado a renunciar en 2006.

Durante décadas, el retrato de estudiantes rebeldes que usaban camisas con cuello Mao acompañó a los referentes del Mayo francés. Fue el caso de “Dany el Rojo”, a quien luego los medios llamaron “Dany el Verde”, por pasar de ser anarquista a militante ecologista a partir de los años ochenta. Aquel joven pelirrojo fue expulsado de Francia por el gobierno de Charles De Gaulle y se mudó a Alemania. En 2008 Cohn-Bendit escribió el libro Olvidate del 68 en el que sostuvo que el mundo de hoy no es más el de las rebeliones de los 60. “Cambiaron nuestras sociedades. Culturalmente nosotros ganamos” aseguró, destacando que la libertad sexual y de las costumbres ya fueron satisfechas. Al mismo tiempo, dijo que el fracaso fue político. “Las rebeliones de los años 60 en Europa liberaron a las sociedades, pero fracasaron nuestras concepciones políticas, como el socialismo y la autogestión”. Hoy Cohn-Bendit simpatiza con el el gobierno de corte liberal de Emmanuel Macron. 

Julio César Neffa, investigador del Conicet, estudiaba en Francia cuando sucedió ese movimiento contra el imperialismo, la guerra de Vietnam y la falta de libertades. Neffa intenta echar luz sobre el perfil ideológico de los referentes estudiantiles. “Los líderes de la revuelta se reclamaban del socialismo, pero detestaban el estalinismo y proponían el socialismo libertario autogestionado, de lo que no había muchos ejemplos en el mundo, solamente en Yugoslavia y atisbos en Argelia, que acababa de lograr su independencia después de varios años de lucha armada.”.

Neffa señala a PáginaI12 que los grandes cambios que se produjeron en el mundo impactaron en esa generación en Francia. “Tenía vigencia la revolución cultural china y el librito Rojo de Mao era un best-seller, moralmente apoyaban la residencia de los vietnamitas, la revolución cubana era vista como una gesta heroica que desafiaba el imperialismo”. Y agrega: “muchos de los líderes asumieron cargos políticos y fueron diputados por partidos ecologistas. Pero muy pocos se proclamaron comunistas”. 

Alain Geismar era, en 1968, secretario general del Sindicato Nacional de Enseñanza Superior SNE-Sup. En su biografía figura que en 1970 cumplió 18 meses de cárcel por militar en un partido ilegal, Izquierda Proletaria. Siempre estuvo vinculado al Partido Socialista. En 1990 fue designado inspector de enseñanza en el gobierno socialista de Lionel Jospin. En un reportaje que publicó recientemente el diario El Mundo, Geismar, a sus 78 años, destaca el imaginario revolucionario de su generación. “Sentíamos que las dimensiones del fenómeno eran revolucionarias. Antes de 1968, en Francia creíamos que una revolución sólo podía ser como las de 1789 o 1917. Y, a principios de 1968, antes de la revuelta, hablar de revolución sonaba francamente ridículo. Pero cuando ocurrió lo que ocurrió, es decir, la conjunción de jóvenes, universidades y obreros, todo pareció posible.”

No fue una revolución en sentido pleno, porque no cambió el modo de producción. Así lo cree el profesor Neffa. “Pero sí cuestionó a fondo la sociedad francesa que era muy tradicional en cuanto al sistema de enseñanza, las manifestaciones artísticas y sus normas de consumo, cristalizadas en el auto, la televisión, el consumo de bienes de lujo”.

Serge July dirigió el diario Libération en sus mejores épocas consagradas al progresismo. Sin embargo, en la década del 80, el intelectual contestatario impulsó una transformación del matutino para ampliarlo a lo que hoy podríamos llamar una izquierda socialdemócrata. July renunció en 2006 empujado por los capitales privados que entraron en el paquete de acciones del diario. Fue el accionista Edouard de Rothschild, quien lo forzó a dimitir (tenía el 38,8 por ciento de las acciones en ese momento). “El jefe de orquesta que fui les dice adiós. El periodista que fui también, infinitamente triste de no poder más escribir aquí” dijo en su discurso de despedida. En Francia se dice que July “fue descubierto por Sartre y despedido por Rothschild”. Un heredero de un imperio financiero desplazando a un referente del Mayo del 68. Toda una ironía en la historia de la Francia moderna.

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