Que la cruzadita, que cuántas te clavaste hoy, que la que me voy a hacer pensando en vos. El chiste y la paja: monopolio de los varones, de los machos a los que su cuerpo les pertenece. La masturbación como código masculino y tabú femenino. Las mujeres no se tocan, no se disfrutan, no se gozan. Y todos los poderes enseñan a las mujeres a tener su cuerpo a raya, a esconderlo, a sugerirlo en el mejor de los casos, y siempre a odiarlo: por menstruante, por demasiado gordo o demasiado flaco, porque solo está para satisfacer a ese macho al que siempre debemos tener caliente. Sino, culpa nuestra. Y claro, ¿cómo nos vamos a tocar? ¿Cómo vamos a provocarnos satisfacción con nuestras propias manos? Manos destinadas a tocar a otros, pero no a nosotras. Por estos días, en Abasto, en el Abasto de Gardel y Luca, ahí, en un bar de esos donde las noches no terminan, se puede ver la muestra, el ensayo fotográfico de Julia Flurín con selección de textos de la poeta Virginia Janza: “Yo misma: historias de mujeres que se masturban”. Un recorrido fotográfico-literario de mujeres que se tocan. 

“Empecé a preguntarme sobre el momento en que la mujer perdió la soberanía sobre su cuerpo. En qué momento la sociedad tomó el mando del cuerpo de las mujeres. Así es como me puse a reflexionar sobre la construcción de nuestra relación con el cuerpo. Desde cómo nos miramos, nos valoramos y nos aceptamos. Tomé la sexualidad como punto de análisis para reflexionar sobre esa construcción, e inevitablemente pasé por el contraste de la relación de los varones con el suyo. Por todo esto me pareció que la masturbación era una práctica significativa para reflejar todo lo que había podido reflexionar en estas búsquedas. A su vez quería ser coherente con esta idea del respeto por el cuerpo de las mujeres, por su privacidad, incluso. Por eso se me ocurrió contarlo en formato de ficción y armar el ensayo junto con los textos literarios que me habían acompañado durante el proceso previo a la producción de las fotos. Así nació la idea del formato”, cuenta Julia Flurín, fotógrafa y feminista. 

Mujeres gozando: en la cocina, en el baño, en el parque, en un sillón. Todas gozosas, gozantes, menstruando o embarazadas, pero pajeras. Julia Flurín fotografió a trece mujeres y creó para cada foto una atmósfera especial. Desde el parque donde una embarazada busca su clítoris debajo de una panzota enorme hasta una radiografía donde se ve claramente un útero con un diu, un cierre bajo y los huesos de la mano buscando. Porque tuvimos que buscar. Nadie nos enseñó cómo, no existía entre las mujeres la complicidad de vestuario donde se hablaba de la paja, dónde nos decían dónde o cómo. Que el bidet, que la ducha, que un asiento de bici bien caliente y en punta, que nuestras propias manos a nuestro placer. Nadie nos enseñó. Las fotos dialogan con los textos: Silvina Ocampo, Clara Obligado, Marosa di Giorgio, Rosa Cantero, Lorena Suez y Virginia Janza le ponen palabras al placer solitario y privado de masturbarse. 

Una de las fotos más potentes, tanto fotográfica como literariamente, es la que tiene como protagonista a la poeta Rosa Cantero, donde se la ve acabando en un sillón con el libro de Clara Obligado, “Las hijas de Marx”. Rosa, poeta porno criolla que acaba de cumplir 70 años, se pone el libro sobre el pecho, abre la boca, cierra los ojos y se mete la mano en el pantalón. No hay edad para la paja y no hay paja sin palabras. Todos los que en este caluroso verano porteño vayan por una birra a Le Troquet en pleno Abasto, sentirán otro calor. El de la masturbación femenina. Todo el bar empapelado de mujeres tocándose. El poder de la paja es infinito, es el de la liberación. ,

“Yo misma. Historias de mujeres que se masturban” –Ensayo fotográfico de Julia Flurín–. Con selección de textos de la fotógrafa y de Virginia Janza. En Le Troquet de Henry, Guardia Vieja 3460.