El pueblo argentino ha logrado una nueva “conquista social enorme”, señaló  el vice presidente del Banco Central, Lucas Llach. Se trataría de la “primera vez en 208 años de vida independiente en que tendremos una corrección del TCR ante un shock internacional... sin control de capitales y sin cambio de régimen”, explicó, eufórico, por las redes sociales. 

La afirmación de Llach parece un poco fuera de la realidad. No sólo por su desconocimiento histórico, ya que no hay que remontarse dos siglos, sino apenas una década, para observar que en 2009 el peso se devaluó casi un 30 por ciento ante un “shock internacional”, como la baja del precio internacional de las materias primas, “sin control de capitales y sin cambio de régimen”. También es desafortunada por la visión extremadamente optimista del resultado de una corrida cambiaria que en un mes provocó la caída del 15 por ciento de las reservas, elevó la tasa de las Lebac del 26,3 al 40,0 por ciento, devaluó el peso en casi 20 por ciento y llevó al gobierno a un pedido de auxilio al FMI. 

Tampoco su interpretación de los sucesos parece tener claridad. Si se tratara de una corrección del tipo de cambio real (“TCR”) ante la suba de tasas de los bonos a 10 años de Estados Unidos (“shock externo”), hubiera bastado con que el Banco Central dejara subir fuerte el dólar en un principio, pasando luego a intervenir en forma clara para fijar un precio de referencia, como lo hizo finalmente. De esa manera, se hubiera reducido la pérdida de reservas y se hubiera evitado el pedido de un crédito al FMI con el costo social y político que ello implica. Es decir, estaríamos ante un escandaloso caso de la mala praxis del Banco Central, por lo que Llach y su jefe, Federico Sturzenegger, deberían dar humildemente un paso al costado, en lugar de sacar pecho y festejar por las redes sociales.

Pero los hechos vividos en las últimas semanas son más graves que un simple reacomodamiento cambiario ante un shock externo. La corrida puso de manifiesto que la macrieconomía descansa sobre dos bases que empezaron a derrumbarse: el endeudamiento externo y el ingreso de capitales especulativos. Los problemas estructurales que generaban la escasez de dólares durante la gestión de CFK (déficit energético, industrial, de turismo, pagos de intereses de la deuda restructurada y fuga de capitales) lejos de solucionarse, se gravaron en los dos años de gestión M. Pero los dólares se obtenían de la toma de créditos externos y la atracción de capitales especulativos que inducía el subsidio a la renta financiera vía Lebac.

La colocación de deuda voluntaria encontró su límite, hecho que muestra el pedido de un crédito al prestador de última instancia: el FMI. La bicicleta logró estirarse a un costo muy alto gracias a la irrupción de dos fondos financieros que buscaron evitar la desvalorización de sus activos en el país, a la espera de emprender la retirada cuando comiencen a ingresar los dólares del FMI. El financiamiento de la retirada de los grandes grupos por el FMI, lo pagaran los 40 millones de argentinos que sufrirán un ajuste de sus ingresos, como exige el organismo a cambio de sus créditos.

@AndresAsiain