Decenas de cadáveres palestinos se amontonan en la Franja de Gaza. La Embajada de Estados Unidos abre sus puertas en Jerusalén. Los dos hechos generan críticas generalizadas de la comunidad internacional. En la ONU se habla de los crímenes de guerra de Israel. Pero en ese país a un club de fútbol parecen no importarle esos muertos. Al contrario, le agradece el gesto al presidente de EE.UU. que agravó el conflicto. Se agrega el nombre del magnate xenófobo en homenaje. Desde esta semana se llama Beitar Trump Jerusalén. Semejante decisión puede ser un camino de ida hacia cualquier lugar. La anunció su dueño, Eli Tabib, horas antes de difundir que pone en venta a la institución. No todos los hinchas acuerdan con él. Muchos son racistas, antiárabes, integran el grupo denominado La familia. Aplauden la medida. Votan a Benjamín Netanyahu, el primer ministro que simpatiza con el equipo. Pero otros piensan que es una provocación, una estupidez. Como fuere, en la ciudad de las tres religiones continuarán los reconocimientos al líder de la primera potencia mundial. Una plaza y una futura estación de tren llevarán su apellido. 

Hace un par de semanas partió desde Jerusalén la primera etapa del Giro de Italia. Una de las pruebas más prestigiosas del ciclismo mundial. Un empresario canadiense, Sylvan Adams, tuvo mucho que ver con que la carrera saliera de Europa por primera vez en su historia. Terminará el 27 de mayo en Roma. Pero Israel se dio el gusto de organizar sus primeros dos tramos. Los medios dicen que a cambio de 10 millones de dólares. Adams declaró que sirvió como pasa con Francia “que promueve con el Tour su geografía, cultura e historia”. Israel está apostando a lo mismo.

La decisión del Beitar es más polémica y arriesgada. En un comunicado la justificó porque “el presidente Trump ha demostrado coraje y verdadero amor por el pueblo israelí y su capital, y en estos días otros países están siguiendo su ejemplo al darle a Jerusalén su estatus legítimo”. El Jerusalén Post, que desarrolló la noticia, informó que “el club primero tendrá que obtener la aprobación de la Asociación de Fútbol de Israel, y luego preocuparse porque el nombre de Trump esté registrado…”. 

A Tabib, su dueño hasta ahora, poco parece importarle. Antes de llegar al equipo de Jerusalén, hace cinco años, había controlado al Hapoel Tel Aviv, su clásico rival en la liga local. De ahí tuvo que irse presionado por los hinchas. Ahora se va del Beitar porque argumenta –entre otros motivos– que perdió mucho dinero por las sanciones recibidas debido a la violencia y la xenofobia de La Familia. Entre las consigas bélicas proferidas por los ultras están “muerte a los árabes” y “guerra, guerra”. La misma que aplica el gobierno de Netanyahu contra el pueblo palestino confinado en la Franja de Gaza. Ya son más de sesenta los muertos.

El club es el único que no admite árabes en sus filas. Su ex dueño, el magnate ruso-israelí Arkady Gaydamak, intentó modificar esa tradición y le fue muy mal. Contrató a dos jugadores chechenos seguidores del Islam en 2013: Dzahabrail Kadiyev y Zaur Sadayev. Pero cuando este último hizo un gol en un partido contra el Maccabi Netanya, la barra brava del equipo que viste colores amarillo y negro se retiró en masa del estadio. A Sadayev también lo invitaron a irse a “la mezquita Al-Aqsa”.

En 2005 un jugador nigeriano que había integrado el plantel ese año, Ibrahim Nadallah, se fue dejando una frase: “No recomiendo a los musulmanes fichar por el Beitar”. Hubo argentinos en el club que son testigos de esas experiencias xenófobas. Osvaldo Ardiles dirigió al Beitar en 2006 pero duró poco. Lo insólito es que se alejó cuando el equipo iba primero. En el plantel estaba Cristian “el Ogro” Fabbiani.

En el comunicado que el club posteó en Facebook para homenajear a Trump, colocó una fotografía suya donde sonríe. Se ven las banderas de Israel y EE.UU. que flamean detrás, más el menorá, el antiguo candelabro de siete puntas debajo. Beitar Trump Jerusalén dice el afiche que difundieron los medios que cubrieron la noticia. No es la primera vez que el apellido del presidente es utilizado para bautizar algo: torres, hoteles, una compañía de aviación, una marca de vinos, palos de golf, cortes de carnes y hasta una universidad con su nombre que daba seminarios cuyos títulos carecían de validez y costaban hasta 35.000 dólares.

En un discurso del 6 de diciembre pasado en la Casa Blanca, el presidente anunció que era “hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel”. El Beitar no se quedó atrás y lo reconoció a él. Hace diez años que no sale campeón de la Liga en Israel. Su presidente anunció en la semana que lo pone en venta. Quizás piense que ahora subirá su valor porque lleva la marca Trump. 

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