El club Sportivo Desamparados de San Juan fue creado por un grupo de jóvenes que se dedicaban a estudiar enología en una escuela, el 10 de septiembre de 1919, en la intersección de las calles Ceferino y Nicolás Medina. A la institución se la conoce con el nombre de Los Puyutanos, debido a su cercanía con la Bodega Puyuta. Otro apodo que se le puso fue Los Víboras, surgido en los regionales de la década del ‘60, por su camiseta con rayas horizontales verdes y blancas. También fue llamado El orgullo de San Juan por su cantidad de participaciones en los viejos torneos nacionales de Primera de la AFA, que jugó en 1969, 1972, 1973 y 1974.

Mucho antes de esos certámenes en los que alternó con los “grandes” del fútbol argentino, de Desamparados surgió la figura de José Eduardo Nehín, el único sanjuanino que participó en un Mundial. El half derecho fue el capitán del seleccionado argentino que jugó el campeonato de 1934, en Italia, con una producción muy pobre ya que fue derrotado 3-2 en el único encuentro que disputó, frente a Suecia. El equipo que jugó ese Mundial estuvo conformado por varios futbolistas del interior del país. Chacareros, les decían. Ello ocurrió debido a que Argentina se presentó con un plantel formado sólo por jugadores de la Asociación en la que, en 1931, habían quedado los clubes menos poderosos de la Capital y el Gran Buenos Aires, que además tenía como afiliadas a la mayoría de las ligas provinciales.

La poderosa Liga Argentina en la que estaban los “grandes” no cedió a sus figuras ya que, preocupados más por recuperar el dinero invertido para contratarlas que por el desempeño del seleccionado, sus dirigentes prefirieron mantenerlas durante los tres meses que hubieran tenido que estar ausentes, en una época en que los viajes a Europa se hacían en barco.

El equipo que representó al fútbol argentino en aquella Copa del Mundo formó con Héctor Freschi; Juan Pedevilla, Ernesto Belis; José Nehín, Costantino Urbieta Sosa, Arcadio López; Francisco Rúa, Federico Wilde, Alfredo De Vicenzi, Alberto Galateo, Roberto Irañeta. Argentina estuvo al frente dos veces en el partido ante los suecos: iba ganando 1-0, con gol de Belis de tiro libre, y luego 2-1, con tanto de Galateo. Sin embargo, la mayor experiencia de los suecos y algunos desaciertos del arquero Héctor Freschi hicieron que los europeos pudieran dar vuelta el resultado y ganar 3-2. Ese día Nehín terminó siendo el capitán, debido a que el encargado de llevar la cinta, De Vicenzi, protagonizó un acto de indisciplina y le fue quitada la capitanía. Como Nehín era el subcapitán, fue el que lució el brazalete. 

Cuando regresó del Mundial, Nehín tuvo varias ofertas para incorporarse a clubes importantes de Buenos Aires, pero él eligió volver a San Juan y retirarse de la actividad cuando todavía no había cumplido los 30 años. El hombre estaba convencido que había alcanzado el máximo potencial de su carrera al vestir la camiseta de la Selección, con la capitanía incluída, y en una Copa del Mundo. Nehín nació en el barrio Desamparados, en 1905, y en 1923 debutó con la camiseta de Sportivo. En el club jugó junto a sus hermanos menores: Nahún, delantero derecho; y Pablo, el más chico, apodado Pito, centrodelantero, quien tenía mucha habilidad y potencia goleadora. José no sólo se destacó en Desamparados; además, fue el símbolo del seleccionado sanjuanino que se consagró subcampeón del Campeonato Argentino de 1931, detrás del de Bolívar.

El sanjuanino que acaso más cerca estuvo de igualar la marca de Nehín en un Mundial fue el delantero Oscar Fornari, quien jugó las eliminatorias mundialistas en 1973 con el denominado Equipo Fantasma, que se preparó para presentarse en la altura de La Paz ante Bolivia, entrenándose en Tilcara (Jujuy) durante más de un mes. Incluso marcó el gol para el 1-0 que significó el primer triunfo de Argentina en ese país. Pero para el Mundial de 1974 no fue convocado por el entrenador Vladislao Cap.

Además de Nehín, otro jugador cuyano que viajó al Mundial de Italia fue el puntero izquierdo Roberto Irañeta, el primer mendocino mundialista. Figura destacada del fútbol de esa provincia en la década del ‘30, era un delantero hábil y veloz, que se desempeñaba en Gimnasia y Esgrima de su provincia. Su hijo, Roberto Isidro, recordó a su padre en el diario Los Andes de Mendoza en octubre de 2012: “Cuando lo convocaron para el Mundial del ‘34, mi papá trabajaba de auxiliar en el Banco Mendoza, y tres representantes de la AFA lo vinieron a buscar porque había sido seleccionado. Cumplió los 19 años arriba del vapor Neptunia, en pleno viaje cruzando el Atlántico. El siempre nos contaba que era un grupo muy unido, que se habían hecho muy amigos. Siempre narraba que se levantaban muy temprano para no molestar a los pasajeros del barco, y que practicaban en la cubierta. Tenían grandes esperanzas y aunque jugaron un gran partido ante Suecia quedaron eliminados”. También contó la anécdota de 1934 cuando el presidente de River lo fue a contratar personalmente a Mendoza: “Lo recibió mi abuelo, un vasco puro, duro, cerrado, bien porfiado, nacido y criado en España. No lo dejó ir. ‘¿Que a dónde se va a ir? ¿A Buenos Aires? ¿A River? Usted no se va a ningún lado, se queda acá, trabajando en el Banco. Confórmese con jugar los domingos en Gimnasia’, le dijo”.

El caso más llamativo en la historia de esa Selección de 1934 se dio no obstante con Constantino Urbieta Sosa, el paraguayo que jugó para Argentina la Copa del Mundo. Nació en Concepción, el 12 de agosto de 1909, y fue en Ykua Porá donde aprendió a jugar al fútbol, junto a sus hermanos Paciano y Fulgencio. Cuando sus padres, Marcial Urbieta y Teresa Sosa, decidieron radicarse en Asunción, se instalaron en una casa ubicada en la calle Caballero, casi esquina Teniente Fariña, donde conocieron a Manuel Fleitas Solich, quien se llevó a todos los hermanos, cinco en total, a jugar a Nacional, según escribió José María Troche, del diario ABC Color de Paraguay.

Urbieta Sosa fue uno de los primeros paraguayos que jugaron en Primera en Argentina. Tras debutar en la categoría participando para Tigre a inicios de la década del ‘30 recaló en Mendoza, donde defendió los colores de Godoy Cruz. Más adelante lo contrataría San Lorenzo, donde jugó muy poco. Cuando

se produjo la convocatoria para integrar la Selección para el Mundial, Urbieta Sosa tuvo que nacionalizarse. De esa manera terminó jugando el partido del 27 de mayo de 1934 frente a Suecia, en el estadio Littorale de Bologna.

José Eduardo Nehín murió trágicamente en 1957. Se electrocutó en su casa un 16 de diciembre. Con él se fue un ídolo de los sanjuaninos, que por siempre recordarán haber tenido al gran capitán de aquella Selección mundialista de 1934.