“Creo que laburé más este disco que cualquier cosa que haya hecho y, creo, que vaya a hacer”, dice Tomás Justo Gaggero sobre Ronco y Bruxo, su debut como solista. Ronco pero melifluo, bruxo pero romántico, éste es un disco de canciones íntimas en las que Tomás parece refugiarse del mundo exterior para mirarse al espejo. Y, por qué no, para pasar también del otro lado: “Es bueno poder hacer lo que me pinte. El disco tiene una impronta que es mía y de la que me es muy difícil escapar. Supongo que tuve dos bandas tan distintas para intentar escapar de eso, pero hay algo esencial en lo que siempre caigo”, dice quien además de tocar y producir en Onda Vaga lo hizo hasta no hace mucho en Michael Mike.

Alejado un poco del sonido groovero de esa banda, que grabó hace una década el notable Ama tu ritmo (Tomás siempre fue bueno con los slogans), este debut solista suena caprichoso, sincero y despojado. “Saqué bastantes cosas, pero creo que tendría que haber sacado más: acá yo no lastimaba ningún ego porque lo grabé casi todo yo. Para el último de Onda Vaga les pasé a los chicos un montón de temas y ellos eligieron cinco o seis”, admite Tomás. Aunque sería un error considerar a Ronco y Bruxo como un compilado de canciones descartadas.

Ya hay un video dando vueltas (el de Muje) y canciones distinguidas como Broti (con intro lyncheana, una melodía perfecta y Diosque de invitado) o el elocuente comienzo con Esperanza última y sus exuberantes guitarras españolas. Pero el disco entero crece con sucesivas escuchas: allí se identifica el talento para las cadencias latinas y las letras evocativas, que brilla en canciones como Esfinge en mí.

“Hasta ver amanecer no paro/ envejecer y no crecer esclavo/ Bajo la voz hay un esfinge en mi carne/ y una piraña en el estanque/ Puedo fingir, puedo mentirme a la cara/ y voy a ver por todas partes/ que el miedo es mi enemigo/ que la ansiedad flota en mis venas”, canta en esa canción en la que también habla de “alimentarse del hambre”, de poder amar sin pretender que lo amen, y de “no temerle a la muerte”.

Si parte del suceso de Onda Vaga se basó en la versatilidad rítmica de Tomás y sus amigos para nutrirse de la rumba, la cumbia y los folklores latinoamericanos, en Ronco y Bruxo ese pulso está presente pero solo como recurso. “Tomé clases de baile en distintos momentos: cuando bailás hay ratos en los que sentís que se detiene el tiempo, y eso me encanta. Ahora estoy tomando clases de salsa, pero ya hice de hip hop y de swing. El disco capaz que no es bailable, aunque sí puede funcionar para hacer el amor, que es otra forma de bailar”, comenta en la esquina de una coqueta confitería de Coghland, mientras convida unas flores otoñales.

“Como dice Fito Páez, creo que mis canciones son ‘un antídoto liviano’. Al principio mi intención era simplemente hacerlo y terminarlo, porque tardé un montón. Pero ahora que armé la banda tengo muchas ganas de tocarlo en vivo.”

* Viernes 25 de mayo a las 21 en La Tangente, Honduras 5317.