“Cuando estudiaba en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón surgió la oportunidad de viajar a Barcelona para participar en el concurso Francisco Viñas. Viajé, gané un premio y una beca. Entonces pensé que sería bueno quedarme un tiempito por Europa... ¡Y ya van siete años que estoy afuera!”, dice Mercedes Gancedo cuando comienza la charla con PáginaI12. La historia de la joven soprano argentina radicada en España, desde donde impulsa una carrera que ya ha dado pasos sólidos, comienza en Banfield, tocando la guitarra y la trompeta, cantando jazz y comedia musical. “En un momento sentí que necesitaba aprender técnica vocal para poder cantar mejor y di con una profesora que me dijo de manera muy clara que sólo daba clases de canto lírico”, recuerda la cantante. “Me pareció una idea divertida y dos años después, es decir a mis 15, ya estaba alegremente en el Colón haciendo uno de mis primeros concursos, el Neue Stimmen. Nunca imaginé que me dedicaría al canto lírico. Y aquí estoy, pero sigo jugando, no dejo otros estilos. La música se nutre por todos los medios que le permitas”, asegura la cantante de 26 años.
En España, Gancedo continuó su formación y pudo frecuentar maestros de la talla de Teresa Berganza, Mirela Freni, Montserrat Caballé y Cecilia Bartoli, además de sus clases regulares con Jaume Aragall. “A diferencia de Argentina, España no cuenta con estudios superiores gratuitos, es decir que académicamente no tenemos mucho que envidiarles. En Argentina estudiaba en el Instituto Superior de Arte del teatro Colón y había entrado al Opera Estudio del Teatro Argentino de La Plata, además de una beca para estudiar con Guillermo Opitz. Sin embargo, el hecho de estar en Europa hace que sea más fácil acceder a muchas oportunidades que quedan a un avión de distancia. No hablo sólo de concursos y masterclasses, sino por supuesto de las múltiples casas de ópera repartidas por todo el continente”, asegura la intérprete que a los 16 años debutó en el rol de Despina en Così fan tutte, en el Teatro Roma de Avellaneda.
Cantó Mariana en La prohibición de amar, de Wagner, en el Festival Castell de Peralada; fue Berta en El barbero de Sevilla en Oviedo y Gijón; interpretó el rol de Pamina en La flauta mágica y de Alisa de Lucia di Lammermoor en Barcelona, donde últimamente fue Clarina en La Cambiale di Matrimonio para la Òpera de Cambra y Micaela en Carmen en el Palau de la Musica Catalana. El Gran Teatre del Liceo la convocó para hacer de Condesa di Ceprano en Rigoletto y de Giannetta en L’Elisir d’amore. “En estos años accedí a espacios importantes en el mundo musical español. Recibí el primer premio del concurso Primer Palau y de otros varios concursos del país y colaboro permanentemente con el festival de lied Life Victoria. El año que viene debutaré en el Auditori de Barcelona con las obras de mi disco”, enumera. El disco al que hace referencia Gancedo es Cooking América, su primer registro, con obras de Guastavino, Ginastera y Bernstein, además de Montsalvatge, que ella misma definió como “Una oda a la latinidad de la mano de una gran artista y amiga Beatriz Miralles”.
–Canta roles variados en repertorios de distintas épocas. ¿Cómo definiría su voz?
–Es difícil. Los cantantes de ópera tenemos el antiquísimo estigma de la definición de nuestra voz para hacer un recorrido en los teatros. A un cantante de folklore o de jazz no le preguntan por su registro o tesitura, son otros componentes los que se valoran. Y no me siento más ni menos que un cantante de jazz o popular. Soy una cantante, con mucho para decir, y de corazón me encantaría poder encontrarme en el camino del disfrute con el público y que podamos compartir a través de este regalo que es la música, mucho tiempo, muchos años.
–¿Hay algún repertorio en particular al que se sienta ligada?
–Mi objetivo es dejar una impronta personal en todo lo que haga, más allá del repertorio que aborde, pensando también en un nuevo público que pueda disfrutar de algo que los mueva. Busco transmitir a través de la música lo que a mí me invade con las piezas que abordo y en este sentido trato de mantener la autenticidad y la transparencia, al servicio de la música. El Lied me fascina, pero juntar poetas y compositores para hacer nuevas canciones me apasiona aún más. La ópera es un espacio bastante infranqueable y selecto. Adoro actuar en el escenario, pero no permanezco inactiva esperando a los teatros. Hay mucho por crear, mucho por hacer. En definitiva, la dirección que tomará mi carrera es para mí un precioso misterio.