Mariano Rajoy afronta este jueves su segunda moción de censura en menos de un año, la primera con serias opciones de prosperar. Y, aún en el caso de que el PNV decida abstenerse o votar en contra —mostrará sus cartas durante la jornada—, manteniendo al jefe del Ejecutivo en Moncloa, este puede ser el principio del fin de su carrera política.

En un escenario que muta por minutos, fuentes del PP reconocían durante la tarde de hoy que hay indicios de que la moción puede salir adelante. E, independientemente del resultado de la votación, prevista para este viernes, la gravedad del golpe puede convertir a Rajoy en la principal víctima de esta situación. El PP sabe manejar los ritmos políticos, pensar a medio y largo plazo, y tiene músculo político para reponerse, apuntan, pero quizás no ocurra lo mismo con el jefe del Ejecutivo.

El presidente del Gobierno y del Partido Popular se ha visto abrasado por la corrupción de su partido, y en particular por la condena al PP por Gürtel; la misma que hace sólo una semana asestó una brutal sacudida al tablero político. Con estos mimbres, la inmensa mayoría de fuerzas del arco parlamentario afirman que el jefe del Ejecutivo no tiene credibilidad alguna, y aseguran que no contará con su apoyo para retomar la agenda legislativa, que ya fue muy poco productiva en 2017 (apenas se aprobaron 13 leyes).

Por si fuera poco, si sobrevive a esta moción, Rajoy tendrá que enfrentarse a otra próximamente, en este caso presentada por Unidos Podemos. Siempre, bajo los dardos de Ciudadanos, crecido por las encuestas. La formación de Albert Rivera ya anunció el lunes que daba por roto su pacto de investidura con el primer partido condenado en la historia de la democracia, el mismo al que también mantiene en el poder en la Comunidad de Madrid o en Murcia.

Y esto sin contar con su nuevo frente judicial: después de la condena al PP como partícipe a título lucrativo por Gürtel, y de que la Audiencia Nacional considerase acreditada la existencia de su caja B, previsiblemente en otoño de este año tendrá lugar el juicio de los papeles de Bárcenas, que podría volver aún menos creíble el relato del partido sobre los "casos aislados" de corrupción.

Los esfuerzos por convencer a la "gente seria" del PNV

La preocupación era evidente desde primera hora de la mañana, y se dejaba notar en el tono bronco de Rajoy durante la sesión de control, en la tensión en el hemiciclo, y en las declaraciones de los principales portavoces del PP.

A lo largo de la jornada comenzó a cristalizar la idea de que el PNV se decanta por respaldar la moción —aunque hasta este jueves no decidirán su posición en los órganos competentes—, y así lo afirmaban de forma más o menos clara los grandes partidos —Pablo Iglesias, líder del grupo Unidos Podemos, fue el más explícito—. No obstante, el PP insistía, y el resto de fuerzas no le quitaban la razón: "No hay nada seguro hasta última hora". "No hablamos más allá del viernes", era otra de las frases más repetidas por los conservadores.

Desde el PP, no obstante, algunas voces afirmaban que el partido de Ortuzar es "serio", y poco dado a los "giros" bruscos

Por otro lado, el hecho de que el propio Rajoy hubiese llamado al líder del PNV, Andoni Ortuzar, fue considerado como una nueva señal de la gravedad de la situación. Desde el PP, no obstante, algunas voces afirmaban que el partido de Ortuzar es "serio", y poco dado a los "giros" bruscos, esto es: pasar de respaldar los Presupuestos a tumbar a Rajoy. Y todo en apenas una semana. "[Al PNV] Sólo le podemos ofrecer estabilidad y presupuestos", manifestaban con cierto abatimiento fuentes de la dirección de Génova por la mañana.

Paralelamente, el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, usaba los Presupuestos como elemento de presión al PSOE, y fundamentalmente al PNV. El argumento de los supuestos prejuicios económicos causados por la "inestabilidad" era también muy repetido por los conservadores, en su intento a la desesperada por darle la vuelta a la situación.

Cascada de desmentidos de Génova

Durante la tarde, y a raíz de las informaciones sobre la posible dimisión de Rajoy, desde Moncloa se afanaban por transmitir que Rajoy no tiene previsto tirar la toalla: "Nunca se lo ha planteado. Primero porque no ha hecho nada que justifique esa dimisión y sería reconocer una culpa, y porque la dimisión del presidente sólo empeoraría las cosas”

"El PNV no nos ha comunicado hasta el momento nada sobre cuál va a ser su posición"; "Pese a lo que se dice por ahí, Rajoy no tiene previsto ninguna comparecencia. Asistirá con toda normalidad mañana al debate de la moción censura", transmitían fuentes del Gobierno.

El canto del cisne

Con todo, en su larga carrera política, Rajoy ha demostrado tener cerca de siete vidas, quizás más: hay quien le dio por muerto en enero de 2016, cuando renunció a presentar su candidatura a la Presidencia del Gobierno, dando paso a Pedro Sánchez; también cuando compareció en una sesión extraordinaria por Gürtel en pleno mes de agosto, o incluso tras perder sus segundas elecciones generales frente a José Luis Rodríguez Zapatero, en 2008. Años después, Rajoy reconoció en una entrevista con XL Semanal que entonces sí llegó a plantearse tirar la toalla. No lo hizo, y ganó las tres elecciones generales que le siguieron.

Este miércoles, a su llegada a la que puede haber sido su última sesión de control, Rajoy era recibido por los diputados del PP en pie, brindándole un estruendoso aplauso.

La imagen lograda era fuerte, pero también lo fue la que logró Cristina Cifuentes, expresidenta de la Comunidad de Madrid, con la ovación que arrancó a los suyos en la Convención Nacional de abril, en Sevilla. Entonces hubo quien señaló que, en el PP, hay aplausos que resuenan como el canto del cisne. El resto es historia.

Por Alejandro López de Miguel, Especial de Público para Página/12