Las últimas elecciones en Cataluña consolidaron un escenario polarizado entre dos bloques mayoritarios y un intersticio, liderado por Podemos, difícil de legitimar en el actual conflicto territorial. El bloque autodenominado constitucionalista –Ciudadanos, Partido Popular (PP) y Partido Socialista de Cataluña (PSC)–, se opone a que Cataluña se vaya de España. En la vereda de enfrente, el bloque independentista aglutina un abanico de partidos que incluye el tradicional de izquierda Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), el centroderecha Junts per Catalunya -liderado por Carles Puigdemont- y la CUP (Candidatura de Unidad Popular). El triunfo en votos y escaños de Ciudadanos en las elecciones de 2017 fue insuficiente para formar gobierno, dada la fuerza acumulada por los independentistas que retuvieron la mayoría absoluta del Parlament y la presidencia de la Generalitat al mando de Quim Torra, de Junts per Catalunya.

En el medio de la grieta, Podemos (Catalunya en Comú) mantiene una posición intermedia que redundó en una fuerte caída en las elecciones del año pasado (sacó el 7,46% de los votos en Cataluña) después de haber sido primera fuerza en esa región en los comicios parlamentarios de diciembre de 2015 y en la repetición de elecciones en junio de 2016. Desde una postura que define como “soberanista”, Podemos no promueve una separación de España aunque apoya el derecho de los ciudadanos catalanes a participar de una consulta vinculante en la que decidan si quieren seguir en España o independizarse. En esa sintonía, se opone al artículo 155 de la Constitución aprobado en marzo por el Senado español, que otorga al Estado central mecanismos excepcionales para establecer dispositivos de control de alcance coercitivo, que obliguen a las comunidades autónomas al “cumplimiento forzoso” de sus deberes.

En ese convulsionado contexto, PáginaI12 dialogó con el viceministro de Planificación y Coordinación Territorial de Bolivia, Manuel Canelas, que fue uno de los fundadores de Podemos. La postura de Canelas tiene una fuerte impronta latinoamericana y, por ello, excede la cuestión territorial de Cataluña. Su disquisición entre gestionar la pluralidad y construir organización no es solo una crítica a la postura tomada por Podemos sino que apunta también a los dirigentes opositores de izquierda en América Latina, que pese a su buena performance electoral no han podido constituir una oposición sólida.

–¿Qué análisis hace del conflicto territorial en Cataluña y qué opina de la postura que tomó Podemos?

–Es un asunto tremendamente complejo, en parte, por la composición del partido. Podemos existe en Cataluña pero tiene aliados: Izquierda Unida de Cataluña, Iniciativa por Cataluña, un partido eco socialista y el partido de Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona. Cuando hay elecciones generales a nivel estatal esos aliados se subordinan a la dirección central, pero tienen vida propia. Los actores locales son más fuertes que el partido a nivel nacional, tanto en Cataluña como en Galicia. Podemos está más subordinado. 

–¿Cuál es el desafío de Podemos frente al nuevo escenario que se abre alrededor en esa región?

–Allí la postura de Podemos se pone a prueba. El discurso de sus aliados en esa región entra en tensión con sus votantes del resto del Estado. Ellos no pueden separarse mucho de sus aliados porque corren el riesgo de ser irrelevantes en Cataluña o de que un español diga: “Podemos no es un proyecto estatal sino una confederación de partidos”. Para mantener una línea discursiva que evite una fractura interna hay que optar. El partido tomó una decisión: jugársela con sus socios catalanes. Creo que han cometido algunos errores pero la decisión fue esa. 

–¿En qué se traduce, concretamente, “jugársela” en el caso catalán? ¿A qué errores se refiere? 

–Me refiero a una línea más marcada en clave soberanista. Ada Colau dice que ellos son soberanistas. Si no hay una situación de crisis excepcional, los habitantes de Extremadura o de Andalucía no te penalizan porque tengas un socio soberanista catalán. El problema es que la situación de crisis actual es tan excepcional que para un votante progresista de Extremadura o de Andalucía el soberanismo se parece mucho al independentismo. 

–¿Qué diferencia al soberanismo del independentismo? 

–Las vías intermedias, que en el tiempo frío de la política no te generan problemas, se vuelven difíciles en una situación de excepcionalidad donde se instalan dos polos: el independentismo versus una visión fuerte de Estado central. Yo soy soberanista, no quiero más centralismo, pero no soy un “indepe” (sic). Quiero una dinámica política más federal, eso es ser soberanista. Pero cuando la situación es tan tensa, la vía intermedia tiene un costo tremendo. Y ese costo se observa en la performance de Podemos en las encuestas.

–En América latina, ¿cabe pensar en una “podemización” de los partidos de izquierda o centro-izquierda? ¿Qué chances reales tienen las terceras fuerzas e, incluso, aquellos partidos que han estado en el poder recientemente, de sobrepasar el techo del 20% en elecciones presidenciales? 

–Creo que es muy importante la convivencia que la tercera fuerza tenga con esa segunda fuerza desplazada del poder; es necesaria para evitar una larga hegemonía conservadora. Esa decisión nunca es fácil. 

–¿Por qué?

–Para barrer con la hegemonía conservadora del PP, Podemos y el PSOE tienen que entenderse. Pero, a su vez, ambas fuerzas compiten de manera directa. Al PSOE le gustaría tratarlos como socios minoritarios, pero si la tercera fuerza está apenas por debajo no se dejará tratar como menores de edad. Al mismo tiempo, el PSOE necesita los votantes más moderados de Podemos, que se le fueron. Con Alejandro Guillier en Chile (N de R: candidato del partido Nueva Mayoría que perdió con Sebastián Piñera en las elecciones de 2017) ocurrió lo mismo. Pero volviendo a tu pregunta, en la medida en que haya un progresismo que decepcione en la región, habrá condiciones para diferentes versiones de Podemos. 

–Más allá del conflicto catalán o de la inconformidad que generó la compra de una casa onerosa, ¿cuáles son los retos estructurales que enfrenta Podemos como tercera fuerza?

– El mismo desafío que tienen Verónika en Perú y los compañeros chilenos (N de la R: Verónika Mendoza fue congresista de Perú hasta 2016 y candidata a la Presidencia del Perú por el Frente Amplio ese mismo año; en diciembre de 2017 se separó del congresista Marco Arana y formó el partido Nuevo Perú). Si emerges con el 20% tienes que tomar una decisión relevante: PP o PSOE, PPK o Keiko, Guillier o Piñera. A eso se suma la complicada tarea de gestionar la pluralidad mientras construyes organización. 

–¿Cómo compatibilizar la confluencia entre gestionar la pluralidad y construir organización? 

–Cuando tú estás en tu momento emergente sumas a todo el mundo. Yo no me compro la idea autonomista del centro social. Pero cuando pasa el momento electoral, excepcional, tienes que empezar a construir organización. El caso peruano es un ejemplo. El Frente Amplio se dividió, diez están con Verónika y con Marisa (Glave) -Nuevo Perú- y los otros diez, con el congresista Marco Arana del Frente Amplio por Justicia, Vida y Libertad. Es una pena que, siendo la cabeza de la oposición, esos veinte parlamentarios no hayan logrado organizarse. Los resultados de Podemos muestran que no han fallado en ese nivel pero ha habido mucha turbulencia interna.