No es una pose, es un estilo de vida: Laurina Oliveros se levanta del sillón y lleva la taza de la mesa donde está el grabador a la cocina; quiere la zona despejaba. Apenas advierte que la fotógrafa dispara los primeros flashes, ambienta el lugar para que nada esté desacomodado. El loft en el que vive sola es su área grande. Una de las arqueras de la selección argentina mira, está atenta, siempre está atenta, dirá, y demuestra una personalidad que se refleja también dentro de la cancha. La chica de 24 años que cambió la tranquilidad de Ramallo por el vértigo de la ciudad es la que en plena Copa América femenina jugada en Chile en abril pasado tipeó las palabras que se hicieron virales, cuando una modelo presentó la camiseta de la Selección: “¿Y las jugadores del seleccionado femenino? ¿Acaso no tendríamos que ser nosotras las que presentemos la camiseta? VERGONZOSO”. Oliveros, que durante el torneo fue suplente, se animó a evidenciar un asunto que les molestó a todas las futbolistas. No fue la única protesta hecha pública por una Selección marginada que, sin embargo, logró con épica el tercer puesto y el pase al repechaje que puede otorgarle el acceso al Mundial de Francia 2019 y a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Oliveros, además, formó parte del plantel que patentó una imagen histórica: las chicas posando con una mano en la oreja derecha, una media versión del icónico Topo Gigio de Juan Román Riquelme. Son escenas que describen un submundo precarizado. Ese destrato que, en esta nota con Enganche, la chica que dice no callarse nada cuenta con detalles.

–¿Cuál fue tu primera pelota?

–No sé, pero desde muy chica jugaba a la pelota con mis primos en la casa de mi abuela, en Ramallo. Después, cuando tenía 5 años, nos fuimos con mi familia en 2001 a vivir a Estados Unidos. Y ahí empecé a jugar en un club de barrio. Teníamos unos conocidos argentinos. La más chica de esa familia jugaba al fútbol, entonces yo también quise ir a jugar. Acá por supuesto que quería jugar, pero era muy difícil. Y sobre todo en un pueblo era casi imposible conseguir un espacio para que las chicas jugaran al fútbol.

–¿En Estados Unidos ya era habitual que las chicas jugaran?

–Sí, allá las nenas juegan desde muy chiquitas. Desde los 4 o 5 años. Al principio jugué fútbol mixto. Me mezclaba a jugar de delantera con los varones. A los dos años de empezar a jugar fui al arco y desde entonces soy arquera.  

–¿Y en Argentina cómo te insertaste en el fútbol femenino?

–Volví a Ramallo en 2007 y me encontré con que no había nada.

–¿Ninguna chica que jugara?

–Nadie. Entonces empecé a jugar al handball. Atajaba, por supuesto. Yo soy amante del deporte y quería jugar, pero al fútbol era imposible. En 2008 me vio el técnico, Mario Giménez, de Ferrocarril Urquiza (ahora UAI Urquiza) y me invitó a jugar. Todavía no había terminado la secundaria, así que viajaba los fines de semana para los partidos. Ahora trabajo a la mañana en la UAI como empleada administrativa y a la tarde me entreno con el equipo de Primera.

–¿Qué diferencias hay entre el juego de las mujeres y el de los hombres?

–Las mujeres somos más ordenadas. El hombre al querer hacer el gol rápido es más acelerado. Las mujeres en ese sentido somos más inteligentes, más tácticas.

–¿El orden de afuera se traslada al orden táctico en la cancha?

–Puede ser. Yo soy ordenaba en mi casa y para atajar.

–¿En qué se ve tu orden para atajar?

–Trato de estar siempre bien parada en el área, si salgo a cortar un centro es para cortarlo. No salgo por salir, tengo que estar muy segura para hacerlo. El primer error que cometés, es gol.

–¿Qué sentís cuando te hacen un gol?

–Se me va rápido de la cabeza. Cuando era más chica me costaba aceptar el error y seguir con la jugada siguiente. Fui difícil, pero por suerte de grande aprendí a superarlo más rápido.

–¿La frustración del gol te condicionaba para el resto del partido?

–Sí, no lo superaba. Durante el partido me enojaba y quizás venía otro gol por el fastidio que tenía. El rival ya lo sabía. Mis compañeras me lo decían, que se daban cuenta que yo atajaba con ese enojo que no me hacía bien. Ahora maduré, aprendí un montón. El partido sigue. Te soy sincera, recién ahora estoy empezando a disfrutar del arco.

–¿Necesitaste algún psicólogo deportivo para superarlo?

–No, aunque mal no vendría un psicólogo deportivo en los equipos, más que nada para orientar a las más chicas.

–¿Un buen equipo de fútbol femenino contra qué equipo masculino podría compararse?

–Con ninguno de Primera, sobre todo por la fuerza y la velocidad de los varones. Pero sí con chicos de Octava o Séptima división. Nosotras con la Selección solemos entrenarnos con equipos del Ascenso de varones de 15 años. Y a veces les ganamos.

–¿Cómo es esa experiencia?

–Es linda. Los chicos son muy respetuosos. Creo que ellos se sorprenden de nosotras, de nuestro juego. A nosotras nos sirve un montón jugar contra ellos, tener ese roce, ese contacto físico. Ellos tocan y pasan enseguida. Es lo que necesitamos, entrar en ese ritmo, jugar a la velocidad de ellos, que no paran de correr.

–¿Ellos bajaban la intensidad cuando iban al choque?

–No, pero jugábamos con árbitros. Igual les decían antes de jugar que tuvieran cuidado porque nosotras teníamos que jugar un torneo. Tampoco eran partidos para ir a romper. Tenían cuidado, pero cuando había que ir al choque se iba, de parte de los dos equipos. 

–¿A cuánto está el fútbol femenino en Argentina de estar a la par del de hombres en cuanto a estructura?

–Yo creo que a diez años. Es un proceso largo, en el que hay que hacer las cosas bien durante ese tiempo. Si todos hacemos lo que debemos, especialmente los dirigentes, en diez años el fútbol femenino debería estar profesionalizado.

–¿Tienen trato con los jugadores de la Selección masculina?

–Cuando ellos se entrenan en el predio de Ezeiza a nosotras nos mandan a otro lado. Es como que nos esconden. Una sola vez las chicas se cruzaron con los varones, yo no estaba, y los buscaron para sacarse fotos. Fue la única vez que pudieron saludarse y hablar.

–¿Les dan entradas para ir a ver a la Selección masculina?

–No, jamás.

Mar Hernandez Roque

–Se dice “nunca te pelees con un arquero”. ¿Y con una arquera qué?

–Yo soy bastante tranquila. Me enojo por alguna jugada o en algún momento determinado del partido, pero suelo ser tranquila.

–¿Te cuidás las manos especialmente?

–Más vale. Me pinto las uñas hasta para atajar. Y recién después me pongo los guantes. No quiero dejar de ser una mujer que quiere arreglarse o maquillarse. Me encanta vestirme bien, no tengo que perder esa esencia.

–¿Contra qué prejuicios luchan en la Selección?

–Peleamos para que nos den importancia dentro de AFA.

–¿Sienten que las respetan?

–No, la verdad es que no nos respetan. Se nos hace muy difícil. Sólo pedimos las cosas que nos merecemos.

–¿Esa pelea las desgasta en lo mental?

–Sí, nosotras en la Copa América no nos pudimos dedicar al cien por ciento a estar concentradas en lo nuestro. El juego es sagrado, ahí te olvidás de todo. Pero antes y después teníamos que pensar en cosas que no deberíamos. Nos daban ropa vieja, de talles muchos más grandes que nuestros cuerpos. Se notaba que eran camisetas descartadas de otros equipos y nos las daban a nosotras.

–Decís que sos tranquila, pero sos la que te atreviste a criticar a la AFA cuando presentó la camiseta de la Selección femenina a través de una modelo.

–Fui la que encabezó la protesta pero atrás estaban todas mis compañeras. Me asusté porque no quería que tuviera tanta repercusión. No quería que nosotras, como equipo, tuviéramos problemas con la dirigencia.

–¿La conciencia de la magnitud del tema la tuviste antes de escribir el tuit?

–No, la tuve después, con todo lo que pasó. Pensé que iba a tener diez “me gusta”, no pensé que se iba a hacer viral. Llegó a 25 mil “me gusta” y ocho mil retuits. En una hora sumé mil seguidores. Cuando mis compañeras me vieron preocupada me dijeron que me quedara tranquila, que si pasaba algo estábamos todas juntas. Saber que no estaba sola me tranquilizó. A raíz de eso la gente se enteró que estábamos jugando la Copa América.

–¿Las sorprendió la repercusión que tuvieron a la vuelta de Chile?

–Sí, sobre todo los mensajes de las chicas que nos decían que les habíamos devuelto las ganas de ver a la Selección. Sentimos que no éramos 22, que teníamos un país detrás.

–¿Hay mucha diferencia entre el fútbol femenino en Argentina comparado con otros países de la región?

–Sí, porque en otros lados se profesionalizó, como en Chile y desde hace un año en Colombia. Acá están dadas todas las condiciones para crecer, es cuestión de querer y jugársela para que esta disciplina crezca. Para que eso pase tiene que cambiar la cabeza de mucha gente.

–¿De los dirigentes?

–Claro. Necesitamos que todos estén metidos y que sepan de la problemática del fútbol femenino. Que todos quieran que esto crezca.

–Ustedes dicen lo que piensan. ¿Notás que no existe esa hipocresía que hay alrededor del fútbol masculino?

–Puede ser. Yo por lo menos en este último tiempo no tengo más pelos en la lengua. Digo lo que tengo que decir.

–¿Hubo cambios a partir de sus reclamos?

–Por ahora no. Nunca le vamos a faltar el respeto a nadie. Las cosas las decimos con mucho respeto. No queremos transmitir a la gente ningún tipo de agresión. Somos todas pibas humildes que queremos jugar y amamos a la Selección. No exigimos que nos paguen millones. Queremos respeto y un poco de igualdad en el trato.

–¿Cuál es la excusa que utilizan para no aportarles más recursos?

–La plata, todo es la plata. Lamentablemente, el fútbol femenino no genera ingresos. Por eso hay clubes en los que las propias chicas pagan por la ambulancia, por el árbitro, todo, para que se juegue el partido. Incluso en clubes de Primera. No es justo que tengamos que pagar para jugar al fútbol.