Su teoría es interesante: dice que todos podemos jugar de todo en la vida.

Afirma: los seres humanos estamos atravesados por la polifuncionalidad. Así, y de acuerdo a momentos, podemos ponernos los guantes y pararnos en el medio del arco, ser defensores a veces buenos y a veces sutiles; laterales con proyección; volantes combativos o creativos; delanteros habilidosos o nueves de área de esos que reciben y pum, la embocan. O no. O tirarla a las nubes con el arco vacío.

Yo creí que el tipo era de conceptos muy teóricos y que me mezclaba la academia con lo popular para conquistarme, hasta que me detuve a pensar en casos concretos. El blablablá se termina cuando los hechos se vuelven reales.

Mi amigo Tomás se me vino a la mente como un flash. Nos visualicé a él y a mí en una cancha de fútbol con la camiseta del mismo equipo, como siempre. Me vi a mí: yo fui Mascherano aquel día en mi cumpleaños, cuando –borracha- robé una pelota y se la entregué para que jugara: “Invitala a salir a Mica. Yo sé lo que te digo”, le dije.

El tipo fue al ataque y no falló. No quiero agrandarlo y poner que fue Messi, pero recurrió a sus mejores dotes de delantero e hizo el gol: se ganó a mi amiga, otra atacante furiosa, potente. La Turu Flores del amor.

La polifuncionalidad, entonces. Los momentos. El puesto que mejor le cabe a cada uno de acuerdo a cómo está, cómo se siente, cómo vive.

¿O nunca te pasó de sentirte que tenés que atajar un penal en el Morumbí con la cancha repleta y el que está enfrente es Rogerio Ceni, el arquero más goleador de la historia? ¿Nunca te sentiste que eras Navarro Montoya frente a Chilavert?

Lo cierto es que según la teoría de la polifuncionalidad hay un instante en que puede haber dos definiciones. Está la pelota, está el que va a patearla, está el contexto y estás vos. Y vos podés ser el Goycochea del Mundial ’90 o el de la propaganda que se hace el gol en contra. O el Goyco en calzones para la publicidad. O el Goyco bombardeado por Sanfilippo en el programa de Neustadt.

Es empírico. Tengo amigos que se han sentido Blas Armando Giunta y le pusieron garra a situaciones adversas, hasta salir Giuntas que se mimetizaban con el rol y prepoteaban a la vida hasta decirle: “¿Qué te pasa, nena? ¿Vos te queré morir en essste issstanteee?”.

Y otros que en ocasiones flaquearon: fueron 5 estilo Patrulla Jiménez, a los que les dio para apenas un par de partido en la Selección. O 5 que tuvieron la posibilidad de ser Redondos (y hacer la jugada aquella del Real Madrid), después de haber actuado como Tolos Gallegos o Mostazas Merlos.

Yo misma he ido a buscar goles con suerte variada. No quiero cancherear, pero me sentí Batistuta algún que otro día: displicente respecto del fútbol fuera de la cancha; una bestia adentro de ella. Un Bati con ese toque romántico y familiero, claro, un Bati que hace el gol y va a la cámara a dedicarlo: “Irina, te amo”.

Pero… No todo fue éxito. También fui atolondrada y ansiosa como el Piojo López, pesada y pícara como el Mellizo Barros Schelotto. Fui como el Máquina Giampietri: fallé y fallé, y me quedé siempre al borde del ascenso. Otras veces definí como Palacio contra Alemania: elegí la peor opción. Y en alguna me sentí el uruguayo Luis Suárez: tenía actos inconscientes que me invadían, se mesalía la cadena y quedaba a punto de cagarme la carrera.

La teoría de la polifuncionalidad esconde estrechos vínculos con el psicoanálisis. El tipo me lo hace notar cuando me habla de defensores y surge la relación con los mecanismos de defensa que utilizamos para mantener firme nuestra auto imagen.

Una amiga –y no doy nombres para no escrachar a nadie- me contó que se defiende ante los hombres. A veces es fina, como lo fueron Federico Sacchi o Perfumo, y otras tiene el temple del uruguayo Pedro Barrios (y termina haciendo goles de penal). Su problema, tiene detectado, es cuando empieza a decir cosas que no piensa o de las que no está tan convencida. Ahí actúa como Walter Samuel en aquel partido contra Gimnasia de Jujuy en la Bombonera (su único error en Boca) o se pone burra como Mauro Laspada… La cantidad de veces que la escuché relatarme escenas de pareja en las que ella era –parecía ser- el Patrón Bermúdez, o Schuavi, o el vasco Goikoetxea, el de la patada a Maradona.

Después están los casos de crecimiento y serenidad. La maduración lógica. Lau, por ejemplo, antes faltaba a los entrenamientos y se dedicaba al vicio, pero ahora es muy profesional y puro fair play: nunca ve una roja. Pasó de ser el Trinche Carlovich o Rojitas a convertirse en el Pupi Zanetti.

En el fútbol, el alemán Lothar Matthäus es el rey de los polifuncionales. El tipo jugó mundiales como delantero, volante y defensor. Un campeón. 

Y vos, ¿qué jugador/a te sentís hoy, ahora mismo?