¿Cómo le va lectora? ¿Cómo está, lector? ¿Cómo están todas, y todos? Yo estoy bastante confundido, lo que no deja de ser una mejoría, ya que hace unas tres semanas estaba absolutamente confundido. No sabía si poner un kilo de lentejas a plazo fijo, invertir 300 gramos de queso en Lebacs, o vender el dólar que tenía y comprar unos 15 gramos de lechuga, corriendo el riego de ser asaltado en la calle por algún canario desesperado que se quedase de pronto con todos mis ahorros. Así estaba yo. Así estábamos todos.

  • Nos imaginábamos pidiendo créditos UVA para pagar un viaje en bondi.
  • Alucinábamos con cientos de chocobares poniendo multas por mal estacionamiento a personas, bajo el lema patrífice: “Pobres ya no hay más, así que si ves a alguien tirado en la calle o en la vereda, no es un indigente, es un auto.” 
  • Nos perseguía la imagen de un economista pálido, colmilludo, sediento de sangre, que con cínica sonrisa nos espetaba: “Se terminó el gradualismo, ahora viene el ajuste en serio.”
  • Creíamos que nuestra economía iba a dolorizarse, que el gobierno iba a repartir gran cantidad de dolores entre los sectores medios y bajos de la población
  • Nos imaginábamos una nueva religión, donde la Trinidad serían La F, la M, y la I, que obviamente no perdonarían nuestras deudas bajo ningún concepto ni sin cepto.
  • Encima el Sumo Maurífice nos dijo que las tarifas, cuánto más subieran, más baratas iban a ser. Lo dijo con esa particularísima habilidad que tiene nuestro Mejor Equipo Contrario para abaratar… el lenguaje, las ideas y nuestra pobrecita Neurona.

¡Y en eso llegó Lagarde!  Y se acabó la diversión, dijo la Gerenta y mandó parar. De pronto, el FMI era la respuesta a todos nuestros males, un ¡pare de sufrir! ridículo, que terminaría con todos los defectos de nuestra economía, a cualquier costo, incluso si tuviera que terminar con la economía misma en el intento.

El gobierno anunció que los bancos estaban desencajados, pero “Lo peor ya pasó”, frase devenida mantra para relajar a la población. Digamos que nuestro Sumo Maurífice está abocado a convencer a todos los argentinos de que en un plano superior estamos sanos, ricos y jubilosos, aunque nuestros cuerpos no se hayan enterado, y está dispuesto a utilizar a las Fuerzas Armadas, si lo cree necesario, para relajarnos.

 

Así llegamos al 25 de mayo, y en el Te Deum, el Sumo Maurífice y la Primera Esposa no sabían qué cara poner escuchando las peripecias de Zaqueo, con Z. Por las dudas, hizo una señal de la cruz algo offshore, bajando sensiblemente la matrícula para el próximo ciclo lectivo del Newman. (¿Cómo no le enseñaron a persignarse?)

 

Y mientras con una mano seguía practicando la señal de la cruz, con la otra pasó a recomendarnos maneras de ahorrar (por ejemplo, tener la menopausia para generar su propio calor y no encender la estufa) y con la otra (licencia política, no poética) a explicarnos que si queríamos que las tarifas sigan siendo tan baratas, no había que bajarlas, porque si bajan, son caras.

Y con la otra le atribuyó a la ex presidente un proyecto que en verdad es el de toda la oposición (Dios la tenga toda junta, hasta los agnósticos rezamos por ello).

Y la trató de loca. A la Ex. No, no a su ex. A la ex. No, no a la ex oposición devenida oficialismo rama “Quenosenote”. A la ex presidenta.

 

Y ella respondió que ésa es una expresión típica de “machirulo”. Suponemos que se refirió a “un hombre que desde cierto lugar de poder” desprecia a una mujer por el hecho de serlo, o por considerarla más débil, menos importante, un objeto, u otros argumentos, proyecciones o renegaciones igualmente nefastas. El machirulismo, tendencia de un ser humano poderoso para afirmarse y reducir a quien sienta “por debajo”, es una horrible manera de conseguir una identidad.

Nos preguntamos, y es sólo una pregunta, si estas  fantasías no atraviesan al Mejor Equipo Contrario los últimos 50 años, a la hora de menospreciar a quienes no forman parte del mismo. O sea, todas y todos los y las demás.

  • Cuando nos dicen que perder el trabajo nos conviene.
  • Cuando quieren explicar “ecológicamente” el tarifazo.
  • Cuando dicen que los jubilados pierden plata pero ganan poder adquisitivo.
  • Cuando cada día hay más pobres, pero “menos pobreza”.
  • Cuando después de toda esa historia que terminaría en el 2001, nos quieren convencer de prepo de que el FMI cambió, que ya no es más malo, que nos quiere, que nos va a ayudar. 

¿No nos están tratando “machirulamente” a todas y todos?  ¿No es una economía “machirula” la que excluye a cada vez más personas (mujeres, varones, niños, ancianos) aprovechándose de un lugar de poder para condenarlos a situaciones penosas?

Perdonen lectora, lector: mi corazón eglógico y sencillo, se ha despertado preguntón esta semana. La seguimos en la próxima.