“Porque puedo, porque quiero, por mi amiga, por mi hermana, por mi vieja, por mi hija y por mi hijo también, por todas, por mí, por las que ya no están, porque el patriarcado se va a caer, porque se tiene que caer, porque tengo miedo, porque acá no tengo miedo, porque acá soy libre, porque hay que poner el cuerpo, porque las calles son nuestras, porque la fiesta es nuestra, por la revolución, para seguir construyendo artivismo feminista y popular, porque necesitamos sanar y colectivamente es mejor, porque somos poderosas cuando estamos juntas, porque celebramos nuestra existencia, por la igualdad, por la libertad, por el amor, por la sororidad, porque otro mundo es posible... Y es feminista”. Estas son algunas de las razones por las que el colectivo artístico Fin de Un Mundo estuvo en las calles el 3 y 4J. Vienen haciendo acciones desde el 2012, con experiencias muy gratificantes. Son un círculo de mujeres que se nombran Funas, y sus encuentros son abiertos a todas las mujeres y femineidades que quiera participar, donde comparten herramientas y problemáticas, y gestan viajes y acciones, por ejemplo, a los Encuentros Nacionales de Mujeres. La acción para la cuarta marcha de Ni Una Menos se llama Juguemos en el bosque, y la pensaron para el Encuentro Nacional de Mujeres de Chaco. “Hemos realizado otras –cuenta Ana, referente de Funas, antes de empezar la performance en la plazoleta de Avenida de Mayo y 9 de Julio–, como Perras que visibilizaba la violencia machista, y Canillitas Feministas, con la que estuvimos uno de los últimos Martes Verdes en el Congreso por la legalización del aborto. Con la acción de hoy proponemos el empoderamiento de las mujeres, porque entendemos que esta oleada feminista es también un avance de la sororidad”. Las columnas caminan hacia el Congreso y ellas –más de noventa mujeres– bailan, guerreras y potentes, en manada y hermanadas. A lo largo del atardecer harán tres acciones más, sin que la lluvia  altere la alegría que sienten por estar ahí. Desde el primer ensayo, cada una de las participantes puso en palabras por qué salir a la calle este 3 y 4 de junio. Se piensan deseantes y se toman de ese deseo para crear y mostrar lo que sucede cuando las mujeres hacen juntas. “Intentamos conmover y convocar, no solo invitar a las futuras acciones que hagamos, sino interpelar desde este lugar de poner el cuerpo, que es otra forma de llegar.”

Lobo no estás

Juguemos en el bosque, remite de algún modo al cuento de Caperucita. “Nosotras planteamos que tanto Caperucita como la abuela son dos mujeres muy poderosas”, señala Ana. “Se animan a vivir solas en el bosque, a atravesarlo y queremos resignificarlo en ese sentido. Son mujeres que se plantan en esos lugares, por eso cantamos ‘Juguemos en el bosque deseando con libertad, juguemos en el bosque, nadie nos puede tocar’, e invitamos a las mujeres que observan a entrar y bailar con nosotras”. Una acción colectiva, artística y feminista donde todas se transforman, donde sus cuerpos son los que hablan porque están atravesadxs por el dolor, pero aquí se empoderan tomando el espacio público: “Sobre nuestros cuerpos se dice y se pone una cantidad de información que muchas veces no terminamos de identificar, por eso queremos poner el cuerpo en esta situación, de otra manera y contando otras cosas”. Son muchas, de todas las edades, vestidas de negro y maquilladas con rojo. Eimi, de veintidós, participa del colectivo desde hace cuatro años. “Queremos manifestar que vivas, libres y deseantes nos queremos, y manifestarlo en la calle. Nosotras nos queremos deseantes pero la sociedad no y por eso nos matan. Pero juntas tenemos un orgasmo colectivo y callejero porque nuestro deseo es ese. Nos armamos como guerreras para eso y formamos una red que se va generando entre todas, las que estamos adentro de la perfo y las que están afuera. Y eso te atraviesa quieras o no. Es un acto poético que puede llegar a lugares a los que tal vez una pancarta o un cartel no llegan”. El cuerpo se empodera, se hace presente. Es un cuerpo colectivo que está en la calle. Mariana, de treinta y cuatro, dice: “Yo me sumé con la acción que llevamos al Encuentro de Mujeres de Rosario. Desde ese momento se fueron recrudeciendo las situaciones para estar en la calle, entonces poder estar juntas haciendo este número que sale de una convocatoria abierta a cualquier femineidad que se quiera sumar, ocupar la calle y hacerlo desde el arte es súper convocante. Pasamos de mostrar opresión a empoderarnos, mostrar el deseo, lo lúdico y el placer.” “Esto que dice Mariana está bueno –suma Eimi–, nos dimos cuenta que como artivistas ya no queríamos representar esas violencias porque sentíamos que seguíamos reproduciéndolas. Por eso dijimos 'creemos una acción en la que podamos hablar del deseo'”. María Laura, de cuarenta y cinco, subraya: “Lo maravilloso es cuando la experiencia pasa por el cuerpo”. Durante los ensayos que hicieron para esta performance intercambiaron opiniones y experiencias entre todas. María Laura continúa: “A mí me emociona cuando hacés foco en alguien que te sostiene la mirada, y con mis compañeras que están ahí dándome fuerza, siento que puedo con cualquier cosa. Trabajamos juntas ese orgasmo colectivo y fue maravilloso ese proceso de goce, por la comodidad que pudimos sentir pero además por la desinhibición que pudimos hacer para salir del orgasmo como lo cuentan las películas porno. ¿Cuál es nuestro orgasmo, cómo lo imaginamos, cómo lo sentimos nosotras?”, pregunta. Valeria de veintisiete, suma: “Es distinto interpelar a un público en una plaza, fuera del contexto de una marcha, como lo hicimos en Parque Centenario el 3J, que en una marcha, como hoy. En el parque había gente que se iba y otra que lloraba porque sentía lo que estaba pasando. Entre los temas que tocamos está el de los medios, cómo los medios hablan por nosotras y se meten en nuestros cuerpos”. En una parte de la performance se escucha: “No debería haber salido sola de noche”, “No deberían haber viajado solas de mochileras”, “No debería haber tenido cinco cuentas de Facebook”, “No debería haber usado pantalones ajustados”, “Ellas se lo buscaron”. Valeria sigue: “Luego del duelo viene el empoderamiento, que es muy potente. Salir a luchar juntas, nosotras, que nos matan todos los días”.

Marta, con su pelo ondulado y violeta aporta: “Esta experiencia es pura amorosidad y cuidado. También hay un compromiso estético e ideológico. Aprendimos a respirar y a movernos como un solo cuerpo, como una sola cuerpa, con toda su diversidad y sus necesidades y con todo el sentido que tiene en este momento estar en la calle con la otra. Soy yo porque somos todas, detrás del yo está el nosotras”. Marta cuenta que a la primera marcha de Ni Una Menos fue sola y se encontró con gente en la plaza, desde la segunda marcha viene con amigas. “Por los Encuentros de Mujeres, por mi propia hija, por el sufrimiento de otras, pude salir de mi casa, de mi propio patriarcado, me revelé porque sentía que yo también había muerto en parte, no había podido ser la que había querido ser. Hoy, tres años después del primer Ni Una Menos, la lucha es con ternura, para que estemos juntas y que lo generacional sea parte de la diversidad”. Lola tiene trece y también está acá bailando. “Me siento empoderada junto a mis compañeras, el feminismo son nuestros derechos”. Juana y Flor, ambas de dieciocho años, respiran alegría desde sus miradas. “Yo me siento totalmente realizada –dice Juana–, hay gente que cree que nos realizamos cuando somos madres, pero yo me siento realizada hoy. Es una forma distinta de marchar, encontré un lugar donde reivindicar mis pensamientos”. “Yo me siento libre”, se ríe, Flor. Y Mora cierra: “Yo me siento fuerte con mis compañeras y eso se lo debemos a las que no están. Al patriarcado lo vamos a tirar entre todas”.