Desde Lima

El fujimorismo se desgarra en una guerra fratricida entre los hermanos Keiko y Kenji por el poder en el movimiento político heredado de su padre, el ex dictador Alberto Fujimori. Una guerra marcada por traiciones, sobornos, espionaje, venganzas, acusaciones y amenazas mutuas. Una guerra política con mucho de mafiosa. Una guerra familiar en la que todo parece valer y que se ha instalado en el centro del escenario político nacional. El último golpe en esta disputa lo ha dado Keiko, la ex candidata presidencial que controla el partido fujimorista Fuerza Popular, mayoritario en el Congreso unicameral. Ha sido un golpe contundente. Keiko ha sacado del Parlamento a su hermano menor, suspendiéndolo en sus funciones y enviándolo a los tribunales con una acusación por cohecho y tráfico de influencias por el intento de comprar votos en el Congreso. Pero Keiko no logró consolidar su triunfo. No pudo hacer aprobar un segundo pedido para desaforar definitivamente a Kenji e inhabilitarlo políticamente, lo que le habría impedido ser candidato en 2021, eliminando así la posibilidad de competencia familiar frente al electorado fujimorista. 

Por ahora, Kenji quedará fuera del Congreso mientras dure el proceso penal en su contra, que por la tradicional lentitud de la Justicia peruana seguramente será largo. Si es absuelto, recuperaría su curul, si es encontrado culpable podría ir a prisión. Junto a Kenji fueron suspendidos y acusados otros dos legisladores, Bienvenido Ramírez y Guillermo Bocángel, muy cercanos al menor de los Fujimori. Los tres serán reemplazados por sus suplentes en Fuerza Popular, alineados con Keiko. De esta manera, la ex candidata presidencial recupera tres de los doce votos que su hermano le había quitado, y sube su bancada a 62 congresistas, muy cerca de volver a tener la mayoría absoluta de 66.

Kenji ha caído por la revelación de grabaciones secretas en las que se le ve, junto a los otros dos sancionados, intentando sobornar congresistas ofreciéndoles acceso al gobierno del entonces presidente Kuczynski, presupuesto para obras en sus regiones y otras prebendas, a cambio de respaldo y de votar en contra de un pedido para destituir a Kuczynski. Las grabaciones clandestinas fueron ordenas y difundidas por Keiko en marzo pasado. El escándalo obligó a Kuczynski a renunciar y dejó a Kenji en agonía política. Fue un gran triunfo para Keiko, el que ahora ha consolidado sacando a su hermano del Congreso.   

 “Felicitaciones Keiko: aquí tienes mi cabeza en una bandeja”, fue lo primero que declaró Kenji, minutos después que la mayoría del Congreso lo suspendió y lo puso en manos de los tribunales. Estaba visiblemente afectado. Poco antes, durante su discurso de defensa ante el pleno del Congreso, que duró solamente siete minutos, se había quebrado. Las lágrimas le saltaban al rostro. “Si alguno cree que aquí termina mi vida política está totalmente equivocado, esto recién empieza”, exclamó, en un intento de sonar desafiante. 

La votación para sacar del Congreso al menor del clan Fujimori fue en dos tiempos, en dos días. Y en medio del escándalo. El miércoles en la noche, después de un largo debate, la bancada de Keiko puso el tema al voto, pero lo hizo violando el reglamento permitiendo votar a legisladores que estaban impedidos de hacerlo por ser miembros de la Comisión Permanente del Congreso que en estos casos hace las veces de primera instancia acusadora. Las otras bancadas se retiraron y los fujimoristas se quedaron prácticamente solos para cortarle la cabeza al hijo predilecto de su líder fundador. Y lo hicieron.  Pero el escándalo fue tal, que al día siguiente tuvieron que retroceder. Anularon la votación del día anterior y en una segunda votación, sin los treinta de la Permanente, la suspensión y acusación penal a Kenji y sus dos aliados fue aprobada por 78 votos sobre un total de cien habilitados para sufragar. La izquierda respaldó la suspensión y acusación penal del menor de los Fujimori. Pero el pedido para su desafuero e inhabilitación alcanzó solamente 48 votos -se necesitaban dos tercios, es decir 67 de cien- y fue rechazado.  

Kenji buscaba ganar un espacio propio impulsando un perfil político diferenciado de su hermana, incluso enfrentado a ella, para disputarle el liderazgo en el fujimorismo. Eso le comenzó a dar resultados. En diciembre pasado la guerra entre los hermanos escaló cuando Kenji logró que una decena de congresistas fujimoristas lo respalden y voten en contra de la destitución del presidente Kuczynski, promovida por su hermana. En secreto había negociado a cambio el indulto a su padre. Fue una gran victoria para él. Su momento de gloria. Le rompió el partido a su hermana, le hizo perder la mayoría absoluta en el Congreso, comenzó a armar su propia base partidaria y logró posicionarse como el artífice de la libertad del fundador del fujimorismo. Su popularidad comenzó a crecer, mientras la de su hermana bajaba. A esto se sumó el apoyo de su padre, ahora en libertad. Golpeada, Keiko planeó su venganza. Su contrataque fue fulminante. Lo concretó en marzo con las grabaciones clandestinas que acabaron con su hermano y con el gobierno de Kuczynski. 

Keiko ha dejado a su hermano y rival al borde de la muerte política. Kenji ha encajado la dureza del golpe, pero se aferra a la esperanza de volver a la vida. “No estoy muerto, estoy en coma”, ha dicho. Puede ser, pero necesitará un milagro para salir de ese estado de inconciencia política.