Desde Londres   

El Reino Unido y la Unión Europea (UE) navegan con alarmantes averías en las aguas revueltas de la economía mundial. Los británicos no tienen idea sobre cómo avanzar con su salida de la UE que tiene fecha y hora: el 29 de marzo a las 11 de la noche. Entre tanto al bloque europeo le han aparecido otros frentes de tormenta: la inestabilidad económica y política en Italia, España y Grecia que amenaza a la zona del euro. 

Empecemos por el Reino Unido. El miércoles en la Cámara de los Comunes, la primer ministro Theresa May no pudo confirmar cuándo daría a conocer el “White Paper” sobre el Brexit. El White Paper es el documento que redacta el gobierno para presentar los principales lineamientos políticos en un tema determinado. A casi dos años del referendo a favor del Brexit y a menos de 10 meses de que el Reino Unido salga de la UE, May no tiene una hoja de ruta del Brexit porque las divisiones internas de su gobierno y partido se lo impiden.

May reemplazó a David Cameron en 2016 con el mantra post-referendo de que “Brexit is Brexit” y pidió la salida del bloque europeo en marzo de 2017 con una posición muy dura: el Reino Unido abandonaría por completo los dos pilares de la UE, el mercado unificado y la Unión Aduanera. En los últimos meses ha buscado moderar esa posición sin abandonarla. 

El resultado de este cambio es una mezcolanza que nadie entiende. En marzo de este año acordó un período de transición hasta diciembre de 2020 en el que se mantendría en el interior de la UE, aunque formalmente no formaría parte del bloque europeo. Esta semana circula una nueva propuesta para extender este período hasta que se resuelvan todos los problemas aduaneros y fronterizos con la “expectativa” de que esto suceda en diciembre de 2021 (ver recuadro).

En un comunicado de prensa ayer el negociador europeo, Michel Barnier, señaló las incongruencias de la posición británica. “El Reino Unido quiere mantener los beneficios de la actual relación con la Unión Europea sin asumir las consecuencias de abandonar el bloque. Si queremos construir una relación a futuro, tenemos que hacerlo en base a un claro realismo sobre lo que es posible y lo que no”, señaló. 

El negociador europeo indicó que era urgente tener progresos sustanciales para la cumbre europea a fines de junio. Pero la indecisión de May tiene que ver con su frente interno. Con minoría parlamentaria, la primer ministro tiene que mantener contentos a los pro y anti Brexit de su partido y a su principal aliado, los Unionistas de Irlanda del Norte, para mantenerse en 10 Downing Street. El precio de mantener un equilibrio entre posiciones inconciliables es una virtual parálisis: las propuestas de May no son ni chicha ni limonada. 

Una salida forzada a este impasse la puede ofrecer la semana entrante el parlamento. El martes la Cámara de los Comunes debate 14 enmiendas de la Cámara de los Lores al proyecto de ley para el Brexit. La aprobación de algunas enmiendas ataría de pies y manos al gobierno. 

Una de las enmiendas pone como condición para aprobar el proyecto de ley que el gobierno permanezca en la Unión Aduanera. Otra exige un alineamiento regulatorio en espejo con el mercado unificado europeo y que el Reino Unido incorpore toda la legislación laboral y social europea. La más polémica y fulminante concede al parlamento la prerrogativa de votar sobre el acuerdo a que se llegue con la UE: si el parlamento rechaza el acuerdo, el gobierno deberá renegociarlo. 

Pasemos a la Unión Europea y sus averías. En relación al Brexit, los británicos le sirvieron en bandeja el principal objetivo: demostrar el precio económico y político que puede pagar un país por abandonar el bloque. Pero la UE, encerrada desde el Tratado de Maastricht de 1992 en un formato económico neoliberal con Estado de Bienestar, tiene cada vez más problemas en la zona euro, los 19 países del total de 27, que usan al euro como moneda. 

El nuevo gobierno italiano, esa alianza contra natura de dos movimientos anti-euro, Cinco Estrellas y la Liga del Norte, es percibido en los mercados financieros como una amenaza a la estabilidad y futuro de la eurozona. Este viernes la caída de los bonos italianos arrastró a otros países “vulnerables” de la zona euro como España y Portugal. 

En España la crisis política dejó en el camino al Partido Popular de Mariano Rajoy, pero el nuevo gobierno del Socialista Pedro Sanchez tendrá que manejarse con minoría parlamentaria y nadie descarta que más temprano que tarde tenga que llamar a elecciones. Por su parte, Grecia sigue en la cuerda floja del eterno ajuste que le han impuesto el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, la llamada Troika: el tercer rescate finaliza este agosto y hay negociaciones para un nuevo paquete de “ayuda”. Entre tanto, la deuda griega sigue creciendo. 

El Mundial de futbol será un respiro a nivel de la opinión pública y quizás de los mercados: todo parece entrar en una suerte de paréntesis en las dos primeras semanas de futbol. Pero la pausa no va a durar mucho. A medida que los equipos son eliminados, los países vuelven a la rutina: el verano europeo promete ser agitado. Entre tanto habría que recordar que es con esta averiada Unión Europea que Argentina y Brasil buscan entregar todo a cambio de muy poco con tal de firmar un acuerdo que favorecerá a un puñado de intereses y perjudicará gravemente al resto.