Desde La Habana

El hombre observa desde una mesa estratégicamente ubicada todo lo que sucede en el paladar. El ambiente es pequeño. Los comensales almuerzan ensaladas, frijoles y arroz muy cerca del Museo de la Revolución. A ése y otros restoranes familiares en Cuba los llaman como a la parte superior de la boca. Su dueño, ese hombre que observa con la profundidad de sus ojos azules, se llama Manuel Antonio Rodríguez Guevara y tiene 84 años. Es de Oriente, nacido en la provincia de Granma. Habla con lucidez y compara. Lo puede hacer porque vivió en Cuba el capitalismo y desde 1959 el socialismo que llegó con la Revolución. Es la confirmación de un pensamiento dominante en la isla entre las personas mayores que conocieron el régimen de Fulgencio Batista. No quieren volver atrás. 

–¿Cómo era la isla antes de que Fidel Castro y el Che entraran en La Habana?

–La Cuba que conocí era un país muy sumiso. Yo pasé mucha hambre. No era posible que algún campesino viniera a La Habana como pasó después con la Revolución y conmigo. Era un privilegio venir a la capital. Yo vivía en Granma y tenía muchas necesidades igual que miles de personas. Entonces me comprometí desde el principio con la Revolución. Y bendigo esa hora. Conocí otros gobiernos y no había trabajo. Cuando no hay trabajo no hay manera de sobrevivir. Y aunque muchos no lo quieran creer, cuando entró este gobierno nos puso a trabajar a todos. 

–Usted es de Oriente, ¿hace cuánto tiempo que vive en La Habana? 

–Yo llevo 27 años acá, en la capital. Vivía antes en un lugar que se llama Campechuela, al suroeste de la provincia de Granma. Ahí nací, en ese pueblo costero, pero que está cerca también de la sierra. En Oriente vivíamos como podíamos. 

–¿Su familia era campesina?

–No, nosotros vivíamos en el pueblecito, no teníamos nada, ni siquiera la tierra donde estábamos. Pero llegó la Revolución y le dio trabajo a todo el mundo. Las mujeres que se dedicaban a la prostitución tuvieron la oportunidad de trabajar. Por eso yo bendigo a este gobierno y me comprometí con la Revolución desde casi su nacimiento, a fines de enero del 59.

–Bajo la dictadura de Fulgencio Batista, ¿cómo era vivir en Oriente, en un pueblo sin posibilidades de desarrollo como el suyo?

–Yo vivía en un rancho con mi familia. La situación era difícil. Pero cuando llegó la Revolución a los que tenían grandes extensiones de tierra se las expropiaron. Hubo gente a la que le sacaron todo. Se fueron de Cuba, son los que nosotros llamamos gusanos, vendepatrias. Nunca hubiera pensado que podía vivir algún día en La Habana. Yo me jubilé acá mismo en el puerto pesquero. 

Rodríguez Guevara interrumpe la entrevista para preguntar qué nos pareció el Museo de la Revolución en una visita previa que hicimos antes de toparnos con él. En la capital cubana que cumplirá cinco siglos de su fundación en 2019, muchos jóvenes se quejan de su bajo nivel de ingresos, pero no cuestionan al gobierno de Miguel Díaz Canel ni al modelo socialista que adoptaron los guerrilleros de la Sierra Maestra hace casi 60 años. Mucho menos lo hace este anciano que se identifica con Fidel, Camilo y el Che. Pregunta por la Argentina, dice que “hay candela” con el gobierno de Mauricio Macri y demuestra que está muy informado cuando habla de Estados Unidos y Donald Trump. 

–¿Le interesa saber lo que pasa en el mundo?

–Por supuesto. El presidente del imperio es muy cruel, muy malo, pero los pueblos humildes ya no le tenemos miedo. El mundo entero debe ir hacia el socialismo. Cuba ha sido un ejemplo en ese sentido. A nosotros no hay quien nos apague.

–¿Por qué después de la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética, Cuba logró mantenerse bajo su modelo socialista?

–Porque este es un pueblo que armó su Revolución. Aquí la gente vino a disgustarse por algunas cuestiones mucho tiempo después. Pero el pueblo da la vida por este gobierno. Si a mí me dieran a elegir, prefiero el comunismo al capitalismo. Yo pasé muchas necesidades cuando éramos un apéndice del imperialismo y en el único gobierno que no me ocurrió fue con el de la Revolución. Tengo cinco hijos, Antonio Esteban, Manuel, Juana, Cruz Crescencia y Rogelia Reina y les digo que tienen que darles las gracias a Dios y a la Revolución que nacieron en esta isla.

–¿Por qué? 

–A mí en la infancia, a diferencia de ellos, los reyes magos nunca me regalaron nada porque éramos muy pobres y gracias a Dios con este gobierno no nos ha faltado nada, aunque reconozco que también hay cosas malas. Gente en el mismo gobierno que debería hacer las cosas bien, las hace mal. Pero no se equivoque: este pueblo ama a su Revolución.

–¿Qué significó para usted la muerte de Fidel Castro?

–La sentí y no me gustó que lo cremaran. Me hubiera parecido mejor que hicieran como hicieron con Hugo Chávez, cuyos restos descansan en Caracas. Pero fue su voluntad.

–¿Es un hombre de fe? ¿Cree en Dios?

–Sí, soy cristiano. Y comunista también. Yo no ofendo ni a unos ni a otros. No soy un tipo problemático, no tomo ron, no soy mujeriego. He abierto este negocito con mi familia y gracias a los cambios que hubo en Cuba nos mantuvimos a flote.

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