Desde Moscú

Tomamos un café en un bar, en una escala del paseo por los alrededores de la Plaza Roja. En la mesa de al lado tres muchachos brasileños hablan de fútbol entre ellos y paramos la oreja. Son gaúchos y se les entiende más que a los cariocas o los paulistas. Se regodean en lo bien que está la verdeamarela. Uno dice que aunque no salgan campeones va a quedar el germen para el futuro, hablan maravillas de Tite y dicen que éste es el mejor equipo en muchísimos años. Nos dan un poco de envidia y dejamos de prestarles atención hasta que de pronto escuchamos algunas palabras sueltas que impactan: “Argentina, leí en los diarios, legalización”, y paramos la oreja más que antes. Y se preguntan si está bien o está mal que se legalice el aborto y qué votarían ellos. El que parece el más interesado en el tema descarga el arsenal de argumentaciones a favor, como la mejor de las diputadas que expuso en nuestra Cámara de Diputados. Nos presentamos. Con toda amabilidad nos dejan colar en la conversación y preguntamos cómo es la ley en Brasil. Explican que no hay ley, que los políticos conservadores frenan cualquier intento de discusión y dicen que envidian la capacidad de movilización que tiene el pueblo argentino. Les decimos que va a ser muy dura la pelea en el Senado y parecen estar volviendo a hablar del fútbol brasileño de hoy. Dice el muchacho: “Bueno, si no sale la ley, queda el germen para que en otro momento salga. Y ojalá que eso pase, porque sería bueno para que también se hable del tema a fondo en toda América latina”. Nos despedimos con la esperanza mutua de encontrarnos en la final y nos dan ganas de pedir disculpas por el “Brasil decime qué se siente” del 2014.

Ya en la calle, en medio del desfile de modelos de camisetas de todos los representantes latinoamericanos, nos preguntamos cómo es en otros países de la región y encaramos a un grupo de varios muchachos y una chica ornamentados a la mexicana. La más locuaz tiene voz de locutora y habla con  autoridad. Dice que el aborto se legalizó en México hace un tiempo, que también costó mucho porque la Iglesia y los políticos más conservadores se oponían y cuenta cómo funcionan las dos Cámaras en México.

Cerca de ellos cantan unas pibas peruanas. Las sacamos del fútbol y les preguntamos por la cuestión del aborto. Una dice que en su país todo es retrógrado “porque el Congreso está lleno de fujimoristas”, otra cuenta que está en contra el aborto, la primera resalta que ni siquiera puede abortar una piba de diez años que fue violada, dice que sabe de la existencia de “Ni una menos” y que bien le gustaría que esas cosas pasaran en su país, “como en la Argentina o Chile”.

De fútbol hablan con entusiasmo la chica y todos los que la rodean. “Treinta y seis años esperó Perú para jugar un Mundial. Cómo no íbamos a venir.” Unos dicen que llegaron a Rusia veinte mil peruanos, la cifra va subiendo como en un remate, veinticinco mil, treinta mil, cuarenta mil dicen otros que van por la calle con la camiseta de la banda roja al revés. ¿Quién da más? “Cincuenta y cinco mil verificados por migraciones”, asegura otro. El colega Roberto Fernández, del blog CCCP, comenta que “el número de peruanos en Rusia es como el dólar en la Argentina: aumenta minuto a minuto”.