“El clientelismo aparece como un término (peyorativo) para calificar un determinado conjunto de intercambios: aquellos que protagonizan los políticos con muchos ciudadanos de los sectores subordinados de la sociedad. El clientelismo remite a los pequeños ‘favores’ que los políticos le hacen a mucha gente. Quedan fuera del concepto los grandes favores que les hace a pocos, pero poderosos, agentes sociales. (...) Desde este punto de vista el clientelismo es un término potencialmente engañoso, ya que potencialmente puede ocultar la subordinación de la política a intereses particulares poderosos.”

Emilio Tenti Fanfani (prólogo al libro Votos, chapas y fideos de Pablo Torres) 


Federico Sturzenegger fue eyectado de la presidencia del Banco Central (BCRA). Difícil deslindar si la decisión proviene del Fondo Monetario Internacional (FMI) o del presidente Mauricio Macri. La diferencia carece de especial interés.

El funcionario desplazado remitió una carta pública a Macri, portento de obsecuencia, donde lo colma de alabanzas, que incluyen hasta su “altruismo”. Llamar altruista a Macri es como calificar de feminista a Cacho Castaña; por lo visto Sturzenegger no le teme al ridículo. 

La frase del epígrafe, el clientelismo que enriquece a una minoría, le calza como un guante a Sturzenegger. Reversionando a Winston Churchill: nunca tan pocos (funcionarios) hicieron tanto para tan pocos (especuladores).

Como explicó el colega Alfredo Zaiat anteayer en este diario, la mayor culpa recae sobre el presidente que lo designó. Pero en política todos son responsables de las consecuencias de sus actos, queridas o no. Solo su conciencia discernirá si Sturzenegger obró adrede y deseó enriquecer a un pool de especuladores, desfondar al BCRA en semanas y producir una trepada formidable del dólar. O si perjudicó a la sociedad “apenas” por su incompetencia.

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En tiempos de punitivismo galopante, este cronista opta por evitar el rótulo de traidor a la Patria. Piensa que criminalizar todos los actos de gobierno puede derrapar a excesos y que la “doctrina Irurzun” es ilegal o hasta inconstitucional. Envenena la democracia, generará adicción y revanchas más pronto que tarde. Uno, pues, no clama por encarcelamientos o estigmatizaciones sin condena previa. Sí afirma que deben investigarse los antecedentes de las nuevas autoridades del BCRA, en particular su presidente Luis Caputo y el vicepresidente Gustavo Cañonero. Es imprescindible pesquisar e informar públicamente qué empresas o fondos de inversión se enriquecieron con las corridas de abril, mayo y junio. Sería inmoral e ilícito que alguno de sus directivos o apoderados llegara a funcionario, con acceso a información calificada.

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La difusión de la carta intención firmada con el FMI corrobora los pronósticos más sombríos, los únicos serios. El ajuste para paliar los desaguisados del equipo económico castigará a la mayoría de los argentinos, los que cobran en pesos y tienen su patrimonio acá. 

En consonancia, el dólar y la inflación corren en pos de superar el número 30, aquél en cotización, ésta en índice anual. Las cifras que sanatean los gurúes de la City o los funcionarios macristas son tan serias como los enunciados de Sturzenegger, el promotor de la bicicleta financiera más rentable del mundo.

Con ese cuadro, impresiona y preocupa que el gobierno no implemente (ni analice, por lo menos) medidas de emergencia social, energética y alimentaria. Hay precedentes interesantes aplicados a partir del año 2002 y proyectos legislativos valiosos de organizaciones sociales. Dejarlos de lado es pésima praxis cuando llegan el invierno climático y el económico. Y se van haciendo prohibitivos para amplios sectores de la población los precios de alimentos básicos, de la energía eléctrica y el gas.