: Gentileza Guillermo Turin
Ángel Oliva y Roberto García durante el homenaje a Aldo Oliva en el Festival de Poesía 2016.

Medio Año Saer cumplido, apuestas fuertes a la calidad editorial en tiempos de ventas flacas; esperadas reediciones, nuevas novelas distópicas... ¿Qué nos dejó el año literario 2016 en Santa Fe? 

El otro cambio, los que se fueron

¿Será verdad que fue el año de los muertos? ¿O simplemente los Obi-Wan-Kenobituarios se pusieron de moda? En la provincia, la guadaña pasó para Jorge Riestra, justo en plena racha de reediciones de sus obras por la colección Confingere de la Facultad de Humanidades de la UNR; Noemí Ulla, quien retrató a su generación en la novela Los que esperan el alba (1967); Adolfo Prieto, que llegó a ver publicada por la EMR su obra crítica reunida; Enrique Gallego, que ganó la primera edición del Premio Aldana de poesía en 1996; el poeta, docente y psicoanalista David Fuks, y el narrador rosarino Alberto Laiseca. Fuks y Gallego fueron incluidos, a modo de homenaje, entre los 59 poetas de Rosario que integran la antología Corte al bies, veinte 16, presentada al cierre del año por el sello independiente local Gato grillé.

En Santa Fe, sin embargo, la literatura está marcada por la conmemoración de un nacimiento. Nos encontramos en medio del año Saer. El año Saer comenzó el 28 de junio de 2016 y terminará el 28 de junio de 2017. En esa fecha cumpliría 80 años el escritor serodinense Juan José Saer, fallecido en París en 2005. En el marco del programa Año Saer del Ministerio provincial de Innovación y Cultura, se presentó el libro de entrevistas Una forma más real que la del mundo (editado por Espacio Santafesino y Mansalva; compilado por Martín Prieto), que reúne sus diálogos con sus pares. Trabajos académicos, películas y otras producciones vienen ocupándose de la difusión de su obra. Entre ellas, la adaptación cinematográfica dirigida por Gustavo Fontán de la celebrada novela de Juan José Saer El limonero real. En ese contexto, el Ministerio de Innovación y Cultura también produjo Ciudades, campos, pueblos, islas. Relatos clásicos santafesinos, una excelente antología multimedia de relatos por 12 escritores que acercan a los lectores una tradición regional en narrativa moderna (Saer y Riestra son los benjamines del grupo) anclándola en paisajes reconocibles.

Libros para celebrar

Arrancó Angélica Gorodischer con un libro de cuentos, Las nenas (Emecé, Buenos Aires), donde plantea con originalidad y coraje un tema que por las mejores y por las peores razones fue cobrando vigencia mediática a lo largo del año: la violencia contra las mujeres. Si sumamos que la editorial cordobesa Caballo Negro editó los cuentos completos de Elvio Gandolfo, la de la UNR reeditó Chechechela, novela de Mirko Buchin, y la EMR hizo lo propio con la poesía reunida de Aldo Oliva (precedida por el nuevo y cautivante prólogo de Roberto García), podemos hablar de un año donde hubo poco pero bueno. Salir a cazar poemas, con edición del sello Iván Rosado y prólogo de Roberto Aguirre Molina, reúne y rescata la obra de Kiwi (Héctor Rolando Rodríguez, 1940 – 2011), poeta y alfarero santafesino que se pasó la mitad de su vida en la isla de Alto Verde. También desde Rosario, La nube vulnerada, de Héctor Piccoli (Serapis) y Fin de la edad de oro, de Rubén Echagüe, afianzan sólidas e independientes trayectorias poéticas. Pero el mejor libro de poesía de un autor santafesino vivo se publicó en Buenos Aires: El hada que no invitaron, obra poética reunida 1985-2016, de Estela Figueroa, por la editorial Bajo la Luna.

Estela Figueroa, autora del libro santafesino del año: El hada que no invitaron. Crédito de la foto: Natalia Leiderman. Cortesí

Un acontecimiento para recordar fue la presentación, en la Biblioteca Argentina, de Bruno regresa descalzo, novela de Alicia Kozameh publicada en Córdoba por Alción. La autora rosarina viajó desde California para celebrar una obra memoriosa y esperanzada que rinde homenaje a la resistencia de los años 70 con un lenguaje rico en belleza vanguardista, compromiso y audacia. Bruno regresa descalzo es uno de esos libros que se hacen parte del mundo del lector, que lo transforman como si uno al adentrarse en sus páginas cruzara la frontera hacia esa comarca de flujos y cristales, encierros y fugas que constituye el singularísimo universo narrativo de Alicia Kozameh.

 

La hora de las generaciones intermedias

También salió en otra ciudad, por 27 Pulqui (Buenos Aires), el impecable poemario Maratón, del poeta rosarino Leandro Llull (Rosario, 1983). Publicado en Rosario por Baltasara, Los puntos fatales, de Pablo Serr (Rosario, 1984) es otro fruto maduro de esa generación. 

Un actor y casi 20 recitadoras vestidas de rojo y negro, a tono con la tapa del libro, hicieron un acontecimiento social de la presentación en la Biblioteca Argentina de La puerta, primera novela de Maia Morosano (Rosario, 1986). La edición se agotó, pero la autora no. Morosano produjo además con otros tres socios el exitoso ciclo de lecturas A cuatro voces. Y con una de ellos, Rocío Muñoz, sigue al frente del sello Espiral Calipso, que este año publicó La pertenencia (relatos) de Leandro Gabilondo (Arrecifes, 1985) y una aplaudida obra teatral de Carla Saccani: Amarás a tu padre por sobre todas las cosas.

La generación millenial lució sus talentos. Salidos de la adolescencia con la crisis del 2001, vivieron a fondo la década ganada y sobrepasan los 30 construyendo con eficacia sus propios espacios. La literatura puede ser también el ámbito donde reflexionar sobre estas transiciones. La edad de Eva, de Alejandra Benz (Iván Rosado) y Un huracán lento, de Ana Wandzik (Danke Ediciones), con sus diferencias de estilo hacen aparecer una manera nueva de expresarse en poesía: un coloquialismo sobriamente experimental donde el sesgo autobiográfico vertebra contenidos que expanden la identidad hacia lo colectivo.

Los autores nacidos en los 60 y 70 no sólo estuvieron bien representados en la lista de invitados al 24º Festival de Poesía de Rosario, sino que depararon sorpresas de todo tipo. Narradores ya reconocidos se le animaron al riesgo con suerte dispar. La distopía (pesadilla hecha realidad literaria, demasiado parecida a la realidad) fue el tema en Más allá de Jericó, de Marcelo Britos, y también en Tetris, de Federico Ferrogiaro: experimento algo autocomplaciente este último, al igual que Hipopótamos (Alción), de Pablo Gavazza. 

Fueron una revelación las dos novelas cortas reunidas en El sol (Casagrande), primer libro de Virginia Ducler (Rosario, 1966). En poesía, los de 40 y 50 mantuvieron la calidad de una producción previa hoy inhallable. En este sentido cabe señalar Rémora, de Sebastián Riestra, y El ritual del adiós, de Patricio Raffo, dos poemarios líricos de doliente belleza y cuidada edición; Nadie muere en su sueño, de Mariana Vacs; La tierra de los mil caballos, de Gabby de Cicco (Baltasara), y La curva de Ebbinghaus (Baltasara), de Carolina Musa, cuya editorial Libros Silvestres publicó una atrapante novela distópica: Canción para gorilas, de Nicolás Doffo (Casilda, 1983). 

Compañero de Doffo en una experiencia autogestionada de clínica de pares, el rionegrino Pablo Bigliardi batió récords de ventas en Rosario pese al año durísimo con El santo de saco Viejo, lograda novela que explora la atmósfera de la Patagonia rural entre una versión paródica del género policial, la sátira social y el realismo mágico, la tapa de cuya segunda edición por la cooperativa Último Recurso fue ilustrada por Eduardo Risso. Último Recurso reeditó un libro esencial: Soldados, del poeta platense Gustavo Caso Rosendi.

El arte de editar

Ana Wandzik y Maximiliano Masuelli dirigen Iván Rosado, que lleva más de 50 títulos publicados en un catálogo que mantiene el equilibrio entre calidad y riesgo estético, entre llegada al público y prestigio crítico. De su cosecha literaria 2016 todo es recomendable, en especial tres poemarios: los mencionados de Benz y de Kiwi, y En la colonia agrícola, de Santiago Venturini (Esperanza, Santa Fe, 1981).

Carolina Musa dirige con Laura Oriato la editorial infantil y juvenil Libros Silvestres. Amorosamente cultivados, sin embargo, y con alta calidad literaria, imágenes y textos armonizan casi musicalmente en El carromato filarmónico (tres relatos del genial Daniel Moyano, con dibujos de Laura Klatt) y en Canción para gorilas, de Nicolás Doffo, cuyas ilustraciones por Malen Lecuona realzan el mundo fantástico de una novela de ciencia ficción para chicos y grandes. 

Los proyectos editoriales independientes más interesantes del año son Abend, que tradujo y publicó hermosas ediciones bilingües de poesía de clásicos modernos en lengua alemana (Hugo Von Hofmansthal y Georg Trakl) y una traducción del francés de Stendhal. Otros lujitos fueron la revista Mirto, que siguieron editando Horacio Aige y Armando Vites, quienes la fundaron en 2015 para difundir una poesía erudita y exquisita no incluida en el canon plebeyo dominante; y la edición por Huesos de Jibia de cuatro ensayos de Elena Tardonato Faliere sobre la influencia de Dante Alighieri en el modernismo en lengua inglesa.

Baltasara Editora mantuvo su intenso ritmo de publicaciones, destacándose una conferencia que Federico García Lorca dio en Rosario (con una investigación de Daniel Feliu y facsímiles de documentos de época) y una compilación de obras teatrales de Leonel Giacometto.

Jóvenes y militantes

Entre la militancia, la tecnología y la performance como estilos de vida, la generación más joven socializa su capital simbólico. Algunas plataformas ricas en nuevas voces son la revista multimedia El Corán y el Termotanque, la revista Femme Fetal o la renovada Editorial Biblioteca, de la recuperada Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, que publicó un libro de poesía política: El despertar del Yaguareté, de Marcelo Quispe, retomando la colección Alfa de su primera época.

Una distopía notable fue La gran novela nacional, que Jonatan Lipner (General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, 1990) escribió y distribuye desde Rafaela en versiones que se van actualizando como si se tratara de un juego. Julia Enriquez (Rosario, 1991) se dio dos lujos: reunir en un solo tomo, con apoyo del programa Espacio Santafesino, todas las ediciones de su fanzine de poesía Danke (atenti a este seleccionado) y presentar en el Museo Histórico Provincial Julio Marc La novela histórica de Corazón, de Agustín González (Rosario, 1983), publicada por su editorial Danke y que integra una saga centrada en el mito doméstico literario de una gata escritora. 

Ariana Daniele (Rufino, 1990) publicó por el sello local Reloj de Arena su obra teatral en prosa poética Agua de aljibe. Tanto el libro como las concurridas funciones de la obra se articulan con prácticas de escritura epistolar que Ariana sostiene más allá de lo artístico. Daniele cumplió además este año la promesa de publicar y presentar (otro emotivo encuentro en la Biblioteca Argentina) Entre mandarinas y tumbas, antología de su taller literario con internos de la Unidad Penitenciaria Nº 6. En primavera, la EMR y el Festival de Poesía editaron Muertas vivas. Poemas desde el Penal Nº 5, institución que no permitió a las autoras asistir a su propia presentación.