PáginaI12 En rusia

Cinco técnicos argentinos dirigen en este Mundial, un record absoluto en toda la historia que marca un reconocimiento a sus virtudes como estrategas y conductores de grupos. Sus equipos ya debutaron en el campeonato. Primero Arabia Saudita, de Juan Antonio Pizzi (0 a 5 contra Rusia); al día siguiente, Egipto, de Héctor Cúper (0 a 1 contra Uruguay y ayer 1 a 3 frente a Rusia); el sábado último Argentina, de Jorge Sampaoli (miserable 1 a 1 contra Islandia); y un rato más tarde Perú, de Ricardo Gareca (0 a 1 con Dinamarca). Quedó para el final Colombia, de José Pekerman (1 a 2) y entonces se confirmó la tendencia negativa: ningún de los equipos entrenados por argentinos ganó y uno solo empató un partido que dejó mucho gusto a derrota.

Se suponía que Pekerman podía salvar la imagen porque tenía enfrente a un rival que no había ganado en el 2018, que había cambiado el entrenador y llegaba al partido como punto. Pero las cartas que se barajaban en la previa volaron por el aire a los 2 minutos de juego cuando el árbitro le sacó la tarjeta roja a Carlos Sánchez por frenar un remate al arco con las manos, dentro del área. Esa situación (la mano, la roja, el penal convertido) resultó un factor clave para el análisis de los 90 minutos. Porque en el segundo tiempo los colombianos, que habían empatado sobre el final del primero, sintieron el esfuerzo físico de tratar de compensar la diferencia numérica y fueron ampliamente dominados por los japoneses que entendieron a la perfección de qué se trata eso de moverse permanentemente y ocupar los espacios libres jugando a un toque para hacer notoria la ventaja de tener un hombre más.

El primer tiempo había terminado igualado porque Colombia metió un gol extraño que se puede analizar desde distintos puntos: 1) No hubo falta previa (error del árbitro); 2) Quintero le pegó por debajo de la barrera sorprendiendo a los que esperaban el tiro por arriba (acierto de Quintero); y 3) El arquero se tiró hacia atrás (error) y sacó la pelota que había entrado medio metros por lo menos. 

Hasta ahí, Colombia no había jugado tan mal, considerando que tenía uno menos, Pekerman había cambiado a Barrios por Cuadrado y metió a James Rodríguez (no está físicamente entero) y rearmó atrás con línea de tres, pero lo que sirvió para recomponerse un poco, no alcanzó para evitar en la segunda parte el festival de los azules.

Parecía el mundo del revés, los asiáticos tocaban, tiqui, tiqui, tenían siempre la pelota y los sudamericanos corrían desesperados persiguiendo rivales que se sentían dominadores. Antes del gol de cabeza de Osako, a la salida de un corner (lo dejaron solo) ya los japoneses habían puesto en apuros a David Ospina, uno de los mejores de Colombia con remates desde posiciones favorables. Kagawa, Osako, Haraguchi eran los ejes de un circuito de toque que nacía desde las posiciones defensivas y se extendía a lo largo (y sobre todo a lo ancho) de la cancha. El notable estado físico les permitía a los japoneses presionar arriba, retrasarse en bloque, para dejar armado clarito el 4-4-2 cuando los de amarillo de tanto en tanto conseguían armar alguna excursión ofensiva. Los únicos momentos de zozobra los pasaron en los últimos cinco minutos cuando los colombianos que veían que se quedaban con las manos vacías se mandaron desordenadamente al ataque metiendo centros y pelotazos desde larga distancia.

En la conferencia de prensa posterior al encuentro, Pekerman trató de darles ánimo a sus jugadores, resaltó que se habían repuesto después del impacto que provocó el hecho de quedar con diez jugadores, valoró el esfuerzo que habían realizado y explicó que las razones de los cambios habían sido técnicas. También, como todo el mundo lo debe estar haciendo a estas horas, felicitó a los japoneses porque no les dejaron manejar la pelota y aprovecharon la ventaja.

Antes del partido nadie daba dos pesos por las chances de Japón, pero la mano de Sánchez (primera expulsión en el Mundial) les abrió el camino a una victoria que les abre todas las puertas de ilusión sobre todo si logran superar a su próximo rival, Senegal. Colombia, por su parte, deberá jugar el próximo 24 contra Polonia el partido que podría definir la cuestión. Pekerman deberá trabajar cuestiones futbolísticas pero sobre todo anímicas porque nunca quedan bien los equipos que sufren un baile como el que sufrió Colombia en gran parte del segundo tiempo.