Hay un dinamismo jurídico de la sociedad, los debates acerca de la despenalización del aborto en nuestro país son una muestra de ello. No me referiré en esta oportunidad a ello. La promulgación de un paquete de leyes sancionadas en nuestro país tales como el matrimonio igualitario, ley de violencia de género, ley de identidad de género pone de relieve un giro en el espíritu de las leyes. Por un lado, son leyes que se apartan del universal y contemplan los reclamos de las minorías y por otro son leyes que se apartan del ordenamiento de la naturaleza que fue tomado como Divino.

La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), refiere a todas las personas, sin distinción de ninguna clase, pero para el psicoanálisis sí hay distinción a nivel del sexo. El feminismo como movimiento político no es lo mismo que la política del psicoanálisis: los reclamos de igualdad jurídica no son equiparables a la igualdad subjetiva. La política del psicoanálisis apunta al sostenimiento de las diferencias aunque los movimientos feministas reclaman por la igualdad jurídica.

¿Qué lugar darle a la mujer en el código civil? ¿Cómo legalizar lo femenino? ¿Es posible legislar sobre lo femenino? La ley de violencia de género pone de manifiesto un tratamiento distintivo para la mujer, es decir allí una minoría reclama una legislación propia.

Respecto del matrimonio igualitario una serie de cuestiones se plantean por ejemplo a partir de su legalización. Desde las posiciones más conservadoras apoyadas en los preceptos heterosexuales y la naturaleza divina quieren conservar la forma tradicional de familia amparándose en que el niño necesita de las figuras materna y paterna. El tema grave para los niños de hoy en día no es si son alojados en familias homo o hetero, sino quedar liberados del deseo parental y ser arrojados al mercado de la prostitución infantil, a la droga o convertirse en sicarios y allí sí vemos la puesta en acto de la profecía de Lacan cuando dice que el capitalismo a través del consumo desenfrenado destruye los lazos de amor.

Es por ello que en mi Libro Sexualidades y Legalidades planteé que Violencia de Género, Transexualismo, abuso sexual y pornografía se han convertido en los síntomas sociales por excelencia de nuestra época.

El femicidio como síntoma social da cuenta de la imposibilidad del hombre para el abordaje de lo femenino que ha tomado la forma de un tratamiento asesino y fuera de discurso.

A través de la ley de Identidad de Género se contempla que el sujeto pueda inscribirse como hombre siendo mujer, o la inversa. También que puedan casarse los homo y también a partir de los avances médicos cambiar de sexo.

Obviamente que estas leyes implican un avance en el terreno de los derechos de ciertas minorías que durante años se han visto perseguidas por ser homosexuales o transexuales. Con el matrimonio igualitario una minoría quiere entrar en el universal y con la ley de violencia de género se aplica una ley para las mujeres que se aparta del universal.

Lo que está en cuestión no son estas nuevas leyes, sino que se hace con la diferencia sexuada, con ese Otro goce que no se guía por una misma norma, que tratamiento hacemos de lo hétero y también de la diversidad. El tema no es el matrimonio igualitario, el tema grave sigue siendo la violencia y la segregación que se ejerce para aquel que no goza del mismo modo ni sigue las mismas costumbres.

Lo femenino a lo largo del tiempo ha estado en el cenit de diferentes formas: el amor cortés, las musas inspiradoras y en la actualidad hay una epidemia, "la quema de mujeres".

En la época del amor cortés, la cortesía hacia la dama daba cuenta de un ascenso al cenit de lo femenino, pero la dama era abordada a través de la poesía que suplió el encuentro con el cuerpo de la mujer. Pero la época de la cortesía dio paso a los cortes o la quema de los cuerpos y junto con la cortesía también se quitó lo valiente.

Como analistas podemos escuchar una queja respecto de la falta de palabra que subsume tanto a hombres como a mujeres: "él no me habla" dicen ellas y ellos "a nosotros nadie nos escucha".

Las formas de habitar la feminidad varían justamente porque lo femenino es irrepresentable.

Freud habló de repudio de lo femenino, puede tomar la forma misógina, homosexual, hasta el máximo repudio a través del tratamiento asesino. Como analistas respetamos los diferentes modos de acercarse o rechazar lo femenino pero no el tratamiento asesino.

Con la ley de identidad de género nos encontramos con una situación que conforme al precepto "Tú tienes derecho" y amparados en el Yo soy, el sujeto debe engendrarse a sí mismo, hacerse su propio cuerpo. Otorgarse su propia identidad de género, los derechos autorizan y la medicina a través de las técnicas quirúrgicas posibilita lo que el discurso jurídico legaliza.

Lacan ubicó al psicoanálisis como escolta de la ciencia, ese sujeto que la ciencia no escucha es el sujeto que escucha el psicoanálisis. No se trata de ponernos en contra de los avances científicos porque en muchos casos la cirugía puede ser un alivio y una solución para un sujeto, pero ello no implica seguir ciegamente un orden de hierro que empuja al sujeto a ser él mismo. La sexuación es una elección y se da en un proceso. Cabe preguntarse si ese orden de hierro que ordena el "se tú mismo" lejos de facilitarle la elección le impide al sujeto elegir. La elección del sexo que Lacan denominó sexuación es una elección que si bien es del sujeto nunca es sin Otro.

 

* Psicoanalista EOL y AMP. Nota escrita en mayo/18. El próximo viernes 29, a las 20.30, la autora estará en la EOL Sección Rosario en la presentación de su libro Sexualidades y legalidades. Psicoanálisis y Derecho, acompañada por Raúl Vera Barros y María Marciani.