Ustedes no lo van a creer, no lo van a creer y no lo van a creer porque ustedes, buenas personas, seguro que buenas personas, son parte de este mundo y en este mundo pocos pueden creer una historia como la que les voy a referir desde Moscú, justo desde Moscú que ahora es Mundial.

Ustedes no lo van a creer porque esta es una historia de alguien que va a los mundiales por un estímulo diferente al de los que van a los mundiales. Ya saben: entre nosotros están los que van a los mundiales para aplaudir las victorias, los que van a los mundiales para putear por las derrotas y para putear a los derrotados, los que van a los mundiales porque de vez en cuando hay que ir a alguna parte y los que van a los mundiales para después contarles a otros que ellos, por supuesto que ellos, estuvieron en los mundiales.

Ustedes no lo van a creer porque la persona de la que les hablo va a los mundiales por lo que paso a enunciarles aunque ya les noto en la cara y en la rutina y en la impaciencia que no van a creerme: va a los mundiales para encontrar gente que valga la pena.

Lo intuía, lo sabía, lo ratifico: no me creen.

Va a los mundiales a encontrar gente que valga la pena: no a los jugadores extraordinarios porque de esos ya anda enterado, no a los árbitros que buscan justicia porque no es necesario ir a los mundiales para localizar árbitros así, no a las y a los cronistas del deporte que evitan venderse al oportunismo y al escándalo porque de esas y de esos cronistas hay muchas y muchos dentro y fuera de los mundiales.

Va a los mundiales a encontrar gente que valga la pena porque el mundo en el que transcurren los mundiales, y el fútbol que es tema de los mundiales, y la existencia en la que hay hace mucho un invento probablemente magnífico llamado mundiales, lo desencantan demasiado seguido y demasiado profundo y, en consecuencia, tiende a pensar que ya no encontrará gente que valga la pena. Todo eso supongo que sí lo creen porque ustedes son buenas personas y, entonces, les pasa lo mismo.

Va los mundiales a encontrar a esa gente porque oyó mil veces la frase que dice que los mundiales detienen al mundo y, pura lógica, concluye que si el mundo, que está como está, se detiene, es posible filtrarse entre lo que suele ser el mundo y encontrar a esa gente.

Y, ojalá pudieran creerme, la encuentra.

1) En el Mundial de Rusia, encontró a Maritxa, que interpreta música en las calles cuando no hay mundiales y a quien el fútbol le importa menos que nada, pero en los días de mundiales arma un repertorio especial de música no para juntar más plata o para perseguir más aplausos sino para acompañar a los que pierden porque a los que pierden, en este mundo que condena a los que pierden sólo porque pierden, nadie les regala música y nadie les regala nada. 

2) En el Mundial de Rusia, encontró a Felipe, que no hincha ni por ningún equipo ni por ninguna patria y no porque teorice algo rotundo contra los equipos o contra las patrias sino porque hincha por los goleadores, ya que los goleadores hacen goles y los goles, a pesar de las pretensiones de las corporaciones, de los multimugrientos y de los socios pagos de los multimugrientos, siempre le van a pertenecer a los ojos que los miran.

3) En el Mundial de Rusia, encontró a Mohammed, que es marroquí y parlamenta en la Plaza Roja, delante de la multitud que transita en turismo el lugar, que no hay ni un solo campeón ni un solo campeonato que expliquen mejor qué significa vencer en la vida que las lágrimas de los futbolistas de Marruecos después de jugar muy bien y quedarse afuera del Mundial en un partido que merecieron ganar y terminaron perdiendo.

4) En el Mundial de Rusia, encontró a Oleg, que supone no haber estado nunca ni cerca de una mujer iraní pero que, desde que se enteró de que las mujeres iraníes pelearon y pelearon hasta poder ver las retransmisiones televisivas de los partidos de su selección en el Mundial, dedica medio desayuno familiar a repetir que lo que consiguieron esas mujeres es hacer historia.

5) En el Mundial de Rusia, encontró a Andrés, que no se llama así por Iniesta, pero sigue las presentaciones de Iniesta -no de España, que es el país de Iniesta, ni de los adversarios de Iniesta: sólo las de Iniesta- porque Iniesta comienza a irse del fútbol y, en vez de quejarse y de lamentarse porque otra belleza profunda se extravía en un mundo que expulsa a la belleza profunda, goza del momento y trata de tornarlo eterno, tan eterno como el fútbol de Iniesta.

6) En el Mundial de Rusia, encontró a Stanislava, que pidió una camiseta de Argentina y se vistió con una camiseta de Argentina como si tal cosa el día después de que Argentina sufrió una caída fea, dado que considera que más feo, mucho más feo, que la caída es abandonar al caído en la caída y que los reales caídos, los que habitan el piso y merecen habitarlo y hundirse más y más, son los que cómodamente le caen encima a los caídos.

7) En el Mundial de Rusia, encontró a Sergey, que hace lo que le da la gana menos mirar el fútbol del Mundial -y eso que el fútbol le gusta, inclusive el del Mundial- porque no quiere que la industria de la comunicación, o sea el más determinante de los poderes de esta época, le defina para qué hay ojos y en qué usarlos.

8) En el Mundial de Rusia, encontró a un argentino que, capaz de soltar todo lo que sentía o incapaz de enmascarar todo lo que sentía, en cuanto el croata Luka Modric le hizo un gol a Argentina, dijo "qué golazo" porque, aunque ese gol le hería el amor y la identidad, interpretaba que corresponde defender en cada minuto la idea de que las grandes creaciones no le pertenecen a un sector de la humanidad sino que son patrimonio de la humanidad completa.

9) En el Mundial de Rusia, encontró a una chiquita rusa que ni referencias tenía de una acividad que se denomina fútbol pero observó a su mamá y a su papá abrazarse en el segundo gol de Rusia a Egipto y anunció que desde ese momento el fútbol le importaba pero sólo le importaba si era algo que ayudaba a que hubiera más abrazos.

Sin ningún esfuerzo, la lista podría llegar a diez porque alguien que va a los mundiales a encontrar gente que valga la pena encuentra a esa gente por dos motivos: porque esa gente existe y porque a la gente que vale la pena sólo la encuentra la gente que vale la pena.

Ustedes no lo van a creer. Y acaso no sólo no lo van a creer sino que van a creer que esta historia no se justifica porque los mundiales y el mundo están para otras cosas. Pero hagan el esfuerzo. En una de esas, en el Mundial de Rusia o en el mundial que sea, ese alguien que va a los mundiales a encontrar gente que valga la pena se cruza con ustedes y siente que, de verdad, vale la pena.