Las derrotas futbolísticas duelen. Claro que duelen. Mucho más en un país futbolero como el argentino, donde –además– sólo sirve ganar. Para muchos, la vida no es otra cosa que el tiempo que pasa entre un Mundial y otro. Esa sobre esa expectativa, acumulada durante cuatro años, se expresa con desaforado entusiasmo durante ese mes en el que la pelota narcotiza la mente de buena parte de la población. El hincha, podría decirse, no puede vivir una Copa del Mundo de otro modo que no sea desbordado por la pasión. Sufre, celebra, se emociona, maldice, se abraza y discute al ritmo que imponen los goles. Que sean a favor o en contra, condiciona el humor individual y social. Se podrá discutir largo y tendido sobre si esa euforia es desproporcionada o no, si no “pasan cosas” más importantes en el país para que el andar de un seleccionado de fútbol tenga tanto peso en el ánimo colectivo. Lo cierto es que así vive el hincha argentino. El problema, en todo caso, es cuando esa pasión trasciende la tribuna o la mesa de bar para penetrar en ámbitos en donde debería primar el raciocinio, la mesura. En el periodismo deportivo televisivo, por ejemplo.

La goleada del jueves de Croacia sobre la selección argentina de fútbol expuso mucho más que la lógica frustración de quedar al borde de la eliminación del Mundial de Rusia: mostró el oportunismo carroñero de cierta parte del periodismo deportivo televisivo. Como si muchos estuvieran a la espera de un tropezón de Lio Messi y compañía, ni bien el 3 a 0 en contra se hizo realidad, el operativo aniquilamiento pareció ponerse en marcha. No porque no haya razones futbolísticas para señalarle a un equipo que juega cada vez más feo y da escasas señales de rebeldía ante la adversidad. Sobran los argumentos deportivos para criticar. Lo que tal vez cuesta encontrar en el tiempo es tal grado de exabruptos, falsedades y miserias concentradas en la pantalla chica en una misma tarde-noche como el que los televidentes presenciaron el jueves post partido.

Eran las 21.40 cuando, desde Rusia, el equipo de No todo pasa en TyC Sports abrió el programa “velando” con música fúnebre a la selección argentina. La apertura con imágenes de la goleada fue seguida por un minuto de silencio que les costó sostener a los integrantes del ciclo deportivo, que inexplicablemente se mantuvieron de pie con rostros de velorio. De fondo, en pantalla gigante, la imagen de Messi agarrándose la cabeza señalaba inequívocamente al responsable. Un golpe bajo –exagerado, si se tiene en cuenta que apenas se trató de una derrota– que difícilmente encuentre antecedente televisivo. Lo que siguió después fueron más de dos horas de gritos, acusaciones, chicanas y versiones echadas a correr sin prueba alguna, como la de que Jorge Burruchaga –manager de la selección– se haría cargo del equipo frente a Nigeria. Rumores que se sostuvieron aún cuando los mismos cronistas del canal que cubren al seleccionado argentino salieron al aire para desmentirlos. Insólito.

No fue la única pantalla en la que los periodistas parecieron hinchas a sueldo, donde los argumentos extra futbolísticos se impusieron a los deportivos, y donde los rumores y las versiones se dieron como ciertos. En TN, la placa roja de “Urgente” inauguró el espacio de las 21 de la señal informativa con una supuesta noticia de último momento. El zócalo fue taxativo: “En este momento los jugadores le piden a Sampaoli que no dirija el último partido”. Esa noticia de impacto, desarrollada con lujo de detalles sobre una supuesta reunión en la que el plantel argentino le exigía la renuncia al director técnico, se mantuvo durante buena parte de la franja horaria. El tiempo corroboró que no existió tal reunión ni tampoco tal exigencia de los futbolistas. La información nunca fue rectificada. El rumor estaba instalado. El daño estaba hecho.

Un rato antes, ni bien finalizó el partido, también otras pantallas parecieron “aprovecharse” de la derrota futbolística para dirimir cuestiones que trascienden al desempeño de Messi y compañía. En la pantalla de América 24, por ejemplo, el zócalo que se mantuvo al aire durante un buen tiempo en el análisis post partido tenía un mensaje llamativo: “El fracaso de la selección de Chiqui Tapia”. Sin deslindar responsabilidades dirigenciales sobre el presente del fútbol argentino, no se puede soslayar que el señalamiento al actual presidente de la AFA se haya realizado desde el canal informativo que pertenece al Grupo Vila, cuyo titular hizo públicas sus aspiraciones de convertirse en el hombre fuerte del fútbol nacional. Cada cual atiende su juego.

La necesidad de generar noticias de impacto, aun cuando la información publicada no cumpla la más mínima regla del chequeo periodístico, o de sacarle a la derrota un provecho propio e interesado, no fue lo único que marcó el “análisis” televisivo. Hay otro mal muy extendido en el periodismo televisivo en general, y que el jueves pareció teñir a buena parte de la cobertura: la necesidad de gritar para hacerse escuchar. Como si elevar el tono de voz le diera más sustento a las posiciones o los argumentos de quienes los expresan. Esta falaz idea –propia de la sobremesa de los asados con amigos o de los recreos del colegio entre adolescentes– acaparó la pantalla en algunas señales deportivas, con TyC Sports a la cabeza, cada vez más atrapada en su propia lógica. No hace falta subrayar que la capacidad periodística es inversamente proporcional al volumen que se usa para argumentar. Basta ver ESPN o TNT Sports, incluso algunos ciclos de TyC Sports, para comprobar que hay otra manera –interesante, enriquecedora– de ejercer el periodismo deportivo. Los clips musicales de los partidos que TyC Sports emite en sus tandas comerciales son un ejemplo de creatividad.

La victoria de ayer de Nigeria sobre Islandia, que le renovó a la selección argentina la ilusión de clasificar a octavos de final del Mundial, mitigó la indignación profesional el día después a la sobreexaltada jornada del jueves. Ojalá la figura del hincha le ceda paso a la del periodista. Que la pelota y el juego vuelvan a ser los protagonistas. No todo pasa.