La escasa noche rusa (sólo un par de horas con oscuridad) hace que el jet lag y el horario cambiado que hay con Buenos Aires repita la historia cada vez que me despierto. El teléfono cargando en el piso aparece con el WhatsApp repleto de mensajes. Es lógico. Mi familia y amigos están pendientes de cómo nos trata la lejana Rusia en un Mundial que hasta ahora nos ha dado pocas buenas noticias. Hoy no fue la excepción. Mi vieja, que es la que más me escribe en este periplo por las tierras de Lenin, Trotsky y Putin, se había acostada preocupada porque mi viejo le dijo que estábamos comiendo mal. Pero más preocupada porque sabe que en la Selección está todo mal.

Mi vieja lo primero que me pidió cuando le dije que me habían acreditado para el Mundial es que le escriba todos los días y que si necesitaba plata para un chip en Rusia ella me lo daba. Cosas de madre… Obviamente a la primera que le escribo para decirle que llegué bien a un estadio o que volví a la pieza dos por dos que comparto con Seba es a ella. Pero dentro de todas las cualidades que tiene mi mamá no figura la del periodismo. No porque no sepa de deporte, y sobre todo de fútbol, al contrario. Mi vieja fue la que más ‘sufrió’ mi vocación en mi casa. Ella puede hablar de los Bulls de Jordan, de los Lakers de Kobe, del Madrid de los Galácticos, y hasta de los New England Patriots, porque me acompañó cebándome mates, sin entender nada, a ver más de un partido de NFL. Pero no tiene porque no saber nada del otro periodismo.

Mi vieja al igual que el resto sabe que la Selección viene mostrando mucho menos de lo que pensamos que iba a mostrar. Por eso cuando ella me pregunta qué pasa trato de explicarle para que no caiga en la trampa. La trampa esa que se viralizó en tiempos de viralización: la de los audios de protagonistas, periodistas o amigos del amigo de un amigo que se entera por terceros que un primo del mejor amigo de un protagonista le dio una primicia desde adentro del plantel. Mi vieja me manda cuanto audio de dudosa procedencia encuentra para que “me entere de todo lo que se habla en Argentina”: ella no tiene porqué exigir veracidad en algo que llegó. Estamos en la cultura de que si se viraliza es porque debe ser cierto y con eso alcanza.

Uno de mis mejores amigos me manda un audio que un periodista le mandó a un amigo contándole, desde la visión de sus fuentes, cómo estaba el clima de la Selección de Sampaoli puertas para adentro. Lógicamente lo hizo con una buena leche. La misma con la que la gente que te quiere te busca informar. Ellos se informan con lo que ven, con lo que leen y con lo que escuchan. Hoy hay demasiados canales de televisión y demasiados medios para tan pocas noticias. Hoy no solo los medios tradicionales son los que informan a mi vieja. Porque cuando hoy fue a la verdulería, Jorge, el mismo verdulero de siempre, le contó que leyó una nota en la que los jugadores le pedían a alguien (“no sé a quién”) que el entrenador renuncie. Lo que ni mi vieja, ni el verdulero pueden saber, o detenerse a descubrir, que quizás la nota tiene otro alguien que está en Buenos Aires arme una nota con unas fuentes que -están en Buenos Aires y no en Rusia- para decir algo que le mandaron a decir. Es más viejo que el periodismo. Pero ahora es un poco más burdo.

Mi hermano me manda una captura de un programa muy visto en el que dice que Sampaoli no sigue. “¿Qué sabes Gordo? ¿Se va el Pelado?” Mi hermano cree porque elige creer y porque parece que no tiene otra manera de saber. Veinte minutos después, después de haberle respondido que desde acá no se sabía nada, me mandó otro mensaje que decía: “Están diciendo lo contrario, jajaja”. Seguro se decía siempre a los gritos. Porque estamos en tiempos de desprecio hacia los silencios y de premio hacia la virulencia sin fundamento. Estamos en tiempos en los que gritar quedar bien. Mi vieja vuelve a mandarme un mensaje, ya cansada de que le diga que muchas cosas de las que se dicen tienen otro sentido más importante que informar y que muchos de los rumores -aunque parezca increíble- nacen desde estas tierras. “Pero vos me dijiste que estar en el lugar de los hechos siempre ayuda a hacer mejor periodismo”. Me dijo y se fue a comprar para darle de comer a su nieta. Sin saber que había hecho más por el periodismo que muchos en este día de supuestos golpes de Estado.