Cincuenta años después de su primera edición, el Festival de la Isla de Wight todavía es reverenciado como el Woodstock europeo, pero sus lazos con el famoso encuentro de todo lo contracultural en Estados Unidos son más que una imaginería difusa de días hippies ya pasados. De hecho, su lugar en el folklore de la música fue cimentado cuando Bob Dylan tocó en el festival de 1969 para protestar contra la presión que sentía para que se presentara en Woodstock, según el fundador de Isla de Wight, Ray Foulk.

El cantante, quien no se había presentado en vivo durante tres años, había encontrado un refugio en Woodstock como un retiro artístico pacífico y, según Foulk, estaba molesto de que un montón de gente hubiera ido hasta su hogar y estuviera “gateando por toda su propiedad”. Un factor crucial para que Foulk pudiera persuadir a Dylan de que tocara en Isla de Wight fue, según el fundador del festival, que Dylan considerara a Woodstock como “la suma total de toda esa mierda”. En lugar de tocar en el encuentro estadounidense, que también se iba a hacer en agosto, desairó a la mitad de los requerimientos de su equipo de management y en cambio viajó al Reino Unido para ser la cabeza del festival de la isla, dos semanas después de Woodstock.

Finalmente, el show de Dylan fue una especie de decepción, según Foulk, porque su presentación sólo duró una hora. Pero tener un nombre como el suyo en el cartel significó que otras bandas, como The Who, reclamaran ser incluidas, y 150 mil personas se apiñaron en el lugar del festival durante tres días. En ese momento, Foulk sólo tenía 23 años, pero había dicho que tenía 27 para tener más legitimidad a la hora de conseguir a Dylan. “Era todo bastante amateur, pero cuando contratamos a Dylan de repente se convirtió en algo muy serio. Llegó gente de toda Europa”, recuerda.

La edición de ese año puso al festival en el mapa y al siguiente la asistencia llegó a unas 500 mil personas, gracias a una grilla que incluía a Jimi Hendrix, The Doors y Miles Davis. Reportes de la época incluso hablan de 700 mil personas, pero los números reales nunca se sabrán porque mucha gente llegó sin entradas. Foulk dice que en esa época los festivales tenían tanto que ver con la música como con la protesta y la amistad: “La gente venía como en un peregrinaje, y sostenía éticas e ideas de un modo mejor de hacer las cosas”.

Pero medio millón de hippies –una cantidad que sobrepasaba a los 400 mil de Woodstock el año anterior– llegando a una isla con una población que apenas era una fracción de ese número no fue algo bien recibido por los locales. El parlamentario conservador Mark Woodnutt y las autoridades estaban atemorizados, dice Foulk. “Pensaron que todos íbamos a armar una revuelta y estaban determinados a no dejar que el festival continuara. De hecho, las autoridades estaban tan preocupadas de que los encuentros masivos tuviera un paralelismo con los disturbios comunistas que el gobierno de entonces puso en movimiento un proyecto de ley para prohibir los encuentros al aire libre de cinco mil o más personas, algo que de haber sido exitoso hubiese impedido que festivales como Glastonbury siquiera despegaran. Afortunadamente el proyecto nunca pasó a nivel nacional, pero en lo local las autoridades tuvieron éxito en hacer pasar una declaración del Parlamento que prohibía volver a hacer cualquier festival al aire libre de más de cinco mil personas en la Isla de Wight sin una licencia especial del consejo deliberante.

Y la prohibición efectivamente logró mantener a los festivales lejos de la isla durante más de treinta años, hasta que el actual organizador John Giddings, enganchado con la idea romántica de resucitarlo, hizo un viaje a través del estrecho de Solent para convencer al concejo de que lo dejara avanzar, después de que Annie Horne, entonces Directora de Esparcimiento de Wight en el concejo, lo persuadiera de intentarlo. “Lo empecé por error, la verdad. Sólo lo hice porque soy promotor de música. El jubileo de la reina fue la excusa para recomenzar en 2002 y yo fui el único lo suficientemente estúpido como para probar”, dice Giddings. “Recuerdo el viaje en ferry cuando fui a tratar de convencer al concejo de que nos dejara hacerlo, y vi al sol reluciente sobre el Solent y pensé que eso era parte de la atracción, es una isla para turismo. Sólo hemos tenido cuatro o cinco días de lluvia en 75 de festival. En 2012 tuvimos la lluvia de un mes en un solo día, pero al margen de eso hemos sido muy afortunados. Eso es parte del atractivo”.

“Hay quince miembros en el concejo y votaron 8 a 7 a favor. Lo logramos por un voto”, continúa Giddings, que asegura que en ese momento el concejo estaba preocupado por que las multitudes fueran a causar un caos. “Creo que pensaron que la gente iba a venir a orinar en sus arbustos, pero ahora le deja 10 millones de libras a la comunidad local, porque la gente generalmente se queda más tiempo que el del festival. Crea turismo”.

Pero como en las primeras veces del festival en los ‘60, los dos primeros años de la reencarnación no fueron una travesía tranquila. Dieron pérdidas, hasta que Giddings logró los favores de David Bowie y The Who, con quienes había trabajado durante muchos años en algunos de los tours más famosos de esos artistas (incluido el Serious Moonlight Tour de Bowie). “Si yo no hubiese estado en la industria musical, lo habría cancelado. Así que él (por Bowie) me hizo un favor al cantar en Wight, y finalmente se convirtió en el último show que hizo en el Reino Unido”.

Annie Horne recuerda el recital de Bowie como el momento más alto de todas las ediciones. “Su performance de ‘Heroes’ en 2004... Yo estaba literalmente enraizada en la tierra y sin habla”.

El logro con Bowie y The Who le permitió a Giddings el momentum que necesitaba para convertir al festival en un negocio viable, después de dos años de pérdidas. “El primer año le hizo perder al concejo medio millón, el segundo yo tomé la responsabilidad financiera y perdí medio millón... La gente me miraba como si fuera un poco estúpido, pero yo creí en el Festival de Wight: es el Woodstock de Europa”, afirma el promotor. “El tercer año conseguimos a Bowie y The Who, y logré salir empatado, y después de cinco años tuvimos ganancias. La gente cree que los festivales generan un montón de dinero, pero cuando pensás que gastamos un millón de libras en policía y seguridad por las amenazas del terrorismo, que es algo de lo que nadie quiere hablar, no es un hobby barato. Pero es lo más excitante que puedas hacer”.

El festival ha atraído a algunos de los nombres más grandes de la música en esos años. A los artistas les gusta ir debido a la calidad de sonido superior y la atmósfera de pequeño festival. Mark Nicholas, frontman de Feeder, ha tocado en varias ocasiones y va a volver a hacerlo este año. “Algunos de los festivales más grandes, sin dar nombres, son tan tranquilos que no podés meterte. El de la Isla de Wight es uno de los pocos festivales grandes que tiene la atmósfera de uno más chico. Está realmente bien armado. Quizá sólo sea el nombre, pero tiene algo especial; desde que era un chico amo tocar ahí. Es la versión británica de Woodstock”. Feeder también tocó en el festival en 2005: “Fue un show estupendo. El sonido era buenísimo, estábamos terceros en importancia –creo que Travis eran los headliners– y había sido un gran año para nosotros, habíamos sacado un gran disco. Fue un momento muy alto, de lo más alto de nuestra carrera. Es un verdadero honor para una banda tocar ahí. Es uno de mis festivales favoritos, sino el mayor. John Giddins lo hizo bien”.

Sobre la calidad del sonido, Giddings dice que lo llena de orgullo. “Hay algo especial sobre el sonido al aire libre, le da a la gente una experiencia de vínculo afectivo. Soy fan de la música, y dedico mucho tiempo y esfuerzo a aquello que quiero. Voy a otros festivales y no puedo creer que tengan esa enorme mesa de mezcla justo frente al escenario. Arruina completamente la vista. ¿Por qué armar algo hermoso y después ponerle algo justo enfrente? Así nosotros tenemos una torre a cada lado; una para el sonido y otra para las luces. Además, armo una grilla con bandas del pasado, del presente y del futuro; al principio no fue algo deliberado, pero así es cómo lo hago ahora, y crea una gran atmósfera con gente de todas las edades, no es algo drogón”. 

Después del año de Bowie, los artistas fueron más fáciles de contratar. El festival ya tenía las entradas agotadas en 2007 cuando los Rolling Stones se subieron a la grilla. “Fueron el agregado de último minuto, ¡y Mick realmente pidió que los pusieran más temprano! Dijo ‘No estoy seguro de que la gente vaya a querer quedarse, no compró tickets para vernos a nosotros’. Es interesante que haya pensado eso, pero eso demuestra cómo es: no son quienes son hoy en día por no prestar atención”.

Un repaso de los artistas que han tocado en el festival en los últimos años es como leer un Quién es quién de la realeza rockera: Fleetwood Mac, Tom Petty and the Heartbreakers, Amy Winehouse... Momentos que tanto Giddings como Nicholas recuerdan bien. “Vi a Petty en 2012”, dice Nicholas. “Yo cantaba tan fuerte que después perdí la voz. Había algo tan relajado en su voz... Simplemente pensé que podía seguir cantando durante años”. Sobre Petty, que murió en octubre de 2017, Giddings asegura que fue “uno de los artistas con más clase de todos los tiempos”. “El realmente disfrutaba cuando tocaba, y después vino y nos agradeció por llevarlo al festival. Lo mismo pasó con Mick Fleetwood, que volvió al escenario después de que terminó el show de Fleetwood Mack para decirle gracias al público. El resto de la banda se fue y lo dejó, ¡y después estaba esperándolo en el helicóptero! Fue un gran momento tener a Fletwood Mac”.

Giddings comparte otros recuerdos del festival: “Tener a Amy Winehouse cantando con Mick Jagger fue un highlight. Ella no estaba segura de querer hacerlo, y yo le dije que tenía una de las mejores que había y que él era uno de los más grandes performers de rock and roll en el mundo, así que ella dijo que sí a quedarse por ahí, y cantó con él el domingo. Fue bueno, realmente, fue cuando ella todavía sonaba bien”. Pero el promotor dice que su recuerdo favorito no es de un artista de rock clásico, sino ver la reacción del público durante el set de un artista más contemporáneo. “Jay-Z estaba tocando y Kanye West se le unió en el escenario. Yo miraba a la multitud y se me puso la piel de gallina. Estaba arriba del escenario y cuando me di vuelta también estaba Beyoncé ahí. No podía haberme entusiamado más. Miré al público porque podés decir qué tan bueno es un artista por el modo en que contacta con 50 mil personas, y pensé: ‘Esto es todo, no estoy seguro de cuánto pueda mejorar mi vida después de esto’”.

“Realmente aprecio que la gente venga y espero que lo pase bien, porque de eso se trata. Si el lunes a la mañana me atropella un auto, no me importaría”, dice Giddings. Este año, para las “bodas de oro”, Kasabian será el headliner del viernes, Depeche Mode el sábado y The Killers el domingo. “Liam Gallagher va a estar bien, cuando suba y haga canciones de Oasis la gente va a enloquecer”, dice el promotor. “Lo mismo con Sheryl Crow, después pasar de Manic Street Preacher a The Killers... No se puede conseguir una mejor grilla rockera que esa”.

Chloe Hubbard: The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.

 

En 1969, Dylan desdeñó Woodstock para tocar en Isle of Wight.