Desde Kazán

La peregrinación albiceleste a Kazán es en estas horas incesante en avión, tren, ómnibus o por carretera. Los hinchas argentinos tenían primero una fe ciega en que la selección de Lionel Messi saldría primera del Grupo D y luego, con la amenaza de una eliminación temprana, nadie puso en su mapa a la capital de Tartastán. 

El cambio de planes sorprendió a la gran mayoría que se encontró festejando la clasificación a octavos de final en San Petersburgo pero sin boletos para Kazán. Y sólo quedaban muy pocos en avión o tren, algunos, a precios altísimos. 

“Me pidieron dos mil dólares para Moscú-Kazán-Moscú, apenas un poco menos de lo que pagué para volar desde Buenos Aires”, reflexiona un periodista que finalmente optó por el viaje en el camarote compartido de un tren. 

A un hincha apasionado, capaz de recorrer el mundo a pie por seguir a Lionel Messi, la solución le llegó desde el otro lado del Atlántico. 

“Me salvó mi novia desde la ciudad de Mar del Plata, que al instante que Argentina clasificó me consiguió un ticket online en tren de San Petersburgo a Moscú y después un vuelo hasta Kazán”, relata Esteban a la agencia dpa frente al hotel al que acaban de ingresar Messi y sus compañeros, para prepararse para el choque con Francia de octavos de final el sábado en el Kazan Arena. 

Claro, desde la playa argentina el trámite online fue sencillo, mucho más que las once horas que tardó Esteban en tren hasta Moscú y la desesperación por encontrar un taxi a la medianoche para recorrer en tiempo récord los 50 kilómetros hasta el aeropuerto de Domodédovo para llegar a tiempo al vuelo. Por suerte aparecieron otros dos argentinos y el costo del traslado se abarató. Esperar luego cinco horas en un café de Kazán a la espera de poder ingresar al hostel fue ya sencillo. 

Otra argentina compró un boleto de ómnibus en una plataforma online pero en la realidad el ómnibus era un minibus atestado con 20 pasajeros que tardó 16 horas en recorrer los poco más de 800 kilómetros que separan Moscú de Kazán.  

Adrián, de la localidad bonaerense de Laferrere, tenía bastante organizado su viaje en tren gracias a los pasajes gratuitos que facilitó la FIFA, pero el ticket en cirílico lo confundió de terminal y terminó perdiendo el ferrocarril. “Al final viajé por la aplicación Blablacar para compartir autos. Viajé con un ruso y dos chinos, que durmieron todo el viaje pero yo estaba espantado por la velocidad a la que íbamos. Al menos llegué a tiempo a mi tren en Moscú”, celebra, ya feliz de estar en Kazán. “Ahora es una anécdota divertida, pero hubo que vivirla y no estuvo bien”, reflexiona. 

Otro argentino, Nicolás, sólo tenía el regreso desde San Petersburgo a Moscú y pasó 18 horas buscando cómo trasladarse a Kazán, hasta que en un puesto de información le confirmaron que había algunos boletos de ómnibus disponibles en una estación lejana. Allá fue y embarcó en un viejo ómnibus conducido durante 15 horas por el mismo chofer, sin baño y sin hacer paradas. Pero llegó. 

Tres amigos de Plaza Huincul, una pequeña ciudad de la patagónica provincia de Neuquén, vivieron una odisea para llegar a Rusia. Viajaron en automóvil hasta Paraguay, de allí iniciaron una travesía en avión con varias escalas hasta llegar a Moscú. Y de allí, tren a Kazán, pero sin tickets para entrar el estadio. “Nos piden 750, 1.000 y hasta 1.500 dólares en la reventa, cuando se vendieron en 235 dólares. Pero si no conseguimos entradas baratas iremos a ver el partido al Fan Fest, nos quedamos un mes en Rusia y tenemos que sobrevivir con el dinero que trajimos hasta el 22 de julio”, explica Raúl Duval. Por suerte, coincide con Esteban Dotti y Nicolás Beccan, “acá la comida es barata y las compras en el supermercado cuestan menos que en Argentina”. 

Los gastos que implica vivir un Mundial en primera persona condicionan el día a día de muchos fans, pero no los frenan. Sebastián, de los suburbios de Buenos Aires, esperó pacientemente el alerta de una aplicación de venta de tickets sobre ofertas especiales hasta que le llegó: consiguió viajar de Buenos Aires a Moscú por poco más de 500 dólares, menos de la cuarta parte del costo normal de un ticket aéreo. 

Eso sí, realizó un periplo agotador y tardó seis días: partió de Buenos Aires rumbo a Iguazú, cruzó la frontera al lado brasileño y de allí embarcó rumbo a Río de Janeiro. Luego otro avión a París, conexión a Madrid y otra a Finlandia. De allí, en micro a la capital rusa.