Desde que se aprobó la media sanción para legalizar el aborto en el país a mediados de junio, se registra una escalada de violencia en redes sociales sin precedentes hasta el momento hacia  quienes visibilizan una posición a favor de la interrupción legal del embarazo. No obstante, podríamos decir que la violencia digital “no es un caso aislado, se llama patriarcado”, según la consigna feminista forjada al calor de las luchas de décadas, ya que distintas agresiones en la vía pública fueron denunciadas estos días en puntos muy disímiles del país. Ahora, si bien el acceso y la participación en plataformas digitales ha generado un conjunto renovado de prácticas violentas indeseadas con las que se enfrenta el ciberfeminismo desde su constitución como proyecto político desde mediados de los años ’90; este fenómeno que ya afectaba, sin fecha precisa de inicio, la cotidianeidad de activistas, profesionales, periodistas y actrices por manifestar su posicionamiento a favor del aborto legal en el país, encuentra una nueva etapa, signada por una agudización de las presiones sin igual.

Ya no son los insultos frecuentes recibidos en los posteos públicos de las redes sociales, ni los enviados a las cuentas personales de whatsapp o a las casillas privadas de estas plataformas bajo un anonimato cobarde o desde cuentas que se autodestruyen a poco tiempo de largar la agresión. Tampoco, el bloqueo temporal de cuentas por denuncias masivas de contenidos por parte de quienes se oponen al aborto legal, ni la ingrata sorpresa de recibir fotografías de presuntos fetos desmembrados bañados en sangre, al mejor estilo cine gore, que supieron esparcir. En esta nueva instancia, se sumaron “aprietes” bajo la forma de amenazas explícitas para amedrentar. Entre ellas, circuló en las plataformas digitales un dibujo de una mujer ahorcada que colgaba del techo, en el que destacaba su pañuelo verde frente al negro predominante del cuadro general. Demasiado explícito. Nada sutil ni librado al juego de la interpretación.

Frente a tamaña provocación, la indignación y cierto arrebato promovido por las redes sociales que parecen siempre exigir una respuesta inmediata, llevaron a compartir esa imagen por los mismos medios y, con esas prácticas, sin quererlo, se facilitó su diseminación, en un sentido contrario a una política visual feminista que procura una vida sin violencias, también en el campo de las representaciones.

Queda claro a esta altura que quienes con sus posiciones sostienen la clandestinidad del aborto, contradicen a cada paso la frase hecha de la defensa de la vida que proclaman, sobre todo porque adrede olvidan aclarar que se refieren exclusivamente a una vida intrauterina sacralizada.  Y que les resulta intolerable el cambio cultural que a través de las décadas se generó en la sociedad argentina para lograr el tratamiento y la aprobación de la ley en la Cámara de Diputados luego de tanta labor y los siete proyectos presentados en estos trece años por la articulación federal que lidera el proceso en el país, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Aún bajo presión de prácticas violentas en distintos escenarios cotidianos, ya no hay vuelta atrás. De nuevo, más de un millar de asistentes llenará las inmediaciones del Congreso el 8 de agosto para que el 2018 sea por fin el año del aborto legal en Argentina.

Claudia Laudano es profesora titular e investigadora especializada en Tics y feminismo, de la Universidad Nacioinal de La Plata (UNLP).