Los pibes son funcionales. Nos permiten olvidarnos de los problemas estructurales: no cuestionamos a las empresas off shore, no pensamos en las redes de trata de personas y sus vínculos con el poder policial y tampoco problematizamos la transferencia de ingreso a los sectores concentrados.

Es fácil, el problema de la sociedad violenta son los pibes que hay que meter presos. Pero los números indican que los casos de violencia cometidos por niños son minoritarios, contrariamente a los discursos que circulan en los medios de comunicación y en el sentido común de amplios sectores de la sociedad.

Solo el 0,38 por ciento de los homicidios fueron cometidos en 2015 en la ciudad de Buenos Aires por menores no punibles, según el Instituto de Investigaciones del Poder Judicial nacional.

Según Raúl Zaffaroni, “la criminología mediática crea la realidad de un mundo de personas decentes frente a una masa de criminales identificada a través de estereotipos, que configuran un ellos separado del resto de la sociedad, por ser diferentes y malos”. Ese “ellos” es representado por los jóvenes en situación de pobreza, a quien hay que aplicarles la violencia institucional.

Como sostuvo Zaffaroni, “¿qué es lo más fácil de hacer, pescar a un estafador internacional o agarrar a un pibe que va por la calle con uniforme de ladrón o por portación de cara?”.

Estos jóvenes estigmatizados no tienen voz. Quizás por eso también son fácilmente condenables. El monitoreo en la Prensa Gráfica Argentina realizado por Crisol sostuvo que cuando los jóvenes aparecen en los medios, en el 95 por ciento de los casos ocupan el lugar de victimario de un delito.

Mientras tanto, otras violencias no solo se hacen invisibles, sino que se encuentran legitimadas.

Para graficarlo, según el informe anual de la Coordinadora Nacional Contra la Represión Institucional, desde la asunción de Macri hubo casi un muerto por día a manos de las fuerzas de seguridad. Un muerto cada 25 horas por “gatillo fácil”.

La violencia que nos atraviesa requiere que discutamos políticas que permitan el ejercicio pleno de los derechos de todos los sectores de la sociedad. Pero sobre todo de los niños y las niñas en situación de pobreza, quienes no solo sufren la estigmatización de amplios sectores de la sociedad, sino que padecen la violencia institucional y la vulneración de sus derechos fundamentales.

* Licenciado en Comunicación Social (UNLZ). Docente UNRN.