Desde la crisis de 2001, que implicó lisa y llanamente la ruptura de las fidelidades tradicionales del voto como consecuencia del fin del bipartidismo con satélites que rigió en nuestro país desde el regreso de la democracia en 1983, la sociedad argentina se encuentra en una especie de grieta algo más compleja: está dividida en tres grupos.

Dos de estos segmentos son absolutamente opuestos entre sí, son los de mayor diferenciación ideológica y política. Al día de hoy los opositores a Cambiemos prácticamente duplican los oficialistas. Tal dato sociológico queda al descubierto si se leen con atención muchas variables incluidas en esta encuesta.

Pero en el medio de ambos extremos de la grieta, existe un segmento de independientes. No son ni peronistas ni antiperonistas, ni macristas ni antimacristas y menos aún radicales o antirradicales. Son pragmáticos, con poco anclaje ideológico o político, piensan más desde lo individual y en definitiva no se casan nadie. Sin ir muy lejos y como ejemplo, gracias a ellos CFK pudo obtener el 54 por ciento de los votos en las presidenciales de 2011.

Y por su pragmatismo existen dos características que son sumamente importantes a la hora de entender su comportamiento electoral: intersectan con alguno de los segmentos opuestos (ya sea de oficialistas u opositores de cada etapa) y en las últimas elecciones han sido el fiel de la balanza electoral. Nada más ni nada menos. Analizar el comportamiento actual de este segmento, que en este último trabajo de campo representa a casi tres de cada 10 votantes resulta fundamental para ir detectando los componentes de un escenario electoral que en la medida que pasen los próximos meses irá conformando su formato definitivo.

Sin el voto de la mayor parte de los independientes, Mauricio Macri jamás hubiera logrado imponerse en el ballotage. De esta afirmación no cabe duda alguna: ha sido una hipótesis investigada y comprobada.

Y es más: el apoyo que obtuvo de los independientes a lo largo de más de dos años de gestión fue fundamental para mantener un piso básico en los indicadores de gestión e imagen del presidente. Piso que solo fue perforado estos últimos meses. Ocurre que la situación empezó a cambiar. Los sentimientos negativos, la bronca, la incertidumbre, el miedo, la economía que no encuentra el rumbo y las promesas de campaña sin cumplir, han comenzado a ejercer su influencia negativa.

A partir del mes pasado, y por primera vez desde que asumió el gobierno de Cambiemos, la proporción de independientes, que siempre favoreció a Macri en las distintas variables medidas de manera sistemática a lo largo del tiempo y en forma ininterrumpida desde diciembre de 2015, se ha vuelto desfavorable para el gobierno. Actualmente son más los independientes insatisfechos que los satisfechos.

Y este cambio de posicionamiento, que si se profundiza puede resultar lapidario para la futura performance electoral del oficialismo, se puede observar en diferentes variables. Para empezar, imagen y gestión del presidente; es lapidaria en lo que a confianza en el equipo económico y evaluación de la economía se refiere; son pobres sus expectativas económicas; están sustancialmente enojados por el incumplimiento de las promesas de campaña, tanto en el aspecto económico como en el político. Y aquí viene el remate: son los que en mayor medida nutren la categoría No Sabe/No Contesta cuando tienen que optar por un candidato oficialista u opositor.

Volverán a ser el fiel de la balanza. Seguramente cada partido o candidato tratará de hablarles al oído para convencerlos, con la certidumbre que conseguir su voto es la llave que abrirá el cofre donde está el boleto que lo conducirá al sillón de Rivadavia.