La semana pasada hubo una baja del dólar, un rebote del precio de las acciones y una caída en el riesgo país. El equipo económico celebró la situación planteando que lo peor de la crisis cambiaria pasó y que el resto de julio terminará de consolidarse la estabilización del mercado. Un informe del Observatorio de Coyuntura Económico y Políticas Públicas al que accedió a este diario muestra que la tranquilidad de los funcionarios confunde deseos con realidad: el país sigue cada vez más expuesto a los vaivenes de las finanzas internacionales. El documento menciona que la decisión de desregular de forma absoluta los flujos de capitales generó una profunda dependencia a los cambios en el ciclo financiero internacional y que sin controles a la cuenta capital es inevitable frenar los episodios de crisis cambiaria. El trabajo detalla que incluso las noticias que parecen alentadoras como la entrada del país a la categoría emergente del MSCI agravan los problemas de inestabilidad macroeconómica.

“El mundo está terminando con el experimento monetario más grande de la historia (reducción a casi cero de las tasas de interés en los países desarrollados) y eso potencia el riesgo de tensiones para los países emergentes”, indicó el Observatorio. Agregó que “la nueva etapa de endurecimiento de las condiciones monetarias en los Estados Unidos debería poner en estado de alerta a los países no desarrollados para afrontar los efectos negativos. Se espera por ejemplo que la entrada de capitales a las economías emergentes pueda reducirse en un cuarto a partir del próximo año”. Planteó que “la Argentina, en este escenario de mayor incertidumbre de las finanzas internacionales, rema contra la corriente en materia de regulación financiera y macro prudencial. Se abre cada vez más a los movimientos de capitales en lugar de protegerse”.

El documento del Observatorio, que lleva la firma de los investigadores Julián Grancharoff, Iván Martínez y Pablo Wahren, asegura que los países de América latina en los últimos ocho años aumentaron su vulnerabilidad por el alza de la deuda externa y el déficit de la cuenta corriente (potenciado por la baja en el precio de las materias primas). “Los pasivos externos de la región subieron a un ritmo del 10 por ciento por año entre 2010 y 2017, una cifra superior respecto de lo que pasó en el resto de los países emergentes”, detallaron. Esta situación obliga a repensar las políticas de regulación de los movimientos de entrada y salida de divisas de la economía para evitar volatilidad cambiaria e impactos financieros. 

La Argentina en los últimos dos años y medio fue uno de los países de la región en donde se aceleró notablemente el nivel de la deuda externa, al incrementase en más de 100 mil millones de dólares netos (20 por ciento del PBI). El rojo de la cuenta corriente alcanzó además los 5 puntos del PBI, un déficit que triplica el registrado en otros países de Latinoamérica. La decisión del equipo económico ante estos desequilibrios no fue incorporar controles con fines macro prudenciales sino que se optó por terminar de desregular la entrada y salida de las inversiones financiera de corto plazo. “Se celebraron incluso anuncios como el guiño del MSCI para hacer pasar al país de fronterizo a emergente. Pero esto en lugar de aportar soluciones genera mayor volatilidad e incertidumbre en el mediano plazo. Uno de los condicionamientos del MSCI para terminar de ratificar la nueva calificación es que no se agreguen controles de capitales”.

Los economistas del Observatorio explicaron que los capitales que invierten en base a los índices del MSCI no mirarán si la economía argentina mejoró sus cuentas externas o si consiguió equilibrar el presupuesto. “Los fondos que invertirán a partir del cambio de la calificación entrarán o saldrán en función del humor de los mercados globales y no de los fundamentos de la  economía local. Esto, en palabras simples, implica potenciar la  exposición del país al factor de riesgo global tanto para los flujos de capital como para el precio de los activos locales”, cerró.