Es un hecho innegable que el mercado laboral de los profesionales de la psicología ha ido cambiando y que, en términos generales, es más grande y variado.

En el marco de las leyes de ampliación de derechos, la ley de Salud Mental fue una de las que movilizó una serie de programas de intervenciones directas en la comunidad, lo que involucró a psicólogos y a muchos otros profesionales de la salud.

Precisamente, es en el campo de las prácticas comunitarias donde el trabajo de psicólogos y psicólogas puede tener mayor incidencia y más demanda.

Sin embargo, en los últimos siete años, los programas tuvieron un límite de tiempo y, por lo tanto, se terminaron contratos de trabajo. Así, se fue perdiendo un recurso humano con formación específica para intervenir en situaciones de salud mental comunitaria: ante la falta de continuidad laboral, los profesionales no sólo quedan sin ingreso, sino que también tienen que decidirse rápidamente por abocarse a otra tarea.

En los últimos tres años hubo un recorte notable en el presupuesto que profundizó la precarización laboral y también la calidad de la salud que reciben las comunidades de cada provincia de la Argentina. Allí, se había logrado contar con profesionales muy bien formados, que integraban equipos interdisciplinarios en terreno y, de pronto, esos espacios han quedado sin ningún recurso para atender la salud mental.

A este escenario se suma la cuestión del intrusionismo, que ha ido ocupando cada momento de la formación de los psicólogos en la República Argentina, lo que también ocurre en Latinoamérica y en el resto del mundo.

Justamente, la importancia de la formación y del ejercicio profesional es tal, que estos temas, entre otros, se van a abordar en el XI Congreso Iberoamericano de Psicología, que se va a realizar del 11 al 13 de octubre, en Córdoba. Allí se va a debatir entre profesionales de distintas partes del mundo y, posiblemente, se llegue a un pronunciamiento común.

La preocupación local más reciente es en cuanto a la autorización de carreras por parte del Ministerio de Educación de la Nación, que entran en colisión con determinados alcances del título de psicólogo. En algunos aspectos esto es constante porque muchas de las entidades formadoras de líneas de trabajo como coaching o counseling, toman alguna herramienta de la formación básica del psicólogo y también de la especialización posterior, y la han convertido en un aspecto de formación supuestamente específica. En este punto, hemos tenido distintos logros despejando lo que corresponde al área de los psicólogos de aquellos que no lo son.

También surge el problema de la regulación y supervisión en situaciones donde se aplican algunas técnicas psicológicas junto a modalidades de intervención sin aval de la profesión, por parte de personas que se sienten habilitadas para trabajar con grupos o con parejas, donde muchas veces, el resultado no es bueno.

El terreno es un arduo laberinto, donde lo que se busca desde las entidades formadoras y deontológicas es resguardar la salud de la población y, por supuesto, el campo de trabajo de los profesionales de la psicología.

* Presidente de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Psicología (Fiap). Presidente de la Federación de Psicólogos de la República Argentina (Fepra).