Será cosa de la experiencia. O de sus propias personalidades, proclives al pensamiento más que a los slogans impactantes y vacíos de contenido. Lo cierto es que charlar con María José Gabin y Luis Machín con motivo del estreno de I.D.I.O.T.A, la obra que acaba de subir a la cartelera de El Picadero (miércoles a domingos, pasaje E. Santos Discépolo 1857), es formar parte de un espacio de reflexión en el que no hay lugar para los tropiezos discursivos ni para que los protagonistas se pisen por no saber sobrellevar su propia ansiedad. Nada parece afectarlos. Ni siquiera el bullicio propio de realizar la entrevista en un bar de Corrientes y Callao a las 5 de la tarde durante un diciembre caliente. Actores de larga y reconocida trayectoria, Gabin y Machín dialogan con PáginaI12 sobre la obra que los encuentra por primera vez juntos sobre un escenario, el trabajo actoral y la vida teatral, que en buena medida es para ellos hablar sobre su propia vida. Analizan, comparten, se escuchan, con atención y respeto, en medio de la ciudad de la furia. “No existe arte alguno con la vitalidad que tiene el teatro”, coinciden.

Pieza del catalán Jordi Casanovas, I.D.I.O.T.A es la versión argentina de Daniel Veronese, que se encargó de la adaptación y de la dirección de la obra. En la trama, un taxista –que atraviesa una situación muy particular– decide presentarse voluntariamente a unas pruebas psicológicas remuneradas, con el único fin de obtener el dinero fácil que las largas jornadas por las calles de la ciudad le niegan. Lo que no sabe el tachero es que esas pruebas no son más que un experimento psicológico y sociológico en el que una psicóloga intentará, a través de un perverso cuestionario, llevar al conejito de Indias al límite de lo tolerable para cualquier ser humano. En clave de comedia dramática, la obra expone con crudeza la noción de “individuo pensante” en el seno de la sociedad moderna actual.

La versión argentina de I.D.I.O.T.A, que se estrenó con buenas repercusiones de crítica y público en España y México, tiene mucho de “virgen”. Al menos eso es lo que se desprende del hecho de que ninguno de los dos protagonistas vieron el tono que las puestas ya realizadas le imprimieron a la pieza. “No tuvimos el gusto o el disgusto de haber visto sus puestas, así que hacemos nuestra propia versión sin ningún tipo de condicionamientos”, apunta Gabin, casi en modo celebratorio. “Como en todo, hay distintas maneras de hacer las cosas. En lo personal, cuando me ofrecen poder ver las versiones que se hicieron de una obra o una película, siempre prefiero rechazar la invitación”, subraya Machín, dando comienzo a una charla sobre el oficio teatral y sus particularidades.

–¿Por qué evita ver originales o versiones de obras en las que participará?

Luis Machín: –Porque siento que, aunque inconscientemente, de alguna manera influye la puesta vista en la que uno hará. Ver una versión de una obra que vas a interpretar puede hacer que tu propia mirada se tercerice, que la mirada sea una opinión de lo que ya vio, y no una opinión propia y virgen de lo que uno leyó. No digo que este proceso inconsciente les pase a todos, pero yo prefiero evitar atravesar por esa experiencia. Trato de evitar la copia consciente o inconsciente.

María José Gabin: –Lo que me parece bueno de la versión de Daniel Veronese es que supo adaptarse a nuestra idiosincrasia. Suele pasar que, en las adaptaciones de autores extranjeros que se hacen en el país, muchas obras se presentan lejanas a los ojos de los espectadores argentinos. I.D.I.O.T.A parece escrita por un autor argentino, porque la pieza está puesta en una realidad nuestra. He hecho versiones de obras estadounidenses y de pronto me sentía en el Lejano Oeste, hablando de una realidad que nada tiene que ver con uno.

L.M.: –Las primeras funciones tienen actuaciones más puras, despojadas del vicio que después adquieren, a medida que la obra permanece en cartel. En general, al principio uno tiende a pensar como actor que la obra no está lo suficientemente asentada, que sí ocurre después de una cantidad de funciones. Pero también es cierto que en las primeras funciones hay algo de la inmediatez de la obra, recién ensayada, casi virgen de respuesta del público, que es bien interesante. Las obras que me gustan, trato de verlas en tres momentos diferentes: en su comienzo, en una etapa intermedia y en sus finales.

–El teatro es una cosa viva. No hay dos funciones iguales.

M.J.G.: –El teatro es como un jardín, que atraviesa diferentes estaciones. Un jardín, a lo largo del año, se va transformando. Una obra de teatro es un hecho vivo, único e irrefrenable. Sobre todo cuando se trata de una comedia, donde tenés mucha mayor cercanía con la respuesta del público, porque es más perceptible. En el drama no tenés la inmediatez de la respuesta del público. En una comedia, es inevitable que uno empiece a sentir y a ajustar sus tonos y subtextos con lo que va sucediendo. El hecho vivo teatral es tan maravilloso como impredecible. Una película es siempre la misma. Una obra de teatro no es siempre la misma: la condicionan el público, el escenario, el director, los actores, el vestuario, la técnica... Siempre es interesante ver el recorrido de ese proceso creativo, desde los ensayos y el estreno a la maduración en el tiempo de cada pieza.

L.M.: –Habría que volver a hacer lo que hacía Alberto Ure, hace muchos años, que no dejaba ir a ver a los críticos únicamente una función: debían ver todo el proceso. Los invitaba a los ensayos, la pasada general y ver la puesta final semanas después del estreno. Sería interesante porque es una mirada más completa, sobre la adaptación, su evolución en el tiempo. Por ejemplo, I.D.I.O.T.A es una obra escrita para la cultura catalana, a la que hubo que anclar a nuestra cultura, a nuestra manera de ver los problemas y de enfrentarlos, a cómo luchamos entre lo que deseamos y lo que podemos... Son distintos estadíos de la creación. El problema es que no es posible. Hay mucha inmediatez. No es posible eso porque la demanda del mercado te lleva a estrenar en determinadas condiciones, a hacer un estreno de prensa, a que la vean ese día y después escribir la crítica sobre esa única función.    

M.J.G.: –Para el teatro no hay como el “boca en boca”. La recomendación del público de a pie tiene mayor influencia, porque descansa en lo que la gente le pasa cuando ve la obra, más que en una mirada profesional sobre la puesta. Al fin y al cabo, uno hace teatro para el público y no para los críticos. Obviamente, la del crítico es una mirada enriquecedora, pero no deja de ser una lectura. A todos nos ha pasado de ir a ver obras con una gran crítica y que cuando uno la va a ver no le mueve un pelo.

–Ustedes son actores de trayectoria. ¿El proceso creativo también sufre las necesidades del negocio o se mantiene inmune?

L.M.: –Depende del encuadre que se le quiera dar a cada obra y del encuadre personal que cada uno le otorga al trabajo. Los tiempos de ensayo no están escritos en ningún lado. Lo cierto es que el teatro comercial, por llamarlo de alguna manera, tiene tiempos en los que los artistas nos sentimos siempre corriendo. De cualquier manera, también en los procesos que no son el teatro comercial uno se siente corrido, por otras cuestiones. El teatro comercial tiene reglas claras, y uno decide aceptarlas o no. La diferenciación del teatro comercial está dada por las personas que lo componen. Ni el teatro comercial es una mierda ni el teatro independiente es fantástico. Hay de todo. He visto pelotudeces en grupos de teatro que supuestamente son de laboratorio, y he visto grandes obras en teatro comercial, que a priori está desprovisto del interés experimental. El teatro está en las personas que lo hacen, no en si es comercial o experimental. El teatro es el material con el que se trabaja, en el compromiso de los actores, en la riqueza de la pieza, en la mirada del director... La diferencia entre teatro comercial y el independiente no tiene que ver con al calidad, sino con la gente que conforma los distinto grupos y los intereses que los convocan.

–¿La diferencia entre teatro comercial e independiente ha quedado vetusta?

M.J.G.: –El prejuicio teatral ha quedado en el pasado. En todo caso, la diferenciación pasa por los sistemas de producción. Hay grupos que se encuentran a ensayar dos o tres veces por semana, porque trabajan de otra cosa, y hacen sus proyectos personales en teatros independientes. La obra les puede llevar seis meses. Y hay otros que son proyectos comerciales con tiempos más estipulados y una dedicación casi full time. La diferenciación está en cómo se encara el trabajo. En lo personal, encaro con el mismo compromiso una obra para el teatro oficial, como podría ser el Cervantes, que una para el comercial u otra con un carácter independiente. La conexión que tengo con el material es la misma.

–¿Y en qué lugar de la escena teatral porteño ubicarían a I.D.I.O.T.A?

L.M.: –El encasillamiento del teatro reduce las posibilidades expresivas de las obras. Podría decirse que I.D.I.O.T.A es una comedia dramática, porque tiene momentos hilarantes y otros en los que la tensión acapara la escena. La obra cuenta básicamente el sometimiento por decisión propia de un hombre a un experimento, que genera distintas reacciones. Hay salidas que pueden ser más o menos graciosos, o mas o menos dramático, según cada exportador. Cuando hicimos La última sesión de Freud, nos decían que iba a ser un fracaso en el teatro comercial. Estuvimos un año y medio, y podríamos haber estado cinco; nosotros decidimos dejar de hacerla. La predisposición de la gente al entrar a un teatro es imposible de prever. En este caso, la obra cuenta el sometimiento de este hombre a una maquinaria que ya está en funcionamiento en la sociedad liberal actual, un sistema que necesita llevar a los seres humanos a determinados estados. I.D.I.O.T.A muestra hasta dónde el mercado puede forzar a las personas. ¿Cuál es el límite del ser humano en la sociedad actual? La gente se va a identificar con el taxista que protagoniza la obra.

–En la versión original, el protagonista era un dueño de un karaoke. ¿Por qué aquí se pensó en un taxista?

L.M.: –El taxista es un personaje muy popular de nuestra ciudad, que tiene características particulares: está en contacto permanente con la gente, arranca el día endeudado y tiene que manejar por toda al ciudad para equilibrar las finanzas, vive adentro de un auto escuchando la radio, en donde le formatean todo el tiempo la cabeza... En otros oficios también pasa, pero el taxista es muy reconocido en nuestra sociedad. Todos se van a identificar con este hombre. El taxista es una expresión popular del gen argentino.

M.J.G.: –I.D.I.O.T.A no es una comedia blanda. Tiene toques perversos, ya que el protagonista es acosado por este experimento y pasa por momentos de mucha presión. Todos nosotros vivimos tiempos de mucha presión hoy en día. Es el hombre moderno llevado al límite. Es posible que mucha gente vaya buscando algo y se encuentre con otra cosa. Lo mejor que te puede pasar en el teatro es que la obra te sorprenda y conmocione.

L.M.: –Es una situación que podría pasarle a cualquiera de nosotros. Vivimos en un mundo difícil. Si hay algo que tiene la pieza, es que es de una realidad cotidiana pasmosa. Lo que la obra cuenta es algo que pasa en la realidad, aunque no nos demos cuenta. Sucede con otros recursos. El teatro nunca deja de ser un recorte de la realidad. O un corrimiento de la realidad para poder comprender la sociedad en la que vivimos. Cualquier espectador podría estar en la situación del protagonista de la obra. Incluso, muchos o estuvieron o podrían estar en ella. Es una obra que habla de a dónde te puede llevar la necesidad al estar en el borde. La falta de dinero o de trabajo llevan al ser humano a cruzar límites peligrosos.