Inspirada en la subcultura underground LGBTI del ball, Pose recrea competiciones en las que sus participantes, en representación de las Casas Drags donde viven en comunidad, desfilan de acuerdo con categorías preestablecidas. La Casa ganadora en cada categoría se lleva un trofeo y cuántos más trofeos acumula, más respeto y trascendencia gana en el mundo LGBTI.

Más de 50 actrices travestis y transgéneros dan cuerpo a esta historia que sucede en el año 1987 en la ciudad de Nueva York. Elektra (Dominique Jackson) y Blanca (MJ Rodríguez), son las dos madres travestis que dan cobijo, comida y contención a las demás travestis y maricas desahuciadas de la historia. Pose explora además las condiciones de los negros y latinos homosexuales, que sufren discriminación por su sexualidad sumada al racismo habitual. 

Para la comunidad LGBTI las casas drags fueron la forma de mostrar que la familia sí es una elección. Ese fue el legado de Sylvia Rivera y Marsha P. Thomson. Ambas fundaron en 1971 el grupo STAR (Acción de Travestis Callejeras Revolucionarias). 

STAR aparece como organización en la manifestación del Weinstein Hall de la Universidad de Nueva York en 1970. La universidad había prohibido cualquier evento gay. En repudio a la censura, activistas de la diversidad sexual organizaron una sentada. Finalmente un grupo antidisturbios obligó a los militantes gays a abandonar la ocupación. 

STAR, inicialmente llamado Street Travestites for Gay Power (Travestis Callejeros por el Poder Gay), nació ante la negativa del movimiento de liberación gay a defenderse y luchar contra la policía.

Pose logra exponer con humor una realidad que dejó cicatrices en la historia de la diversidad sexual. Se trata de la década en la que se conoció “la peste rosa”. Este aspecto atraviesa los personajes de Blanca y Pray Tell (Billy Potter), quienes tienen la voz de la experiencia y aportan su creatividad para cada desfile. La misma creatividad utilizan para pasar el hambre, el frío y las necesidades de una vida que se vive mientras el resto del mundo los señala como escoria.

El relato de este submundo de identidades condenadas a la clandestinidad y la miseria, se yuxtapone con el “gran sueño americano”, ese invento imperialista que impregnó todo el discurso de la época. 

Patt Bromley (James Van Der Beek), trabaja en las torres de Trump y le gusta tanto el dinero y el poder como la cocaína. Este hombre rubio, blanco y adinerado no solo es ambicioso, sino que probablemente muera por veneno propio al morderse la lengua.

Bromley es el empleador de Stan Bowes (Evan Peters) hombre con grandes aspiraciones de ascenso social. Su amor por el consumo y los bienes materiales lo convierte en esclavo de sus sueños, tan esclavo como de su deseo por Angie (Indya Moore), una travesti de belleza sublime.

La historia transcurre en un contexto de avanzada neoliberal conservadora encabezada por  Thatcher en Inglaterra y Reagan en los Estados Unidos, sobre los movimientos de masas que habían cuestionado el orden económico y la moral dominante en la década anterior. 

Esto no solo implicó una derrota a nivel mundial para la organización y subjetividad de la clase obrera, sino también retrocesos en las conquistas sociales que impactaron con más fuerza aún en los sectores marginados como las mujeres pobres. Las personas transexuales y homosexuales, con frecuencia eran expulsadas de sus hogares y poblaban por miles los refugios para menores y vagabundos.

Damon Richards (Ryan Jamal Swain) es golpeado por su padre y echado de la casa por tener el sueño de ser bailarín. Vive en las calles durante días hasta que Blanca lo acoge en su hogar y le enseña a pelear por lo que quiere. Junto a su pareja sexo afectiva, Ricky (Dyllon Burnside) incendian la pantalla y aportan la cuota de ternura necesaria a una historia donde prima la exclusión y la supervivencia ante el desprecio. 

Pose cuenta esta historia de la misma manera en la que muchas veces la diversidad sexual hace frente a su drama cotidiano: con el humor negro como herramienta para denunciar y poder superar día a día los estigmas por saberse únicxs y exquisitamente bizarrxs.