Utilizar a Zlatan Ibrahimoviæ como metáfora del presente familiar podría no ser lo más indicado si uno está en una sesión con su pareja y los ex de ambos. Aunque al espectador le servirá para situar a The Bonus Family (cuyas dos temporadas de diez episodios fueron dispuestas por Netflix). Estamos en la patria del delantero mastodóntico, impredecible, genial y problemático, adjetivos que se pueden aplicar a las relaciones que propone esta ficción sueca. Se trata de una comedia dramática, y como en otras producciones de la plataforma on line de ese confín (Rita oriunda de Dinamarca y Lillehammer made in Noruega), erradica la idea de que allí solo se producen policiales tan geniales como oscuros. A su vez echa un poco de luz sobre la mitología nórdica más allá de sus vikingos. No todo es bienestar, corrección política, situarse al tope de rankings de prosperidad, igualdad de género y la sonoridad de ABBA. Detrás de esa panacea hay  vínculos confusos como en cualquier otra parte. 

The Bonus Family sigue a Lisa (Vera Vitali) y Patrik (Erik Johansson), una diseñadora de ropa y un profesor cuya relación viene con el añadido del destrozo emocional de lo que habían edificado en sus anteriores matrimonios. La iniciativa ha sido suya, así que deberán hacerse cargo del divorcio con Martin (Fredrik Hallgren) y Katja (Petra Mede) y del limbo en el que han quedado sus tres hijos. ¿Cómo encauzar la crianza, lidiar con sus ex y encontrar un ambiente propicio en circunstancias que manda el despelote? La primera idea de Lisa es la de celebrar en conjunto el cumpleaños de los dos chicos. 

“¿Vos querés que estalle la Tercera Guerra Mundial?”. “Realmente quiero que esto funcione”, replica la mujer. El festejo culminará en un hospital y con la noticia bomba de que la mujer está nuevamente embarazada. 

El origen del título deviene del concepto utilizado en Suecia para suplantar al de padrastro o madrastra por su connotación negativa. La serie fue creada por Clara y Felix Herngren quienes al igual que en la ficción conforman una pareja ensamblada y llevaron su experiencia a la pantalla chica como terapia. “Estuve buscando un especialista en el tema que nos ayudara a lidiar con esto, porque vivir en una familia de este tipo implica un drama, y nos dimos cuenta de que primero debíamos llevarlo a la tevé”, planteó su productora. The Bonus Family retoma el casi olvidado género de dramas domésticos sin acentuaciones redundantes. Parecido a lo que se vio en Todos Juntos (Lukas Moodysson; 2000) sobre la vida en una comuna de Estocolmo de los ‘70 con sus ensayos familiares. O como si a Kramer vs. Kramer (Robert Benton; 1979) le quitaran las escenas de abogados y se quedaran con las de un padre divorciado aprendiendo a hacer tostadas francesas, enseñando a su hijo a andar en bicicleta o corriendo al hospital porque  su vástago se dio un porrazo en la plaza. 

El punto de partida de la ficción es, entonces, el complicadísimo reboot familiar para todos los implicados. Salvo Lisa y Patrik nadie está contento con la nueva realidad. Martin, quien trabaja en el depósito de una gran tienda, es el que aparece como el más golpeado. Un tipo forzado a volver a lo de su madre quien, por otra parte, ha decidido salir del closet. Katja, una ejecutiva de apariencia fría y obsesiva, tampoco  la tiene fácil y no haya salida para su tara mental. Uno de los grandes aciertos de la producción es tomar hechos simples, personajes elementales e ir moldeando sus emociones sin apuro con diálogos siempre creíbles. 

Es gente, sin ir más lejos, que discute por teléfono en el inodoro. “Puedo cagar y hablar con vos, soy multitasking”, plantea Katja. Ese humor doloso es el que atraviesa toda la historia y distingue a este programa de un drama puro y sin salida. Dietas especiales para los hijos, la problemática de comprar un regalo, lo que trae aparejado una nueva mascota, la visita de urgencia al médico, desayunarse con la existencia de las app para citas y facturas impagas, entre otras delicias. He ahí el tipo de contingencias que transforman a The Bonus Family en una composición tan nórdica como íntima y sincera. Instancias del orden cotidiano que deparan risas y angustias.