Una original “lucha libre del conocimiento científico” propone un espectáculo que es teatral, acrobático, que tiene guiños de humor y que de paso habla de ciencia para un público de todas las edades (aunque es disfrutado y celebrado especialmente por los más chicos). Todo eso es ¡Fuerza atómica!, historias de la ciencia en el ring. Suena raro, y hasta disparatado, pero allí se suben al cuadrilátero y se baten al mejor estilo Titanes en el ring (los lectores más jovenzuelos tendrán ejemplos más actuales como la WWE) Albert Einstein, Isaac Newton, Marie Curie y su hija Irene, Dr. Cuántico, Radiactividad Letal y Amenaza Tóxica, entre otros héroes y villanos. En vacaciones, estos combates que ponen en vilo a la historia de la ciencia sobre un ring suceden de miércoles a domingos en el Centro Cultural de la Ciencia (Godoy Cruz 2270), con funciones a las 15.30 y a las 17.30. Que, además, son gratuitas. 

Todos los días hay diferentes combates y, como en la mismísima historia de la ciencia, cada uno es librado por protagonistas con intereses, creencias y “fuerzas” distintas. Albert Einstein, por ejemplo, pelea contra la mecánica cuántica... tal como lo hizo en vida. Acaba vencido en el suelo, pero advirtiéndole a Dr. Cuántico, mientras suena música de Star Wars… “¡Yo soy tu padre!”. Y algo así ocurrió, también, en la historia real. “El no creía que la mecánica cuántica fuera una teoría completa, pero la hizo avanzar, aunque después se peleó con esa rama de la física. Además de tirar mucha información cuando entra cada personaje, las peleas van representando lo que pasó con ellos”, explica Cristian Palacios, director y autor de la obra, que trabajó con la curaduría científica y la producción del Centro Cultural de la Ciencia, junto a asesores en las distintas ramas (Diego Golombek, Paula Cramer, Pablo Amster y Daniel De Florián).  

En otro combate, dos chicas del Escuadrón Vacuna pelean contra la malvada Amenaza Tóxica. “Nos interesaba mucho porque las vacunas son la prueba más palpable de que la ciencia, cuando trabaja de manera cooperativa, ayuda a salvar vidas. Y en este caso, son tan efectivas que hasta nos olvidamos de que existen, y de cómo era el mundo antes de ellas. Esa es una de las paradojas que se mencionan en la lucha”, observa Palacios. Y así en un momento entra en escena en la pelea Supervillano Cósmico, una especie de posverdad enemiga de la ciencia, que en este caso (aunque no está presentado así) bien podría representar a la prédica ombliguista de los movimientos antivacuna.   

Hay más peleas de la historia de la ciencia: la polaca Marie Sklodowska Curie se enfrenta a su archienemiga en calzas, Radiación Letal. Curie dedicó su vida al estudio de la radiación, y por sus descubrimientos ganó dos Premios Nobel. Su hija Irene continuó su trabajo y ganó otro más. Otra vez, Supervillano Cósmico aparece trayendo sus armas del prejuicio, la apatía y la indiferencia, para intentar evitar que una mujer científica “gane”. “Marie Curie fue la primera científica en ganar dos Premios Nobel, y el primero se lo dieron junto con su marido, cuando en realidad el descubrimiento lo hizo ella. Nos gustó poder hacer esta escena para decir que ‘la igualdad de género es una antigua deuda que la ciencia debería pagar’”, acota el autor y director de la obra (que ya había presentado en este mismo espacio otro espectáculo sobre ciencia como Los sonámbulos).

Las luchas siguen entre Universo Mecánico vs. Dr. Cuántico; Hombre de las Pampas vs. Lucy Cavernícola (uno representando la teoría de Ameghino sobre el origen del hombre en la Argentina, la otra a Lucy, uno de los fósiles más antiguos, hallado en Africa). O entre Copérnico, Kepler, Galileo (que tiene que salir del ring porque lo amenaza la Inquisición) y Newton vs. el poderoso Almagesto. “Nos encanta poder hacer un espectáculo que es masivo (en la primera semana de  vacaciones lo vieron 5000 personas), y que a la vez se mete con temas densos del conocimiento. No es que explicamos todos esos temas, que son muy complejos, nos contentamos con que los espectadores se lleven la información básica y luego, que cada uno busque. El teatro no tiene que ‘divulgar’, ni ofrecer todos los contenidos, sino despertar la curiosidad. Con eso, ya es un montón”, concluye Palacios. Además, ¡Fuerza atómica! muestra que los temas pueden ser complejos, pero no inaccesibles. Y si el teatro en sí mismo, como experiencia estética, es una forma de conocimiento, en el saber, en el conocimiento, también hay una experiencia de goce”, asegura.