Moira Millán será en breve la primera mujer indígena en publicar una novela. Casi en soledad, hace casi veinte años recuperó territorio para su comunidad Pilan Mahuïza en Corcovado, Chubut, y desde entonces no ha dejado de ser blanco de amenazas y persecuciones. A principios de julio la retuvieron el 20 de septiembre pasado en el aeropuerto de Bogotá, todo indica que a instancias del cuestionado juez Guido Otranto que abrió una causa en su contra por la ocupación del juzgado federal de Esquel. Esa misma noche ardían las viviendas de la comunidad mapuche tehuelche de Vuelta del Río, donde Millán impidió el paso de policías armados durante un presunto operativo para hacer pericias por el incendio. En diálogo con PáginaI12, dijo estar convencida de que la están haciendo pagar gestos como ése, animarse a requisar a un policía. Y también se pronunció sobre el próximo Encuentro Nacional de Mujeres, que está previsto suceda en la chubutense ciudad de Trelew. “Le decimos al movimiento feminista, como mujeres mapuche, vamos por la despenalización de todas las prácticas de medicina que resguarden la vida y la libre determinación sobre nuestros cuerpos y de nuestros territorios”, afirmó en torno al debate sobre el aborto. Y precisó que hay 145 desaparecidos mapuche, según investigó una organización de Comodoro Rivadavia tomando en cuenta tan sólo los casos judicializados. “Suponemos que hay más porque en esa lista no figura Eduardo Cañulef, que era peón de la estancia Leleque de Benetton, pidió mejoras salariales y desapareció en 1996”, describió Millán de paso por Buenos Aires.

“Iniciamos una campaña para que el Encuentro Nacional de Mujeres sea plurinacional, el taller de mujeres originarias que funciona en ese espacio es algo diminuto, hay temas que son específicos como por ejemplo hacer un relevamiento completo de la cantidad de mujeres originarias que mueren por el aborto clandestino”, expresó la activista mapuche. “Aún no se ha despenalizado las prácticas de medicina tradicional donde mujeres indígenas han sido penalizadas por atender partos de mujeres no originarias, las acusan de práctica ilegal de la medicina. Entonces si nosotras quisiéramos hacer uso de tratamientos naturales para abortar, para no caer en el mundo del consumo químico, que va a beneficiar a grandes corporaciones, y para no caer en servicios hospitalarios de un grupo de prestadores, tenemos que poder hacerlo, y que también sea público y gratuita la anticoncepción con nuestros métodos, con nuestras plantas”.

–¿La medicina mapuche puede propiciar anticoncepción y aborto?

–Sí, pero no vamos a revelar detalles porque estamos en un estado racista y machista que nos persigue por mucho menos que eso. Existe no sólo en el mundo mapuche sino en las 36 naciones originarias, y lo practican. Estoy a favor de la despenalización pero desconfío de la legalización, porque todo lo que el sistema legaliza lo cosifica, lo convierte en mercancía vendible.

–¿Hay mapuches en contra del aborto?

–Hay a favor y en contra. Las mujeres indígenas tenemos que ser parte de la discusión sobre la legalización. Hay mucha ignorancia por los siglos de colonización, donde las iglesias evangélicas y católicas han penetrado en las comunidades y han constituido un sedimento colonial de valores que no nos pertenecen. Otro de los temas específicos es lo laboral. Cuando llegan los días sagrados nuestros no tenemos reconocimiento, tenemos que faltar y no nos justifican la ausencia, es algo ni siquiera imaginado por las conducciones sindicales. 

–¿Está imputada por la Justicia?

–Me denunció el juez federal Guido Otranto por la ocupación pacífica de su juzgado que hicimos el año pasado, éramos 30 pero solamente a mí me acusaron. Tenemos derecho a interpelar al aparato judicial cuando funciona mal, de decirle al Estado que estos administradores de justicia están violando todas las garantías y derechos nuestros. Ese día, cada uno de los que habían sufrido torturas durante los operativos en Cushamen y Vuelta del Río del 18 de septiembre miraron a los ojos al juez y le describieron todas las barbaridades padecidas, algunos hombres adultos y fuertes lloraban al contar las humillaciones vividas a manos de las fuerzas de seguridad por orden de Otranto. Se ensañó contra mi persona, casi 200 fojas cargadas de racismo y misoginia, leerlo es indignante. Establecen un lenguaje, con odio en particular contra los mapuche, las mujeres y la disidencia. Ese trípode está resumido en mi persona, y parecen ser motivos para pedir mi condena. Ya estuve encausada y siempre salí absuelta, la diferencia es que era por acciones colectivas, nunca me mando sola, no creo en el caudillismo ni en el vanguardismo. Cuando entramos a su juzgado lo hicimos como comunidad indignada para decirle basta a ese juez. Finalmente lo sacaron de la causa de Santiago Maldonado. Acribillaron a Rafael Nahuel y el asesino está libre. Mataron a Santiago Maldonado secuestrado, torturado y asesinado y sus asesinos están libres, quienes dieron la orden siguen en sus lugares de poder. Apuntan a quebrarnos el espíritu, la causa es un chiste pero quieren darle un soporte a las declaraciones de Patricia Bullrich de que soy la ideóloga y vocera del RAM. No hablan de la ocupación del juzgado sino de mis viajes, mis reuniones afuera, cuando llegué a Bogotá me retuvieron tres horas.

–¿En Colombia también está imputada?

–No. Fui invitada por el pueblo nasa, indígena como el pueblo mapuche. Recuperan territorio a multimillonarios que están dañando la madre tierra, la mapu. Fui a una recuperación de tierras de (Carlos) Ardila Lülle, uno de los empresarios más ricos de Colombia, que sembró miles de hectáreas con caña y rocía con agrotóxicos, los niños de la comunidad mueren de cáncer. Entonces los nasa liberan la tierra, así que anduve cortando caña, me sentía como en Nicaragua en los ‘80 (se ríe). Luego de limpiar toda la tierra se hace una ceremonia y siembran, guardan un porcentaje de la cosecha, y una vez al año hacen la marcha de la comida. Son camiones de alimentos de los territorios liberados a los ricos, es diversidad de comida para luchar contra el monocultivo. Cuando llegué a Bogotá me sacaron de la fila, me tenían identificada, me llevaron a una oficina donde estaba la policía de migración. Las organizaciones ambientales y de derechos humanos se empezaron a mover. El pueblo colombiano tan sufrido tiene una gran gimnasia en estos casos. Tienen un corredor humanitario que se activa inmediatamente, con abogados y todo.

–¿Le dijeron si la acusaban de algo?

–No. Me llevaron a un lugar aislada, ahí sí me asusté. Ya venía denunciando en las redes los acuerdos bilaterales de Macri con el gobierno colombiano. Soy una mujer muy espiritual, cada vez que viajo pido que haya un chamán, esta vez fue un hermano mayor nasa que me acompañó todo el tiempo. Pero también funcionó mi protección del anillo político y del judicial. La experiencia fue muy dura, estuve en el Cauca donde fue la masacre. Vinieron los paramilitares, luego el Ejército, vi que son blanco de todas las balas, los que dicen ser revolucionarios, los de derecha. Y sus únicas balas son las semillas, el amor y la solidaridad.

–¿Piensa que puede ser condenada?

–Sí, para intentar aleccionar pero no me asusta. Sí considero que es grave, son nuevas formas represivas que vienen de la dictadura y el capitalismo las recicla y van construyendo apariencias. Tenemos que nombrar lo que sucede. Si no quieren hablar de dictadura, de acuerdo, pero hay que hablar de lo que pasa. Cantidad de acusados, víctimas de represión. 

–¿Ustedes dicen que hay unos doscientos mapuche desaparecidos?

–Los casos judicializados son 145, entre ellos Luciano González, pero creemos que hay más. Para construir consenso van a tratar de convencer a la gente de que soy terrorista, que manejo dinero cuando no tengo ni bicicleta. Vivo en una casita de adobe, como siempre ando en la lucha y no tengo un peso nunca puedo terminarla. Soy madre sola y crié así a mis cuatro hijos, como millones de mujeres humildes. Sólo que no me resigno a que nos opriman.

–¿Terminó su novela?

–Sí, la entrego en agosto a la editorial Planeta, que me ha tenido mucha paciencia. Se llama El tren del olvido, es una novela histórica que habla de la llegada de los ingleses a la Patagonia, contaré cosas que no se conocen.