“Para qué quiero enemigos/ Si tengo tantos hermanos/ Los que están hasta las manos/ Y los de mano tendida/ Para qué aburrir el termo/ Con el agua casi hervida”. Andrés Calamaro arrancó el año contento, escuchando vinilos nuevos y viejos, cocinándose todos los días y escribiendo versos y más versos en su refugio bonaerense de Benavídez, con parrilla, pileta y estudio casero de grabación. Las rimas iban apareciendo sin avisar y pedían canciones, anunciando de paso que se vendría un disco nuevo si lo dejaban venir, y eso fue lo que supieron hacer casi en puntas de pie Calamaro y el pianista Germán Wiedemer, compinche musical de sus últimos discos encontrados. Medio año y una mudanza a Madrid más tarde, llegan noticias desde el Planeta Andrés que confirman aquellas sospechas estivales: durante las últimas dos semanas, y casi sin avisar, Calamaro ha posteado online desde Los Angeles el paso a paso de la grabación de ese nuevo disco, que aún no tiene nombre ni fecha de edición (se habla recién de octubre o noviembre). Pero sí se sabe que tiene un tema –o al menos ha sido grabado– que incluye los versos con los que arrancan estas líneas, presentado bajo el posible título “Para qué”. Pero hay otra opción de bautismo que suena más celebratoria, cómplice y acorde incluso al particular derrotero del que será su primer disco de estudio propiamente dicho y canciones nuevas desde el ya lejano Bohemio (2013). Se trata de un curioso nombre propio que se revela al final de unos versos que tienen un aire –al decir del propio Andrés– tanto folklórico como blusero: “Ando como un perejil/ Condimentando un potaje/ Harto de pagar peaje/ O dormir en los rincones/ Pido respeto señores/ Soy Diego Armando Canciones”.

LA SEMANA PASADA EN LOS ANGELES, PROBANDO UNA GUITARRA.

La forma en que Andrés armó sus canciones en Los Angeles durante las últimas dos semanas –con respetados musicos de sesión locales, grabando todos juntos y relajados en el estudio– recuerda inevitablemente otro disco grabado dos décadas atrás en Estados Unidos, pero en la otra costa, bajo la producción de Joe Blaney. Aquella vez, la deslumbrante aparición de Alta suciedad (1997) confirmó el lugar que debía pasar a ocupar Andrés Calamaro tras la separación de Los Rodríguez. En este caso, en principio se trata de regresar al sitio donde lo dejó Cachorro López tras sus últimos dos discos de estudio, vínculo que comenzó con La lengua popular (2007). Pero, yendo aún más lejos, se podría decir que es un paso más en un largo camino de regreso de las tierras camboyanas, que comenzó con Javier Limón y El cantante (2004), siguió con Litto Nebbia y El palacio de las flores (2006), continuó con su ex compañero –y co productor– en Los Abuelos de La Nada y, ahora sí, regresa a aquellas fuentes que honran la música que ha vuelto a escuchar obsesivamente Calamaro al pie de sus vinilos, tal como lo hacía en sus comienzos, antes de todo y todos. Un recorrido que, lentamente, paso a paso y año a año, va pareciéndose cada vez mas a una carrera antes que a una huida. “Nos merecemos un disco grande. Una producción personalizada, músicos de alta gama mundial, especialistas en rock”, posteó Calamaro, que se mudará al sello Universal con este trabajo, abandonando un largo vínculo con Warner que se remonta a las épocas de Los Rodríguez. “Sé que se espera mucho (o demasiado poco) de mi. Y no digo las mismas cosas que hace veinte años”. 

 La sorpresa por la aparición de sus posteos anunciando la grabación de este nuevo disco desde Los Angeles obedece a que en realidad desde hace más un año de lo que se hablaba era de un proyecto de duetos. O sino de un disco en vivo testimoniando la gira Licencia para cantar, con la que salió a presentar su disco Romaphonic Sessions. Producido por Carlos Narea, el disco de duetos ya está muy avanzado, con nombres de invitados mencionándose aquí y allá (desde Fernando Cabrera hasta Julio Iglesias o Raphael, los nombres propios se multiplican), e incluso con la confirmación de haber grabado finalmente al último de la larga lista: Milton Nascimento. Durante la primera mitad del año aún se hablaba del disco de duetos en primer lugar, pero algo sucedió para que el orden se invierta. Y ese algo, qué duda cabe, son las canciones. O, al menos, las letras. “Me sobró mucha letra para este disco”, confirmó Calamaro en una delcaración reproducida por el sitio Deep Camboya. “Las canciones que grabamos son fragmentos de letras mucho mas largas. Eso porque escribí las letras primero. Algo que no es un método frecuente. Mayormente se empieza por la música y la letra es... algo necesario para cantar”, dice Calamaro, que al llegar a Los Angeles se puso a las órdenes –junto con Wiedemer, presente también en las grabaciones y que preprodujo los temas– de Gustavo Borner, productor argentino de proyección internacional, cuya carrera pasó –en el tiempo que va de Alta suciedad a hoy– de León Gieco y Juana La Loca a Los Tigres del Norte y Juanes.  

Pero el detalle que termina de enmarcar el presente de Andrés Calamaro está en el particular aniversario que está celebrando por estos días. “Para aquellos que gustan de los números redondos, este año es mi brutal cuadragésimo aniversario en los estudios de grabación”, anuncia quien siempre ha dicho que celebró su cumpleaños numero 17 –que festeja el 22 de agosto– durante la grabación del disco B. O. V. Dombe, el debut de Raíces, aquel combo liderado por el bajista uruguayo Beto Satragni, al que llegó por recomendación de Sergio Makaroff, autor de temas como “Loco por ti”, y que casi desde entonces vive en Barcelona. “Estaba muy verde”, recuerda hoy, desde sus 56 años casi vencidos. Y agrega divertido, para completar la descripción de aquella versión suya cuatro décadas más joven: “Era un estudiante poco aplicado y apenas un aspirante a músico. La verdad que ahora, si lo pienso, preferiría no haber grabado hasta pasados los 25 años o mas cerca de los 30, cuando estaba mas maduro como cantante y con otros criterios conceptuales para el sonido y la música. ¿Otros consejos para decirme o decirle a alguien que empieza cuarenta años antes? Mmm... evitar divorcios y vicios caros”.