Mientras el llamado “librecambio multilateral” se desvanece, el déficit de la balanza comercial argentina se robustece. Y el “mundo” se aleja cada vez más de ese ilusorio paraíso donde algunos compran y venden, mientras muchos padecen el hambre. Los conservadores ingleses con el Brexit, el fracaso estruendoso de las negociaciones comerciales, la decisión unilateral de Trump de imponer aranceles al acero, al aluminio y a todo lo que se le pueda ocurrir para ayudar a sus amigos empresarios han, de facto, cambiado en pocos meses las relaciones económicas internacionales, aunque por el momento el impacto real sea limitado. Como lo señaló el diputado Agustín Rossi, en una acertada síntesis, el mundo globalizado de los años ‘90 ya no es. 

Durante dos décadas, entre la implosión de la ex Unión Soviética y la Gran Recesión de 2008, el comercio internacional multilateral se desarrolló, gracias a la integración de la India y China y de nuevos países en la Unión Europea. El aumento cuantitativo de los intercambios permitió a algunos ideólogos de la dependencia afirmar que la integración económica, a través de la apertura unilateral, facilitaría el crecimiento, pero las estadísticas los desmintieron. Era la vieja versión aggiornada del principio de las ventajas absolutas de Adam Smith, durante años desdeñado porque no poseía un fundamento teórico estricto como el de las ventajas relativas de Ricardo. El derrumbe del sector financiero provocó la crisis económica, más grave desde 1930, y se llevó con ella en 2008 el círculo presuntamente virtuoso, pero efímero del multilateralismo: exportaciones, crecimiento, importaciones, exportaciones... 

El “movimiento perpetuo” basado en la interacción del crecimiento y el comercio exterior no tiene la elegancia del de Paganini y el crecimiento se basa en la imagen reflejada por un prisma deformante, un espejismo, según el cual las exportaciones son el fundamento del crecimiento económico en un sistema multilateral. Pero las exportaciones no pueden ser el fundamento del crecimiento económico ya que en la mayoría de los países solo proporcionan una pequeña parte de la riqueza creada: en Argentina, 11,2 por ciento del PIB en 2017 según el Banco Mundial y el Indec, y menos probablemente en 2018. 

Teoría y práctica

El sistema multilateral del comercio como base del crecimiento y la estabilidad económica estaba desde el inicio aquejado por su insostenibilidad teórica y practica. El modelo de las ventajas comparativas de David Ricardo, se basa en un principio, con el cual se puede discrepar, pero que tiene la ventaja de demostrar que la apertura del comercio entre dos países permite un incremento de la productividad media de los factores de producción, el capital y el trabajo, porque se utilizan, cuando se produce la apertura comercial, en la producción del bien que se intercambia en el cual la productividad es superior. Esto hace que se utilicen de “manera óptima”. Este no es el caso del comercio multilateral preconizado por la OMC ya que el país que exportará más será el que tenga los precios y, por ende, los salarios más bajos. Vale decir que si en el caso del modelo de las “ventajas comparativas” la apertura del comercio supone, teóricamente, que se incrementa la productividad, y por lo tanto el ingreso vía los factores, en el caso del comercio multilateral él que “gana” es el país que se empobrece, aquel que baja los salarios, más rápido. 

En un espacio cerrado como es la economía mundial la suma de las importaciones es igual al total de las exportaciones, y además la suma de los excedentes comerciales de los países debe ser igual a la suma de los déficits de los otros. 

Los primeros aumentan la cantidad de empleos y su tasa de crecimiento, mientras que los otros ven incrementarse su tasa de desempleo y su PIB disminuye ya que las importaciones en el cálculo se restan. Además los países deficitarios deben pedir créditos para pagar el déficit. 

Falacias

En este sentido, el caso argentino es ilustrativo puesto que el déficit comercial debe ser solventado con préstamos que deben ser devueltos más los intereses. Si a esto se agrega que se importan bienes que en ciertos casos se producen en el país, se comprende fácilmente que se están pidiendo préstamos para comprar bienes que destruyen empleos en Argentina y que además hay que pagar los intereses de los empréstitos para obtenerlos. 

Hasta ahora los neoliberales han presentado argumentos falaces par sostener el librecambio multilateral. El terrorismo ideológico, según el cual si no hay comercio hay guerras, no es plausible. La historia muestra más bien lo contrario. Donald Trump amenaza a los países que no se inclinen a sus deseos con represalias comerciales y el 6 de julio pasado impuso, nuevamente, 40 mil millones de dólares de aranceles a los productos chinos, a lo cual China replicó indicando que aplicará aranceles por un monto similar a los productos norteamericanos. 

El crepúsculo del multilateralismo ingenuo plantea una situación compleja. Los Estados Unidos han sido los promotores del sistema de intercambios comerciales multilaterales que impusieron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en acuerdo parcial con Gran Bretaña. Por un lado, los Estados Unidos aceptaban tener un déficit comercial importante en dólares, que es la moneda que ellos administran, y que de hecho se volvió la moneda de referencia. Por otro lado, proveían la liquidez para las transacciones económicas y de hecho se endeudaban con el resto del mundo. 

Este sistema le convenía a Estados Unidos y siguió siendo el caso incluso después del fin de la convertibilidad del dólar, el 15 de agosto de 1971 a la paridad oro dólar de 33 dólares la onza troy. 

El sistema, que al principio proveía una ventaja, se transformó en un perjuicio cuando el déficit comercial impactó en la economía real transformando a los trabajadores en desempleados y surgiendo dificultades políticas. 

Si Trump rechaza las reglas del juego que los Estados Unidos han creado, habrá que inventar otras que sean aceptadas por una mayoría de países ya que, contrariamente a lo que sucedía en 1945, hoy el mundo es multilateral 

* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014, editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.

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