Claudio Lo Fiego se fue de Rosario en 1981, el año anterior a la guerra de las Malvinas. Tenía 23 años y primero viajó a España a estudiar lingüística. Lingüista y traductor, radicado en Düsseldorf, en Alemania, cuando viene a Argentina, o cuando encuentra a algún rosarino, siente el peso de su apellido, como un “pecado original”. Cortó cualquier contacto con su hermano de sangre, el genocida José Rubén Lo Fiego, alias “el ciego”. Asiduo lector del diario español El País, Claudio se detuvo en un informe sobre la formación de Historias Desobedientes, el colectivo de hijas e hijos de genocidas que repudian a sus padres, nacido al calor del impacto social del fallo del 2x1 en 2017. Los buscó por Facebook y quedó en contacto, planea participar de alguna reunión cuando venga a la Argentina. “A pesar de que ellos son hijos y yo soy hermano, compartimos un destino en común, de gente como yo que decidió recorrer otro camino. Es una forma de decir que no tenemos nada que ver con nuestros familiares. Yo siempre digo que yo soy Lo Fiego, pero no soy un Lo Fiego, es una forma para decir a la opinión pública que llevar el mismo apellido no significa compartir las mismas ideas ni ser cómplice de tal atrocidad, no”, expresó en un largo diálogo por Skype, que deparará más de una sorpresa. El torturador cumplirá 70 años en mayo del año próximo. Claudio es diez años más joven. El otro Lo Fiego está condenado a prisión perpetua por homicidio, torturas y privaciones ilegales de la libertad, todos delitos de lesa humanidad hacia 60 víctimas, en la causa Díaz Bessone, conocida como Feced I; luego recibió otra condena a 12 años en 2014, en la causa Feced II y ahora enfrenta otra causa –la tercera— por crímenes contra otras decenas de personas. Era el jefe de la tortura en el centro clandestino de detención Servicio de Informaciones. Pidió el arresto domiciliario amparado en sus enfermedades, pero el Tribunal Oral Federal número 2 lo rechazó. “Me parece que la prisión domiciliaria es ser muy indulgente con él, la defensa se ampara en sus enfermedades, pide una clemencia que él nunca ha tenido con las víctimas”, consideró Claudio.

Con esta entrevista buscó –según dijo— “una forma de resarcir un poquito a las víctimas. Yo sé cuánto dolor… No lo sé exactamente, pero sí cuánto dolor provocó esa persona, también fui afectado: un entrañable amigo murió ajusticiado, paso previo por el pozo (el SI). Era como un hermano para mí. Se llamaba Alberto Azam. Según los medios había estado en un tiroteo, habían querido copar la comisaría de Ibarlucea, eso es todo lo que publicó el diario La Capital en aquella época, pero después llegó a mis oídos que había sido asesinado. Uno de mis compañeros fue a reconocer el cuerpo, tenía orificios de entrada y de salida, lo habían ajusticiado muy de cerca. Después, con los años me enteré de que fue la patota de Feced”.

-- Su hermano era una pieza muy fundamental de esa patota...

-- Brutal. Seguí la noticia del juicio, siempre aquí googleo el nombre. Uno de los testigos fundamentales en ese caso es el padre de otro también amigo, no tan entrañable como el Turco (Azam). Este hombre era abogado y él perdió a los dos hijos, era Segarra. (Lo Fiego se refiere a Mario Segarra, padre de Rodolfo, asesinado junto a Azam. El otro hijo, Nicolás, fue secuestrado pero no asesinado). El menor, las últimas noticias que me llegaron fueron que había sido blanqueado, después las noticias se diluyen, no sé más nada. Y el padre de Roby inició una investigación por cuenta propia, y eso es lo último que supe por el lado de él, más no sé.

-- ¿Esta historia tiene algo que ver con su decisión de irse del país?

-- En los años 70 milité en la UES, que era el brazo juvenil de Montoneros. Yo era miembro de la UES, no nos conocíamos por el nombre, pero ahí militaba el “Turquito”, que le decíamos a Alberto, Roby (Rodolfo Segarra), el hermano de Roby y otros.

-- ¿Y su hermano sabía de su militancia?

-- Sabía hasta mis últimos movimientos, sabía todo, sabía quiénes venían a casa, ¿no?

-- Usted sabía que su hermano era policía, ¿cómo era el día a día, ustedes vivían juntos?

-- Mi hermano fue una persona de una personalidad muy hermética, cerrada, mi contacto con él fue escaso, incluso desde que éramos niños, él casi no me dirigía la palabra. Después, bueno, yo estuve un tiempo en un seminario y él ingresó a la policía, según me comentó mi padre en aquella época. Después se fue involucrando cada vez más, llegó el golpe, yo no sabía a ciencia cierta lo que él hacía, o lo que se estaba fraguando. Sí tenía sospechas, yo compartía la pieza con él, la habitación, a pesar de que no nos hablábamos, pero como el apartamento de mis padres era relativamente pequeño, compartíamos una pieza, y más o menos sospechaba, por un par de comentarios que escuché de refilón, a veces llegó con una camisa llena de sangre, en fin… sospechaba. El horror lo tuve cuando con el advenimiento de la democracia, las sospechas tomaron forma. O sea, no me sorprendió ni me extrañó, pero ya te digo en aquella época yo lo sospechaba y ese fue uno de los motivos de lo que yo llamo mi autoexilio, yo no quería… después del asesinato del Turquito, Alberto, como yo antes te decía, que él se lo ha cruzado en mi casa. Bueno no quise seguir más viviendo con él, viviendo en la Argentina, porque me parecía que era una forma de hacerme cómplice de lo que se estaba llevando a cabo, de lo que yo sospechaba, yo sospechaba lo que se estaba fraguando, lo que estaba pasando, y yo no quería ser más cómplice, ni alinearme con las ideas de él, ni con su política ni nada. Decidí, con un amigo, autoexiliarnos, venir a Europa. Además, yo considero a mi familia cómplice un poquito de él, vos podés ser cómplice por muchos motivos, mis padres… en parte, yo comprendo… era su hijo, pero buenos podés influir un poquitito, como padre, que si mi hijo hiciera algo así y yo lo supiese, actuaría. Después mi hermana Marcela se alió con él (con José Lo Fiego), pactó para usurparme la parte que me correspondía de la herencia.

-- ¿Marcela era la hermana menor?

-- Era la hermana como se dice sándwich. Marcela, años más tarde, fue muy inseparable, con él.

-- ¿Usted habló con Marcela de sus sospechas o había silencio?

-- En aquella época era… a veces era una secreto a voces, lo sabíamos tácitamente, lo suponíamos, pero no lo hablaba. Pero yo lo sospechaba, la que sabía muy bien era mi mamá, él era confidente de mi mamá.

-- Me llama la atención que usted haya estado cercano o en la UES, en aquel tiempo había medidas seguridad de las organizaciones ¿los compañeros sabían quién era él? ¿Sospechaban de usted?

-- Mi participación en la UES fue cuando la UES y Montoneros, la JUP  también, estaban en la legalidad. Estamos hablando de los años 73 y 74, en el gobierno de Isabel.

-- ¿Nunca pasó a la clandestinidad?

-- Ni siquiera decidí continuar, con un grupo de la UES decidimos abandonar la militancia, después de ese famoso discurso de Perón del 1° de mayo de 1974. El turco había ido a Buenos Aires, yo me quedé en casa y lo vi por los medios. Realmente ahí, después, se lanzó un comunicado que FAP y Montoneros y organizaciones afines pasaban a partir de ese día a la clandestinidad, ahí decidí abandonar un poco la militancia. Después años más tarde decidí vivir afuera y ahí cada vez vi que se involucraba más, lo único que te confieso que yo una vez escuché fue el caso de Brandazza…

-- Pero el crimen de Angel “Tacuarita” Brandazza fue en 1972…

-- Escuché una vez que él comentaba algo de que habían matado a Brandazza, pero años más tarde… Era muy poco lo que escuchaba, venían amigos, él estaba toda la noche fuera. Tampoco sabía muy bien lo que estaba pasando, sabía que había compañeros que desaparecían, lo del Turco… nunca me cerró que había ido a copar la comisaría de Ibarlucea, después me enteré por amigo y compañero que la herida tenía orificio de entrada y de salida con lo cual ya parecía ajusticiado muy cerca.

-- ¿Durante todos esos años, antes de viajar a Europa, siguió compartiendo habitación con su hermano?

-- Sí, hasta que me fui compartí la habitación, sí, pero no cruzábamos ni una palabra, no había comunicación, nada… Me fui, vino la guerra de las Malvinas y Alfonsín con la democracia, bueno, me fui enterando por diferentes medios de lo que estaba pasando, después se dictaron esas leyes, la obediencia debida y el punto final.

-- ¿Ante esas leyes qué pensó?

-- Creo que un reo del calibre de mi hermano no tendría que ser indultado ni siquiera con prisión o detención domiciliaria, la detención domiciliaria para mí es un chiste… Me parece que la prisión domiciliaria es ser muy indulgente con él, la defensa se ampara en sus enfermedades, pide una clemencia que él nunca ha tenido con las víctimas y no obstante también se ampara en obediencia debida, a pesar de que las leyes no lo dejan más… pero yo por mi parte no creo que haya sido obediencia debida por su parte, que haya sido en cumplimiento de órdenes, pero bueno, no puedo decir nada.

-- ¿Cuándo se fue del país sus padres vivían? ¿Mantuvo vínculos?

-- Mis padres han estado aquí dos o tres veces, pero imaginate que con mi mamá siempre tuvimos un punto de discordia, porque mi mamá siempre lo defendía a capa y espada. Hemos llegado a tener grandes y ásperas discusiones por ese motivo. Mi madre defendía absolutamente lo que él había hecho, ella era su más férrea defensora. Llegó a mis oídos que una vez le hicieron un escrache, estamos hablando de los años 80, no te puedo decir exactamente en qué año, y mi mamá salió al balcón y empezó a vociferar con un vocabulario típico de los marineros del bajo fondo. Lo comprendo en parte, era su hijo, pero no tiene por qué ser cómplice, me parece que en toda su andadura mi mamá sabía mucho y creo que ella como madre hubiera podido intentar… también vinculado a las convicciones religiosas que tenía mi mamá. Nunca he aceptado ni comprendido que una persona con tales convicciones religiosas pudiera aceptar pasivamente algo así, como quien dice quien calla, otorga. Ellos estaban cuchicheando todo el tiempo. (Consultados varios militantes históricos de H.I.J.O.S., Eduardo Toniolli recordó con nitidez no ocurrió nada semejante en el primer escrache a José Lo Fiego, el 28 de junio de 1998).

-- ¿Sobre los juicios hacia su hermano busca noticias o prefiere mantenerse al margen?

-- Digamos que lo seguí, no tan de cerca, porque no existía mucho internet. Algunos amigos me mandaban precisamente Página/12, Rosario/12, tengo algunos artículos archivados en los que estaba mi hermano en primera plana, lo vengo siguiendo. No tan de cerca por motivos de escaso tiempo. La convulsionada argentina de los 70 quedó atrás.

-- ¿Cómo se entera de Historias Desobedientes?

-- Primero me enteré leyendo el país, soy un asiduo lector de El País, me parece que había una foto de Analía (Kalinek, una de las fundadoras). Había un link en El País, busco en facebook, entonces contacto con Analía, continuamos contactando. No tuve posibilidad de asistir a ninguna reunión, porque no he ido a Argentina, a pesar de que voy una vez al año a Argentina.

-- ¿Se siente parte de ese colectivo?

-- Con ese colectivo compartimos un destino en común, a pesar de que ellos son hijos, yo soy hermano, compartimos un destino en común, de gente así como yo que decidió recorrer otro camino y es una forma de decir que no tenemos nada que ver con nuestros familiares. Yo siempre digo que soy Lo Fiego, pero no soy un Lo Fiego. Es una forma para decir a la opinión pública que bueno, que llevar el mismo apellido no significa compartir las mismas ideas ni ser cómplice de tal atrocidad, no.

-- ¿Cree que su hermano podría querer contactarse luego de esta entrevista?

-- No tendría cómo. Mi padre murió hace 11 años y mi madre también murió. No tengo contacto con nadie de la familia. Hay un libro que habla una parte sobre él. Y él es una persona mitómana. En ese libro, me nombró, sin mi autorización, sin nada. El periodista lo entrevistó sobre la tortura, su actuación durante la dictadura, y él me nombra. Las hojas de ese libro me los pasó un amigo. Quiero dejar sentado que yo nunca dije eso, y que mi hermano es un mitómano (ver aparte). Si yo tuviera que definirlo de alguna forma diría que es un psicópata, inescrupuloso, que tiene una estructura psíquica que es incapaz de sentir escrúpulos.

-- ¿Cómo se lleva con saber todo el dolor que él provocó en las torturas, las muertes, las personas que perdieron a sus familiares?

-- Reitero, me pongo en lugar de esa gente, no te olvides que yo perdí a casi un hermano, ese sujeto es mi hermano de sangre. Siempre distingo entre la familia que te imponen y la familia que tú escoges, yo toda mi vida he escogido mi propia familia, porque mi familia era secuaz de mi hermano, no me llevaba bien, etcétera. No reniego de mi familia, pero yo soy un gran defensor de que la verdadera familia es la familia escogida. Mis amigos, Alberto, Roby, eran protagonistas de un tiempo maravilloso e inolvidable, fueron víctimas de un terrorismo de estado, o sea que en parte, si bien no es parangonable, pero en parte lo he sufrido en carne propia. Claro, no se puede comparar. Eso por una parte. Por otra parte, llevar ese apellido no es una misión muy fácil. En Argentina, hay gente que cuando decía mi apellido me miraba de soslayo, con mirada inquisitiva o reprochándome algo. Es, parafraseando la religión, como un pecado original.

Vuelvo a repetir, yo tuve militancia, abandoné la militancia pero siempre seguí firme en mi compromiso social, en Europa vinieron otras luchas, la convulsionada Argentina de los 70 quedó un poquito atrás, intenté seguir de cerca pero bueno… nunca es lo mismo que vivir en el país. Internet te ayuda pero no es igual, y las políticas de Alemania, esa alimentación mediática que hay en Alemania con el pasado, fue un tanto difícil exorcizar los fantasmas del pasado, siempre están ahí presentes. En Alemania, hice mi vida, armé mi vida, pero siempre es como una espada de Damocles que pones en tu cabeza, en Argentina, cuando decía mi apellido, es como un pecado original, la culpa sin culpa, tengo la responsabilidad pero no tengo la culpa.

-- ¿Siente que es necesario hacer público su acuerdo con Historias Desobedientes, aunque no sea hijo?

-- Se lo comenté a un amigo mío que también hizo militancia y él me había dicho hace ya hace años que hiciera una descarga.

Lo último que quería decir es que pertenezco a una generación que quería cambios sociales, políticos, económicos, etcétera. Cómo podría decir a las nuevas generaciones que aunque mi generación no haya alcanzado las estrellas, eso no significa que las estrellas no existan, o sea que se puede luchar de otra forma, quizás lo que nosotros hicimos no fue el camino idóneo, pero que nunca se abandone el compromiso social.