Produccion: Tómas Lukin


Producción y saber

Por Sebastián Sztulwark *

¿La secuencia de turbulencia financiera, acuerdo con el FMI y compromiso de mayor ajuste fiscal, implica un cambio de rumbo en la dinámica del sistema científico y tecnológico argentino y, en particular, de su relación con el sector productivo? Probablemente, no. La reducción en el salario real de los investigadores y docentes, el congelamiento en el monto de las becas, la sub-ejecución de los fondos ya comprometidos para proyectos y funcionamiento de las instituciones, entre otras medidas, plantean un escenario de fuerte tensión en el sector, pero no necesariamente un cambio en la dirección de la política. 

O, mejor dicho, la política de ciencia, tecnología e innovación productiva de la Argentina no tiene una dirección definida, es todavía el escenario de una disputa entre un modelo que nunca llegó a desplegarse con plenitud y otro que aún no cuenta con la fuerza necesaria para imponerse. Entre esos dos modelos hay elementos de continuidad como, por ejemplo, el propio ministro del área y su acuerdo con el esquema de políticas que proponen instituciones como el BID o el Banco Mundial. 

¿Se trata, entonces, de una simple continuidad entre la política de este gobierno y del anterior, pero con un ajuste en el monto de la inversión? No necesariamente. Sobre todo si pensamos al neoliberalismo como un fenómeno cultural dominante y no un mero marco de política económica. El kirchnerismo puede ser leído, en este campo, aunque no sólo en él, desde el punto de vista de un proyecto de resistencia que no logró avanzar, al menos no de un modo consistente, hacia la constitución de un modelo alternativo. Consistencia que probablemente hubiese requerido de otros fundamentos de política y de otra configuración política a nivel regional, en particular con Brasil. 

La influencia neoliberal en este campo no se traduce necesariamente en retirada del Estado. Es, por el contrario, afirmación de una política. Las marcas de esa concepción se ubican tanto en el plano del discurso con el que las políticas se fundamentan como en el modo en que éstas se legitiman socialmente. La política neoliberal en este campo se afirma en la idea de que el mercado puede fallar en sus incentivos para promover el emprendedorismo y la innovación. La intervención para resolver esos problemas, sin embargo, debe limitarse a resolver fallas de mercado, esto es, a remover los obstáculos que bloquean la iniciativa de aquellos que arriesgan su capital para producir riqueza. Porque si hay algo neurálgico del pensamiento neoliberal es pensar que el acto de poner en juego un capital en el mercado representa en sí mismo el momento fundamental de confrontación con la verdad y, por lo tanto, del genuino saber. La política neoliberal es hacer de ese lugar de verdad un fundamento de política. Apoyar a los que verdaderamente saben.

De este modo, lo que queda estructuralmente impugnado, es la posibilidad de otros modos de vincular producción y saber. Un saber cuyo momento de verdad no sea otro que el de la confrontación entre un deseo de cambio y los obstáculos reales o imaginarios que resisten su realización. Un saber que apunte no a promover mejoras en el sendero existente sino a impulsar un cambio de posición en la estructura de la economía mundial. Un saber que, en definitiva, sea capaz de operar una inversión en el sentido de la política: de crear conocimiento para apoyar a la actividad productiva al despliegue de un sistema de creación de conocimiento en el que la producción pueda apoyarse para cambiar su trayectoria. Para potenciarse en tanto sistema. Un saber por fuera del mercado para ir más allá de él.

Durante los años del kirchnerismo esta tarea quedó trunca. La asimetría entre la magnitud de los recursos invertidos (crecientes, aunque muy lejos de los parámetros de los países más desarrollados) y los impactos sobre la especialización productiva del país dan cuenta de este déficit de planificación. En la coyuntura actual, de agudización del conflicto presupuestario, lo importante para quienes sostenemos una posición contraria al neoliberalismo, es no dejar de articular el momento defensivo de la política, la preservación de los precarios pero significativos avances conseguidos, con el momento de carácter más ofensivo, que apunta a generar una inversión de sentido en relación al modo dominante de pensar la vinculación entre la producción y el saber. 

* Investigador UNGS-Conicet.


Problema político

Por Germán Linzer *

No existe nada más práctico que una buena (o mala) teoría. En materia de explicación de los determinantes del desarrollo tecnológico, en América Latina se fueron adoptando y adaptando teorías provenientes de países centrales que, como toda teoría social, encierra una valoración social, creencias e ideologías. ¿Qué relevancia práctica tiene esta ausencia de pensamiento situado, autónomo y verdaderamente latinoamericano? En Argentina esto habilitó la paradójica posibilidad de que medidas de política de corte “liberal” en Ciencia, Tecnología e Innovación no sólo estén presentes en gobiernos neoliberales, sino también en el período 2003-2015, que representó el mayor esfuerzo nacional por lograr que el sistema científico y tecnológico sea la base del desarrollo industrial.

A pesar de que el gobierno entrante en 2003 tenía una expectativa industrialista y apoyó con medidas históricas el desarrollo de la ciencia y tecnología, las políticas implementadas por la gestión ministerial-reflejada en funciones, planes y organigrama del mismo ministerio- mantuvieron una inspiración proveniente del paradigma neoliberal. 

Las políticas del MINCyT estuvieron y están enfocadas en alcanzar una “reforma institucional” impulsada por un Estado que tenga como objetivo único reducir ineficiencias en y entre los componentes del sistema de CyT (articulación, coordinación y eficiencia), buscando generar un “sistema de incentivos” favorable al emprendimiento tecnológico de las unidades productivas, las instituciones científicas y los individuos. Pero estas medidas, tal como son planteadas, no tienen ninguna capacidad de cambiar los “comportamientos estructurales”, económicos o tecnológicos, de las economías subdesarrolladas y dependientes. 

En Argentina, ninguna de las principales actividades industriales basan su competitividad en el desarrollo tecnológico local, o bien porque no los necesitan en forma intensiva o bien porque están integrados de una forma dependiente a cadenas globales de valor. Como resultado de este patrón productivo de inserción internacional: a) existe una baja tasa de reinversión, incluyendo la I+D (donde la mayor parte del excedente no vuelve al proceso de acumulación) y b) la tecnología en su mayor parte es importada.

En estas condiciones, la demanda del sector productivo al sistema nacional de ciencia y tecnología es baja, de mala calidad o nula. En otras palabras, en un contexto de fuerte condicionamiento de la estructura económica, las políticas de inspiración liberal, orientadas a generar incentivos para unir la oferta y demanda tecnológica y a fomentar y acompañar el “espíritu emprendedor”, no tienen ninguna capacidad de cambiar los comportamientos estructurales de la economía. Por el contrario, la estructura económica actual tiende a reproducir sus limitaciones, incluyendo las tecnológicas. 

La contradicción, que implica la existencia de políticas liberales dentro de un gobierno industrialista, pudo desarrollarse porque no hubo un plan consistente de transformación estructural que permitiese transformar el perfil de la economía hacia uno de industrias más dinámicas tecnológicamente y de mayor valor agregado. En otras palabras, hubo proyectos tecnológicos exitosos (mayormente fuera de la órbita del MINCyT), pero no se apostó al desarrollo de “industrias tecnológicas”.

Como ello no ocurrió, las políticas de CyT no fueron exigidas como eje de sustento y crecimiento de dicho proyecto transformador: al sostenerse el perfil industrial proveniente de la década del 90, la política de CyT podía tener el mismo diagnóstico y concepción que en esa década.

Los ejemplos de importantes logros tecnológicos del período, como los radares, satélites, reactores nucleares, etc., muestran que el camino es posible pero, como estos mismos proyectos lo testimonian, no siguiendo un ideario liberal. En Argentina, como en el resto del mundo, el desarrollo tecnológico es un problema de esencia política y de construcción teórica. Solo con autonomía de pensamiento estaremos a la altura de nuestra voluntad transformadora.

* Gerente de Propiedad Intelectual y Valorización Tecnológica del INTA.