Hienas Al calor de movidas como las de Dilda Feminista, las músicas Luludot Viento y Flor Mazzone encontraron en Hiena una nueva forma para su tándem, en paralelo a la participación de ambas en Los Rusos Hijos de Puta, uno de los grupos más tempestuosos del under reciente. Aunque más allá de la juventud de ambas y de su tan reciente obra, en temas como “Al macho, machete” escenifican lo que no porque parezca eterno puede seguir estando naturalizado: el acoso callejero y la violencia del “piropo”. Sin vueltas, las pibas muerden con estos temas urgentes a partir del mismo grito general de “Ya no nos callamos”, aunque incorporando una segunda lectura generacional: ya no somos mujeres que se callen así como ya no somos jóvenes que se callen.

Karen Pastrana Casi 20 años antes de que pibas como Dakillah la rompieran toda entre el freestyle, el trap y el urbano latino, Karen fue una de las primeras mujeres raperas del país cuando junto a Malena D’Alessio integró Actitud María Marta, destacándose en la segunda oleada del nuevo rock argentino ya sobre el cambio de siglo. En ese clan pionero del hip hop argentino o por las suyas, Pastrana participó activamente de festivales y ciclos por los derechos humanos, y no solo porque Malena fuera hija del militante José Luis D’Alessio, detenido-desaparecido en 1977. Desde su intrépido flow y su picante pero esbelta escritura, Karen viene exponiendo hace dos décadas, y últimamente además con un trabajo como solista, una mirada cultural que propone una holística de lo elemental: que nadie dañe a nadie.

Kumbia Queers Pocos nombres de banda tan parabólicos como el de este ensamble de punk tropical, a la vez asentado en un género (musical) y a la vez tan despegado del determinismo genital y de género. Detrás de los comandos se ubica Patricia Pietrafesa, una de las más importantes músicas de la historia del rock argentino, madrina punk y emperatriz del “hacelo vos mismo” local, quien además lleva más de 20 años pidiendo con su música la legalización del aborto, desde que con She-Devils firmó el split El aborto ilegal asesina mi libertad, a medias con Fun People. Las Kumbia Queers conjuran en las noches porteñas, federales e internacionales una música revoltosa, feminista, lésbica e irreverente que ha hecho de la colaboración (sorora, autogestiva) un método de supervivencia y de trabajo creativo.

Mimi Maura Aunque el nombre de la puertorriqueña Midnerely Acevedo a menudo sea reemplazado por el que designa a su banda Mimi Maura, la cantante es una figura siempre presente de la música argentina desde que en 1997 estrenó su proyecto en el Centro Cultural Rojas, integrando reggae, post punk y bolero. Cinco años antes, en el ‘92, a los 20 y tras alguna banda previa, Midnerely había sido parte de Alarma, grupo pesado de la isla caribeña que estuvo integrada solo por mujeres. Su obra va del programa más cancionero y elegante de Mimi Maura hasta el sonido más crudo de El Siempreterno, que comparte con su pareja Sergio Rotman, pero uno de sus temas más exitosos fue Yo no lloro más, el canto de guerra y paz de una mujer sobrepuesta al mandato del dolor eterno por amor y la construcción telenovelesca del despecho: “Yo no lloro más (…) De hoy en adelante, de los amores me río”.

Miss Bolivia Paz Ferreyra también está al amparo de un seudónimo, aunque el suyo además explicita un anclaje estético: música con elementos tropicales y regionales pero también con cadenas enchapadas en oro, bolas de espejos y máquinas de humo. Su primer disco, Alhaja, ventiló tanta humita como bling-bling, resumiendo el entremés que Paz preparó en canciones como Jalame la tanga y Alta yama. Luchas de género y sexuales, de equidades raciales, de derechos humanos y de usuarios de marihuana, a todas acompaña en canciones que oscilan entre el pulso del reggaetón y los estribillos pop. También a la de las víctimas y familiares de Cromañón, a quienes atendió como parte de su práctica en psicología. Desde el pop de alto impacto, hace poco impuso Paren de matarnos, un elocuente audiovisual junto a 26 músicas y actrices: “Me dijeron que diga que sí, me mataron desde que nací; me obligaron a ser una esclava, lava y lava y a parir”.

Paula Maffía En este asunto de los nombres y las identidades, no es menor que Paula Maffía haya cobrado impulso a partir de Las Taradas, un septeto de mujeres, una orquestina de señoritas que domando estándares de los años ‘40 y ‘50 agitaron estos años de indie pos Cromañón desde una postura no sólo de género sino también de clase (con los músicos independientes como clase). En paralelo, junto a La Cosa Mostra revisitó la música italiana pop de los ‘60 con una clave jazzera y autogestiva, casi punk. Pero pese al contacto con música vintage durante toda la década, Maffía además se edificó como una sobresaliente compositora que se destaca por una improta contemporánea y poderosa que rubricó a la sororidad (también) como un elemento creativo: con Lucy Patané casi siempre, o participando de ensambles y de proyectos más extensos, Paula canta su época. “Yo maté al lobo” funciona como fábula, pero también como una alegoría que expone cómo la idea de “la culpa de la mujer” ante el abuso recibió ya su estocada final.

Sudor Marika “Las yeguas del Apocalipsis” tiene que ser uno de los mejores títulos jamás puestos a un disco de rock argentino. Este clan mixto opera como la orquesta fiestera de muchas movidas LGBTI desde una reconstrucción cítrica de la realidad. Con cuarteto cuartetero, picante y queer, tienen temas como Compañerx de piquete que son un montaje divertido que cuela problemáticas sobre otras formas de exclusión, segregación; o Gerente de la nada. “Revolución es que te pueda besar en cualquier lado”, implantan en un tema; “la cumbia con vos no baila, el chori no te traga”, acomodan al máximo gerente de la nada del país en el otro tema. Con esa fiesta para unos pocos atendida, también tienen rato para montar su fiesta para todos: “Compañero de piquete, cuando quieras sale un pete; compañera piquetera, cuando quieras hay tijera”.