La izquierda se ha vuelto una fuerza decisiva en la era neoliberal, porque ha sabido levantar un gran programa de superación de ese modelo. Para lo cual tuvo que construir un amplio consenso social de que, en Latinoamérica, el continente más desigual del mundo, las cuestiones prioritarias son de orden social, tienen que ver con la superación del hambre, de la miseria, de la exclusión social, de las desigualdades.

Los años virtuosos de nuestro continente se dieron cuando liderazgos populares lograron poner en práctica gobiernos antineoliberales, priorizando la cuestión social y no los ajustes fiscales, los procesos de integración regional y no los tratados de libre comercio con Estados Unidos y recuperando el rol activo del Estado en lugar de la centralidad del mercado. Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador fueron los escenarios mas importantes de esas experiencias políticas determinantes para la izquierda latinoamericana y para el destino de América latina. Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa se han vuelto los más importantes líderes de la izquierda mundial.

No fue fácil superar el consenso neoliberal que se había instalado en todo el mundo. Era un proyecto de descalificación del Estado, de la política, de los derechos, de los partidos, de las soluciones colectivas a los problemas de las personas y de la sociedad. Pretendía venir para no haber más retrocesos en épocas de desarrollismo económico, de peso del Estado en la vida económica, para promover el mercado como criterio general de todo.

Fue necesario que se agotara el impulso del modelo neoliberal, al demostrar que el control de la inflación no resolvía los principales problemas de la sociedad –estancamiento económico, desigualdad social, entre otros–, para que se abriera el espacio a la alternativa antineoliberal. Fue necesario que la izquierda ganara el debate de ideas, que lograra imponer el consenso social como el predominante, para que lograra sus victorias políticas.

Fueron los años más virtuosos en la historia política de esos países y en la proyección positiva de Latinoamérica en el mundo. Fue cuando más disminuyeron las desigualdades en nuestros países, cuando ha habido menos miseria, cuando ha habido más inclusión social, cuando nuestros países han tenido más prestigio en el mundo, cuando sus líderes se han proyectado como referencia política para la izquierda de todo el mundo.

Los reveses y los retrocesos que han sucedido han sido igualmente resultados de la hegemonía que la derecha ha logrado imponer en la sociedad, para lo cual tuvieron que desarticular y derrotar los consensos de la izquierda. Tuvieron que desplazar las cuestiones sociales del centro de las preocupaciones de las personas, para centrarse en la corrupción, en la crisis económica, en la incapacidad de los gobiernos para controlar la inflación. Así lograron imponer un imagen de fracaso de esos gobiernos.

Claro que se han valido, en gran medida, del monopolio que la derecha ejerce en los medios. Pero ello no justifica, por sí solo, esos reveses de la izquierda, porque ese monopolio siguió existiendo durante los años de éxito de los gobiernos antineoliberales, sin lograr imponer su visión de la sociedad. Por lo tanto esos reveses no sólo no eran inevitables, como no habrían ocurrido no se hubieran dado errores graves de la izquierda. 

Como error general de los gobiernos que han sufrido derrotas o que están a la defensiva frente a la derecha, está el hecho de que millones de personas beneficiarias de las políticas sociales de esos gobiernos han pasado a votar por la derecha, por falta de capacidad de convencimiento, de persuasión, de parte de los gobernantes, pero también de los partidos y de los movimientos sociales. Esos son los sectores hacia los cuales la izquierda debe concentrar prioritariamente su trabajo de masas.

Las disputas determinantes en el mundo contemporáneo se dan a nivel de los valores, de la cultura, de los consensos sociales, de la lucha de ideas. Es ahí donde reside la hegemonía norteamericana en el mundo, con su “modo de vida americano”, como forma de sociabilidad generalizada en el mundo. Es ahí donde la izquierda latinoamericana de esos países ha logrado imponerse y, después, en algunos de ellos, ha sido superada. Es ahí donde la izquierda puede recuperar su fuerza, reconquistando la hegemonía en el plano de las ideas para, enseguida, volverse fuerza predominante después.